La Cícer, gran aula de surf
Decenas de niños y jóvenes que ansían aprender a moverse sobre las olas acuden a las escuelas de la zona sin barra de Las Canteras
LA ENSEÑANZA DEL SURF, EN IMÁGENES
La zona de la Cícer, en la playa de Las Canteras, se ha convertido este verano en el mejor escenario para decenas de niños y jóvenes que ansían aprender a moverse sobre las olas con técnica y seguridad. Desde primera hora, de lunes a viernes, una plaga de estudiantes de este deporte, cada vez con más aficionados en la capital, empieza a poblar arena y mar.
IBALLA SOCORRO Nace un nuevo día en la capital grancanaria y decenas de jóvenes acuden a la playa de Las Canteras para realizar su deporte favorito.
En verano La Cícer se convierte en el lugar idóneo para todos aquellos que desean aprender a moverse como pez en el agua entre las olas a bordo de una tabla de surf o un bugui.
Para ello basta con inscribirse en cualquiera de las escuelas de la zona que se dedican especialmente a enseñar estos deportes. "En verano siempre se ve más gente principiante por el tema del buen tiempo", afirma Acaymo Perdomo, uno de los monitores de surf.
Repartidos en diferentes turnos y divididos en pequeños grupos que custodia cada monitor, niños y adultos ocupan la arena de La Cícer llenos de entusiasmo. "Me apunté por hacer nuevos amigos, pasármelo bien y estar un rato en el agua", afirma una de las jóvenes alumnas de surf, para quien lo más difícil es "mantenerse de pie en la tabla".
Sin necesidad de experiencia previa, las clases teóricas establecen el primer contacto con estos deportes, para luego pasar a la práctica en el agua. "Los niños vienen bastante motivados y nosotros intentamos que aprendan el deporte desde la raíz, desde la base", comenta Acaymo.
Los monitores, todos ellos surfistas experimentados, enseñan a los chavales cómo llevar la tabla y cómo moverse en el agua pero también técnicas de prevención y seguridad. "Lo primero que los niños tienen que aprender es seguridad, luego ya aprenden a estar estables en la tabla hasta que por último se ponen de pie ellos mismos".
"El surf es como montar en bici, una vez que lo aprendes ya no se olvida", asegura Acaymo, como no lo olvidarán todos los que este verano aspiran a convertirse en los reyes del surf al ritmo de las olas.
"Yo me apunté al cursillo de bodyboard porque siempre me ha gustado coger olas. Desde que tenía cuatro años he venido a la playa a practicar", cuenta Francis, uno de los aprendices de esa especialidad que ya lleva varias semanas inscrito y pretende quedarse todo el mes aprendiendo.
Es al tercer día después de que hayan aprendido la teoría y los calentamientos cuando se pasa a la parte práctica dentro del agua en la zona de espuma "con el agua hasta la cintura para estar bien controlados". Y es entonces cuando los niños se vuelven locos.
24 ago 2009
23 ago 2009
‘Mapa de los sonidos de Tokio’
Un vendedor de vinos español, una asesina a sueldo y un cazador de los sonidos de la ciudad. Con estos tres elementos, Isabel Coixet hace su particular cartografía de la cultura japonesa en su nueva película, ‘Mapa de los sonidos de Tokio’.
Los mochis son unos pasteles japoneses de pasta de arroz glutinoso. Redondos, esponjosos, bastante pegajosos, de múltiples rellenos. Ryu, la asesina profesional de aspecto frágil que protagoniza la última película de Isabel Coixet, Mapa de los sonidos de Tokio, se alimenta de ellos.
Le gustan los rellenos de fresa. Los mete en el microondas 20 segundos y los deglute con absoluta indiferencia, aunque en su interior parece bullir un pequeño placer.
Por eso, cuando más cerca está de David, el español al que Ryu debería matar y del que sin embargo se enamora, es cuando comparte un mochi, cuya masa, alargada en un hilillo chicloso, une sus bocas. Un momento turbador, mágico, de esos que descubren la química entre dos actores (Rinko Kikuchi y Sergi López). "Son cosas así las que me turban y erotizan", concede Isabel Coixet (Barcelona, 1960).
Ya ha pasado el rodaje vertiginoso -antes de las navidades- en Japón, el montaje urgente para llegar a Cannes, y la presentación a concurso en el certamen francés, donde ganó el premio al mejor sonido; más aún, Coixet ya está metida en sus nuevos proyectos (crear parte del pabellón español en la Exposición de Shanghai 2010 y rematar un documental sobre la inanición del mar de Aral).
Justo antes de coger unos días de vacaciones, necesarios para afrontar el achuchón final antes del estreno comercial el próximo viernes de su nuevo filme -el séptimo de su carrera-, charla un poco sobre su Mapa de los sonidos de Tokio.
Isabel Coixet
Es una película Coixet: sentimientos, drama, imagen cuidada, gusto en el encuadre y en la música
“El único momento luminoso de la vida de ambos protagonistas ocurre cuando se enrollan”
“Ferran Adrià ha dicho que es una de las películas en las que mejor se muestra el mundo de la comida”
Por supuesto, es una película Coixet: sentimientos, drama, cuidado por las imágenes, gusto en el encuadre y en la elección de los temas musicales. Pero hay nuevos elementos: algunos se iban anunciando con el tiempo (su amor por Japón), otros estallan de improviso en la pantalla, como las secuencias sexuales. "La gente me pregunta mucho por ellas.
Creo que nos hemos acostumbrado a que en el cine el sexo empiece a saco, por ejemplo con una mamada, y cuando arrancas de otra manera, como en la vida, parece extraño".
David -un vendedor de vinos en Tokio- y Ryu -una asesina a sueldo que ocupa sus horas trabajando en el mercado de pescado Tsukiji, que abastece a la capital japonesa- se cruzan porque la anterior novia del español se ha suicidado por amor y su padre clama venganza. "El único momento luminoso de las existencias de ambos ocurre cuando se enrollan". David parece marcado por la tragedia, pero Ryu le supera.
Y entre medias camina el narrador, un ingeniero de sonido que graba los ruidos de la ciudad y los murmullos y los actos de sus habitantes, y cae rendido ante Ryu. Coixet ya ha contado infinidad de veces cómo la idea surgió un día en que visitaba la mítica lonja, y en uno de los puestos de Tsukiji una joven pescadera se negó a posar para una foto.
Tanto misterio encendió en la mente de la catalana una chispa: ¿y si esa chica llevara una doble existencia? Lo que no ha contado tanto fueron sus miedos después del arranque. "Me costó mucho vencer la idea de que yo podía escribir un guión sobre Japón. Conozco el país, pero no soy una experta. Ahora me parece un milagro. Ahí está mi Japón imaginario, construido con lo que he visto allí: los bares del barrio Golden Gai, las tribus juveniles que recorren Koenji, las chicas melancólicas que leen en el metro a Murakami...".
Coixet tiene una imagen pública de eterna tímida, de tropezarse en busca de la palabra exacta y acelerarse al hablar. En muchos momentos sí es así, pero en otros deja muy claro lo que quiere y se crece en su carácter. Por ejemplo, cuando habla de Cannes. "Me gustó que Tarantino me abrazara... aunque luego se enamorara de Rinko. O que vieran 1.500 películas para escoger las 20 que concursaran y una fuera la mía. O la fiesta después de la proyección en el festival, con gran sushi y estupendo karaoke [ella cantó Like a virgin].
Pero no me gustó que la prensa española se olvidara del premio que nos llevamos al mejor sonido, o que nos proyectaran el último día. En fin, Cannes es como Benidorm, aunque con más caniches".
También es muy defensora de los suyos. Por ejemplo, de Rinko Kikuchi, candidata al Oscar por su adolescente sordomuda en Babel, de Alejandro González Iñárritu. Es difícil saber quién es o qué piensa Kikuchi.
"Me cuesta el inglés, aunque me gustaría rodar más en este idioma". Prefiere charlar en japonés y acaba frustrando a su traductor. Confiesa que construyó su personaje visualizando "una serpiente". "A veces sí doy importancia en imaginar un animal para asentar un papel. Yo nunca he matado a nadie, y para creerme una asesina visualicé en qué situación mataría a alguien". Poco más. "Me gustó conducir las carretillas que llevan el pescado en el mercado".
Japón es un país con marcados tabúes sexuales -nunca se ve en la pantalla un pubis femenino- y sin embargo posee curiosas espitas que liberan esa tensión -como las máquinas automáticas, recientemente prohibidas, en las que se podían adquirir bragas usadas-.
O los love hotels de Tokio, en la colina de Shibuya, pequeños establecimientos anónimos de delirantes decoraciones en los que las habitaciones se alquilan por horas.
El lugar perfecto para que Ryu y David disfruten su amor a salvo de mirones. ¿Cómo creó Kikuchi los momentos más intensos? "Mi personaje lleva un ritmo regular. Conoce a David y activa su sexualidad. Para mí no es raro, yo estoy de acuerdo con los pensamientos de ella. Yo no soy divertida en el día a día, y adquiero madurez como persona a través de las vivencias de mis papeles".
Coixet, presente en la segunda conversación, acabará defendiéndola. "Rinko se protege mucho. No está cómoda delante de los periodistas. Sin embargo, cuando se entrega, se entrega. Sergi me ayudó muchísimo a que Rinko tuviera confianza en el plató. Nos costó arrancar el primer día, y les puse una canción que me parece muy romántica, Estate, de Aldo Romano, para que entraran en ambiente. Después, todo fue fácil".
Si Rinko Kikuchi charla agazapada, el volcán Sergi López despliega toda su energía esté donde esté. En Tokio hablaba a los visitantes del popular pachinko, un juego en el que los pescaderos pierden sus salarios, o lideraba a los cantantes en el pequeño karaoke de Nobuyoshi Araki, fotógrafo de obra relacionada con la muerte y el sexo, y que ha colaborado en la imagen del filme.
Tras pasar por Cannes y ver en la pantalla el resultado, López explota feliz. "Es una película turbadora, en la que ves que hay un autor detrás. Me gusta cómo cuenta lo del sexo.
Mira, en los guiones esas secuencias se escriben fatal, iguales y muy mecanizadas. Todos follamos diferente, así que el sexo debería ser distinto según el personaje. A Rinko le agradezco que estuviera siempre conmigo. Me refiero a que en el plató se arriesgó tanto como yo, con una brutal intensidad. ¿Qué me sorprendió de Isabel? Verla en el rodaje moviendo ella misma la cámara. En la pantalla, la potencia visual del resultado".
Sergi López comenta su buena suerte. "Cada día me cuesta más engañarme, no oír mi propia voz y aceptar un guión regular sólo por el dinero o porque el director es bueno. Me gusta mi carrera y me reconozco en ella. No puedo ser indiferente al discurso que salga de una película en la que yo haya trabajado. Me importa que cambien el mundo un poco. Vaya, otra frase rimbombante: luego me leo y soy un bocazas".
Entre carcajadas y estallidos gesticulares, López habla de su restaurante en su pueblo, en Vilanova i la Geltrú, una apuesta por el slow food.
La comida es fundamental en el filme. A Coixet se le escapa el orgullo: "Ferran Adrià me ha dicho que es una de las películas donde mejor se muestra el mundo de la comida". Ahora, la realizadora descansa después de una dura filmación en el mar de Aral, entre Kazajistán y Uzbekistán. "En el documental muestro las consecuencias de los errores humanos.
Las autoridades dicen que el mar se seca [ha desaparecido el 80% de su volumen y el 60% de su superficie] como producto del calentamiento global, pero en realidad no reaccionaron a tiempo a los desastres locales. Los vecinos no se atreven a quejarse, probablemente por la herencia soviética de silencio, y la contaminación se ha agravado con los restos de los laboratorios secretos del antiguo imperio, que ahora salen a la luz con la desecación. No veo salidas. La vida de un cineasta es ser también testigo de lo que le rodea". Carácter Coixet.
Los mochis son unos pasteles japoneses de pasta de arroz glutinoso. Redondos, esponjosos, bastante pegajosos, de múltiples rellenos. Ryu, la asesina profesional de aspecto frágil que protagoniza la última película de Isabel Coixet, Mapa de los sonidos de Tokio, se alimenta de ellos.
Le gustan los rellenos de fresa. Los mete en el microondas 20 segundos y los deglute con absoluta indiferencia, aunque en su interior parece bullir un pequeño placer.
Por eso, cuando más cerca está de David, el español al que Ryu debería matar y del que sin embargo se enamora, es cuando comparte un mochi, cuya masa, alargada en un hilillo chicloso, une sus bocas. Un momento turbador, mágico, de esos que descubren la química entre dos actores (Rinko Kikuchi y Sergi López). "Son cosas así las que me turban y erotizan", concede Isabel Coixet (Barcelona, 1960).
Ya ha pasado el rodaje vertiginoso -antes de las navidades- en Japón, el montaje urgente para llegar a Cannes, y la presentación a concurso en el certamen francés, donde ganó el premio al mejor sonido; más aún, Coixet ya está metida en sus nuevos proyectos (crear parte del pabellón español en la Exposición de Shanghai 2010 y rematar un documental sobre la inanición del mar de Aral).
Justo antes de coger unos días de vacaciones, necesarios para afrontar el achuchón final antes del estreno comercial el próximo viernes de su nuevo filme -el séptimo de su carrera-, charla un poco sobre su Mapa de los sonidos de Tokio.
Isabel Coixet
Es una película Coixet: sentimientos, drama, imagen cuidada, gusto en el encuadre y en la música
“El único momento luminoso de la vida de ambos protagonistas ocurre cuando se enrollan”
“Ferran Adrià ha dicho que es una de las películas en las que mejor se muestra el mundo de la comida”
Por supuesto, es una película Coixet: sentimientos, drama, cuidado por las imágenes, gusto en el encuadre y en la elección de los temas musicales. Pero hay nuevos elementos: algunos se iban anunciando con el tiempo (su amor por Japón), otros estallan de improviso en la pantalla, como las secuencias sexuales. "La gente me pregunta mucho por ellas.
Creo que nos hemos acostumbrado a que en el cine el sexo empiece a saco, por ejemplo con una mamada, y cuando arrancas de otra manera, como en la vida, parece extraño".
David -un vendedor de vinos en Tokio- y Ryu -una asesina a sueldo que ocupa sus horas trabajando en el mercado de pescado Tsukiji, que abastece a la capital japonesa- se cruzan porque la anterior novia del español se ha suicidado por amor y su padre clama venganza. "El único momento luminoso de las existencias de ambos ocurre cuando se enrollan". David parece marcado por la tragedia, pero Ryu le supera.
Y entre medias camina el narrador, un ingeniero de sonido que graba los ruidos de la ciudad y los murmullos y los actos de sus habitantes, y cae rendido ante Ryu. Coixet ya ha contado infinidad de veces cómo la idea surgió un día en que visitaba la mítica lonja, y en uno de los puestos de Tsukiji una joven pescadera se negó a posar para una foto.
Tanto misterio encendió en la mente de la catalana una chispa: ¿y si esa chica llevara una doble existencia? Lo que no ha contado tanto fueron sus miedos después del arranque. "Me costó mucho vencer la idea de que yo podía escribir un guión sobre Japón. Conozco el país, pero no soy una experta. Ahora me parece un milagro. Ahí está mi Japón imaginario, construido con lo que he visto allí: los bares del barrio Golden Gai, las tribus juveniles que recorren Koenji, las chicas melancólicas que leen en el metro a Murakami...".
Coixet tiene una imagen pública de eterna tímida, de tropezarse en busca de la palabra exacta y acelerarse al hablar. En muchos momentos sí es así, pero en otros deja muy claro lo que quiere y se crece en su carácter. Por ejemplo, cuando habla de Cannes. "Me gustó que Tarantino me abrazara... aunque luego se enamorara de Rinko. O que vieran 1.500 películas para escoger las 20 que concursaran y una fuera la mía. O la fiesta después de la proyección en el festival, con gran sushi y estupendo karaoke [ella cantó Like a virgin].
Pero no me gustó que la prensa española se olvidara del premio que nos llevamos al mejor sonido, o que nos proyectaran el último día. En fin, Cannes es como Benidorm, aunque con más caniches".
También es muy defensora de los suyos. Por ejemplo, de Rinko Kikuchi, candidata al Oscar por su adolescente sordomuda en Babel, de Alejandro González Iñárritu. Es difícil saber quién es o qué piensa Kikuchi.
"Me cuesta el inglés, aunque me gustaría rodar más en este idioma". Prefiere charlar en japonés y acaba frustrando a su traductor. Confiesa que construyó su personaje visualizando "una serpiente". "A veces sí doy importancia en imaginar un animal para asentar un papel. Yo nunca he matado a nadie, y para creerme una asesina visualicé en qué situación mataría a alguien". Poco más. "Me gustó conducir las carretillas que llevan el pescado en el mercado".
Japón es un país con marcados tabúes sexuales -nunca se ve en la pantalla un pubis femenino- y sin embargo posee curiosas espitas que liberan esa tensión -como las máquinas automáticas, recientemente prohibidas, en las que se podían adquirir bragas usadas-.
O los love hotels de Tokio, en la colina de Shibuya, pequeños establecimientos anónimos de delirantes decoraciones en los que las habitaciones se alquilan por horas.
El lugar perfecto para que Ryu y David disfruten su amor a salvo de mirones. ¿Cómo creó Kikuchi los momentos más intensos? "Mi personaje lleva un ritmo regular. Conoce a David y activa su sexualidad. Para mí no es raro, yo estoy de acuerdo con los pensamientos de ella. Yo no soy divertida en el día a día, y adquiero madurez como persona a través de las vivencias de mis papeles".
Coixet, presente en la segunda conversación, acabará defendiéndola. "Rinko se protege mucho. No está cómoda delante de los periodistas. Sin embargo, cuando se entrega, se entrega. Sergi me ayudó muchísimo a que Rinko tuviera confianza en el plató. Nos costó arrancar el primer día, y les puse una canción que me parece muy romántica, Estate, de Aldo Romano, para que entraran en ambiente. Después, todo fue fácil".
Si Rinko Kikuchi charla agazapada, el volcán Sergi López despliega toda su energía esté donde esté. En Tokio hablaba a los visitantes del popular pachinko, un juego en el que los pescaderos pierden sus salarios, o lideraba a los cantantes en el pequeño karaoke de Nobuyoshi Araki, fotógrafo de obra relacionada con la muerte y el sexo, y que ha colaborado en la imagen del filme.
Tras pasar por Cannes y ver en la pantalla el resultado, López explota feliz. "Es una película turbadora, en la que ves que hay un autor detrás. Me gusta cómo cuenta lo del sexo.
Mira, en los guiones esas secuencias se escriben fatal, iguales y muy mecanizadas. Todos follamos diferente, así que el sexo debería ser distinto según el personaje. A Rinko le agradezco que estuviera siempre conmigo. Me refiero a que en el plató se arriesgó tanto como yo, con una brutal intensidad. ¿Qué me sorprendió de Isabel? Verla en el rodaje moviendo ella misma la cámara. En la pantalla, la potencia visual del resultado".
Sergi López comenta su buena suerte. "Cada día me cuesta más engañarme, no oír mi propia voz y aceptar un guión regular sólo por el dinero o porque el director es bueno. Me gusta mi carrera y me reconozco en ella. No puedo ser indiferente al discurso que salga de una película en la que yo haya trabajado. Me importa que cambien el mundo un poco. Vaya, otra frase rimbombante: luego me leo y soy un bocazas".
Entre carcajadas y estallidos gesticulares, López habla de su restaurante en su pueblo, en Vilanova i la Geltrú, una apuesta por el slow food.
La comida es fundamental en el filme. A Coixet se le escapa el orgullo: "Ferran Adrià me ha dicho que es una de las películas donde mejor se muestra el mundo de la comida". Ahora, la realizadora descansa después de una dura filmación en el mar de Aral, entre Kazajistán y Uzbekistán. "En el documental muestro las consecuencias de los errores humanos.
Las autoridades dicen que el mar se seca [ha desaparecido el 80% de su volumen y el 60% de su superficie] como producto del calentamiento global, pero en realidad no reaccionaron a tiempo a los desastres locales. Los vecinos no se atreven a quejarse, probablemente por la herencia soviética de silencio, y la contaminación se ha agravado con los restos de los laboratorios secretos del antiguo imperio, que ahora salen a la luz con la desecación. No veo salidas. La vida de un cineasta es ser también testigo de lo que le rodea". Carácter Coixet.
ENEMIGOS PÚBLICOS
Enemigos Públicos.
Esta es la historia del legendario bandido de la época de la Gran Depresión, John Dillinger (Johnny Depp), el carismático atracador de bancos que se convirtió en el objetivo número uno del incipiente FBI de J. Edgar Hoover y de su mejor agente, Melvin Purvis (Christian Bale), y en un héroe popular para el sufrido pueblo.
Nadie era capaz de detener a Dillinger y a su banda. No había cárcel que se le resistiera. Gracias a su encanto personal y a sus osadas fugas era aplaudido por casi todo el mundo, desde su novia Billie (Marion Cotillard) hasta el hombre de a pie que no sentía simpatía alguna por los bancos que habían hundido el país en la Depresión.
Las aventuras de la banda de Dillinger, que posteriormente incluiría al psicópata Baby Face Nelson (Stephen Graham) y a Alvin Karpis (Giovanni Ribisi), entretenían a la mayoría, pero J. Edgar Hoover (Billy Crudup) tuvo la idea de servirse de la captura del bandido para empezar a transformar su "Bureau of Investigation" (Oficina de investigación) en lo que sería el FBI. Convirtió a Dillinger en el "enemigo público número 1 de América" y lanzó a Purvis, el apuesto "Clark Gable del FBI", tras él.
Pero Dillinger y su banda siempre pudieron con los hombres de Purvis en alocadas persecuciones y tiroteos. Para apresar a Dillinger y a sus hombres, Purvis acabó contratando a un equipo de ex policías de la costa oeste (a los que llamaron agentes) y recurriendo a traiciones épicas, una de ellas protagonizada por la notoria "Dama de rojo" y otra por Frank Nitti, el jefe mafioso de Chicago.
Acabo de ver esta película , hacía tiempo no veia, de Gansters y "polis" y siempre es más atractivo el personaje de los Gansters, inteligentes, desconfíados que se saltaban todas las normas y curiosamente caían bien a la gente. Polis corruptos que jugaban cn el odio y la inquina personal de que "los malos" eran mas litos que ellos.
Curtidos en mil batallas, en la Gran Depresión ellos eran casi heróes para los ciudadanos que veían que los bancos se tragaron su dinero, no robaban ni atracaban para dárselo a los pobres sino para vivir bien.
Genial Johnny Depp,un actor como le dicen polifacético, está que se sale de la pantalla, en realidad una historia "coral" con dos cabezas, johnny Depp por los gansters, y Christian Bale,por los polis que no juegan limpio.
No sé si hacer una "peli" en Chicago de los años 30 tiene algo que ver con la crisis económica mundial o sencillamente fue un capricho del diector Michael Mann, pero me fascinó esa película que cuenta historia de perdedores y no ganadores, ahí no gana nadie y pierden todos.
Siempre encontré los Bancos de esa época fascinantes, enormes, con la categoría de quien guarda y administra todo el Dinero, Bancos donde entran los Gansters y dicen "Arriba las manos, Esto es un Atraco" pues esas frases ya perdidas porque ahora con otras palabras son los propios bancos los que te dicen, Siga usted, esto es un atraco, mueváse lo que quiera pero le vamos a desplumar, es un decir, que seguramente el Sr, botín debe pensar constantenmente....y claro dirán ustedes que tiene que ver lo que escribo, sobre el tema de ser un buen periodista, pues aparantemente nada, pero como siempre que escribo nadie da una señal sobre lo escrito por mi, pues sabiendo ya de memoria lo que debe hacer un buen periodista y un corresponsal de Guerra y no existiendo prensa que pueda ser objetiva, porque no la hay, El Pais es de los pocos que se puede leer , pero tb pasado con filtro, el grupo prisa manda y los Polancos herederos de polancos no hacen un periodismo crítico desde hace ya tiempo, así que esta vez, cantar glorias por estar en Kabul un periodista ,que es lo menos que debe hacer, estar en lugar para hablar sin teletipos de los corresponsales, que es muy bonito leer lo que otros escriben y cuentan , pero en la oficina. Por eso algo así como los polis de Chicago de los Años 30 habiendo otras similitudes con los que hacen un periodismo crítico con el ganster que roba bancos para vivir mejor y la gente encima les aplauden, lo siento pero esta vez prefiero el tema del Cine , hay un "remake" de "enemigo Público nº1" que no se lo puerden perder, está Cark Gable ,!! supremo!!.
y Casi toda la prensa que maneja opinión pues tiene mucho que ver con el Título de la Película ,,,,,,,vayan a verla no sean perezosos ,porque es tremendamente "instructiva" y ahí ya cada uno se instruye como crea conveniente.
Ahh se me olvidaba decir que johnny Depp está guapisimo!!!!
Esta es la historia del legendario bandido de la época de la Gran Depresión, John Dillinger (Johnny Depp), el carismático atracador de bancos que se convirtió en el objetivo número uno del incipiente FBI de J. Edgar Hoover y de su mejor agente, Melvin Purvis (Christian Bale), y en un héroe popular para el sufrido pueblo.
Nadie era capaz de detener a Dillinger y a su banda. No había cárcel que se le resistiera. Gracias a su encanto personal y a sus osadas fugas era aplaudido por casi todo el mundo, desde su novia Billie (Marion Cotillard) hasta el hombre de a pie que no sentía simpatía alguna por los bancos que habían hundido el país en la Depresión.
Las aventuras de la banda de Dillinger, que posteriormente incluiría al psicópata Baby Face Nelson (Stephen Graham) y a Alvin Karpis (Giovanni Ribisi), entretenían a la mayoría, pero J. Edgar Hoover (Billy Crudup) tuvo la idea de servirse de la captura del bandido para empezar a transformar su "Bureau of Investigation" (Oficina de investigación) en lo que sería el FBI. Convirtió a Dillinger en el "enemigo público número 1 de América" y lanzó a Purvis, el apuesto "Clark Gable del FBI", tras él.
Pero Dillinger y su banda siempre pudieron con los hombres de Purvis en alocadas persecuciones y tiroteos. Para apresar a Dillinger y a sus hombres, Purvis acabó contratando a un equipo de ex policías de la costa oeste (a los que llamaron agentes) y recurriendo a traiciones épicas, una de ellas protagonizada por la notoria "Dama de rojo" y otra por Frank Nitti, el jefe mafioso de Chicago.
Acabo de ver esta película , hacía tiempo no veia, de Gansters y "polis" y siempre es más atractivo el personaje de los Gansters, inteligentes, desconfíados que se saltaban todas las normas y curiosamente caían bien a la gente. Polis corruptos que jugaban cn el odio y la inquina personal de que "los malos" eran mas litos que ellos.
Curtidos en mil batallas, en la Gran Depresión ellos eran casi heróes para los ciudadanos que veían que los bancos se tragaron su dinero, no robaban ni atracaban para dárselo a los pobres sino para vivir bien.
Genial Johnny Depp,un actor como le dicen polifacético, está que se sale de la pantalla, en realidad una historia "coral" con dos cabezas, johnny Depp por los gansters, y Christian Bale,por los polis que no juegan limpio.
No sé si hacer una "peli" en Chicago de los años 30 tiene algo que ver con la crisis económica mundial o sencillamente fue un capricho del diector Michael Mann, pero me fascinó esa película que cuenta historia de perdedores y no ganadores, ahí no gana nadie y pierden todos.
Siempre encontré los Bancos de esa época fascinantes, enormes, con la categoría de quien guarda y administra todo el Dinero, Bancos donde entran los Gansters y dicen "Arriba las manos, Esto es un Atraco" pues esas frases ya perdidas porque ahora con otras palabras son los propios bancos los que te dicen, Siga usted, esto es un atraco, mueváse lo que quiera pero le vamos a desplumar, es un decir, que seguramente el Sr, botín debe pensar constantenmente....y claro dirán ustedes que tiene que ver lo que escribo, sobre el tema de ser un buen periodista, pues aparantemente nada, pero como siempre que escribo nadie da una señal sobre lo escrito por mi, pues sabiendo ya de memoria lo que debe hacer un buen periodista y un corresponsal de Guerra y no existiendo prensa que pueda ser objetiva, porque no la hay, El Pais es de los pocos que se puede leer , pero tb pasado con filtro, el grupo prisa manda y los Polancos herederos de polancos no hacen un periodismo crítico desde hace ya tiempo, así que esta vez, cantar glorias por estar en Kabul un periodista ,que es lo menos que debe hacer, estar en lugar para hablar sin teletipos de los corresponsales, que es muy bonito leer lo que otros escriben y cuentan , pero en la oficina. Por eso algo así como los polis de Chicago de los Años 30 habiendo otras similitudes con los que hacen un periodismo crítico con el ganster que roba bancos para vivir mejor y la gente encima les aplauden, lo siento pero esta vez prefiero el tema del Cine , hay un "remake" de "enemigo Público nº1" que no se lo puerden perder, está Cark Gable ,!! supremo!!.
y Casi toda la prensa que maneja opinión pues tiene mucho que ver con el Título de la Película ,,,,,,,vayan a verla no sean perezosos ,porque es tremendamente "instructiva" y ahí ya cada uno se instruye como crea conveniente.
Ahh se me olvidaba decir que johnny Depp está guapisimo!!!!
Para reflexionar pq lo que se dice es una publicación
-MANUEL GARCÍA RAMOS Dicen que los celos no son un problema de amor, sino de amor propio. Es decir, el celoso no desata su ira por haber perdido a un ser amado, o por creer que lo ha perdido, sino por haberse sentido despreciado. Las torpezas del lenguaje llaman a todo eso "violencia de género" y se quedan tan satisfechas.
Yo no sé si el superávit de información es el responsable de que ahora sepamos más casos de hombres desquiciados por abandonos amorosos o traiciones posibles de sus parejas, pero el asunto se ha vuelto una pandemia pasional de la que yo nunca tuve noticia tan desmesurada.
La conformación de las personalidades es la causante de esos arrebatos de violencia contra el otro o, mejor, la falta de conformación de un carácter, la cultura machista y posesiva que niega la libertad de elección de su amada en el momento que lo crea conveniente.
Bien es verdad que esos desajustes amorosos también proceden de otro tipo de desajustes, entre ellos los económicos; la falta de perspectiva laboral, la exclusión social? Desde ese punto de vista, está vigente el viejo principio marxista de que la economía termina por influir en la ideología. Los machos enfurecidos de nuestros días casi siempre tienen detrás una incompetencia profesional o complejos no superados en su juventud.
Digo los machos porque son los más pillados in fraganti en ese tipo de agresiones, aunque también conozco casos de violencia femenina, sobre todo en edades avanzadas del matrimonio.
Me acuerdo ahora de visitar a una pareja de viejitos, familiares de un casero mío, que cada vez que me recibían entablaban discusiones medio absurdas que por regla general concluían con un revés de mano de la señora a su esposo y militar retirado. Era rara la visita que no contara con el guantazo correspondiente, aunque luego la gresca se olvidaba con unas copitas de ginebra para todos que la agresora sacaba de unas mesillas de noche que parecían cantinas de cuatreros.
Siempre me asombraron esas mesillas de noche por la originalidad de sus enseres. Cuando todas las personas mayores guardan en esos muebles somníferos y algún que otro detalle íntimo, la señora del cuento, menuda, autoritaria, con su pelo alzado y muy cuidado, tenía en su habitación alcohol para pegarle fuego a una manzana de viviendas. Ella y su coronel desguarnecido disfrutaban durante la noche de las copas que cuadraran, que, por lo abultado del botellerío, eran unas cuantas y algunas otras más.
En ese escenario, que a nadie se le ocurriría llamar de "violencia de género", sino, más bien, de "violencia de gaznate", el pobre coronel recibía sus sopapos con una paciencia beatífica; tal vez se tratara de la devolución recíproca de los sopapos que él, en su día, había propinado a su señora esposa, ahora convertida en barman y verdugo.
La vida da muchas vueltas y cada una de esas experiencias acumuladas por cualquiera de nosotros nos ilustra de modo definitivo. Nacemos, nos desarrollamos y terminamos quedándonos como esos dos viejitos de mi historia personal. A esa edad ya las pasiones amorosas han desaparecido y emergen los puros rencores de una convivencia que es imperfecta por ley natural.
Desde que Adán y Eva abandonaron el paraíso, el paraíso de la pareja no existe. El matrimonio es una ficción que exige un derroche incesante de fantasía. Dicen que el amor, ese amor intenso que vuelve a dos personas una sola, dura una media de tres años. Un problema de química. Luego queda la convivencia, y ahí está el quid de todo el asunto. Ahí empieza la aventura que los viejitos de mi cuento terminaron rociando de ginebra a todas horas.
Por otro lado, los seres humanos matrimoniados no acaban nunca de aprender a separarse civilizadamente. Siempre hay abogados de por medio, amenazas, cuernos de verdad o de mentira, tiras y aflojas de tutela de hijos, remuneraciones pendientes?
El haber vivido juntos durante mucho tiempo agrava la posvecindad. Alguien ha hablado de lo mal que sabemos vivir con aquellos a quienes conocemos demasiado. Entre dos personas de larga convivencia aumentan estrepitosamente las quejas y las contrariedades recíprocas; no se perdonan una. La mínima discrepancia dispara los enfrentamientos.
Todo eso se intensifica en una separación traumática. Ya no es un problema de desamor, es la tercera guerra mundial particular.
Y ahí nos vemos los amigos aguantando la narración de lo acaecido por uno y otro lado, sin saber a quién darle la razón cuando la razón ha desaparecido del mapa ex matrimonial.
Todos los veranos debemos enamorarnos para saber que estamos vivos. Por lo menos eso es lo que dijo un sabio de la Isla Mauricio en el siglo I de nuestra era: "Sólo el cuerpo animado por el amor contiene el alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto recubierto de carne".
Enamorarnos en el buen sentido de la palabra. Y para ponerles sentido a las palabras no hay como recurrir a los poetas, a los poetas que han tenido algo que decirnos, no a los tratantes de versos académicos. El enamoradizo Rainer Maria Rilke sentenció en su día que el amor acaba en el momento de la confesión mutua; todo lo contrario de lo que cabía esperar.
El amor es un cortejo sin palabras, el amor es una mirada infinita, una interrogación sin respuestas, un sentir que nada somos si esa persona no nos tiene en cuenta. El amor es una inminencia: algo que se presagia y no se comprueba.
No me voy a poner lírico ahora, pero estoy de acuerdo con Rilke, básicamente porque nos ahorra ciertos disgustos y nos excita mucho más. Desde que le damos al amor formato administrativo y eclesial, todo empieza a desmoronarse poco a poco. Es ley de vida, no hay que darle más vueltas. Al final del itinerario nos encontramos con los dos viejos parientes de mi antiguo casero tirándose los trastos a la cabeza y mandándose las copas del insomnio.
Si seguimos la fórmula de Rilke conseguimos enamorarnos muchas más veces y hacemos menos daño. ¿En cuántas ocasiones no hemos cruzado una mirada con otro ser humano que nos deslumbró y todo quedó en eso?
En esas ráfagas de sentimientos intensos nos hemos fijado en alguien que en algo se nos parece. Un gesto, un rictus, una manera de hablar, una manera de callar, el brillo de unos ojos, una sonrisa que no se ultima. Por regla general, nos enamoramos de algo familiar, de algo que nos recuerda a nosotros mismos o de algo que ha formado parte de nuestra experiencia íntima.
Por eso viene a colación lo de los celos como un problema de amor propio; al enamorarnos descubrimos que nos queremos un poco más a nosotros mismos y nos aturde que se termine ese sortilegio porque alguien, distinto a nosotros, lo decida.
El otro día me ocurrió con una joven algo de lo que cuento y pensé en Rilke de inmediato: no sigas más allá, deja que la confesión no se perpetre. Que prevalezca el enigma mutuo. Ella también lo saboreará y ambos nos libraremos de la escena de los guantazos y las copas mal llevadas.
Gracía Ramos siempre con su pedantería a cuestas (yo)
Yo no sé si el superávit de información es el responsable de que ahora sepamos más casos de hombres desquiciados por abandonos amorosos o traiciones posibles de sus parejas, pero el asunto se ha vuelto una pandemia pasional de la que yo nunca tuve noticia tan desmesurada.
La conformación de las personalidades es la causante de esos arrebatos de violencia contra el otro o, mejor, la falta de conformación de un carácter, la cultura machista y posesiva que niega la libertad de elección de su amada en el momento que lo crea conveniente.
Bien es verdad que esos desajustes amorosos también proceden de otro tipo de desajustes, entre ellos los económicos; la falta de perspectiva laboral, la exclusión social? Desde ese punto de vista, está vigente el viejo principio marxista de que la economía termina por influir en la ideología. Los machos enfurecidos de nuestros días casi siempre tienen detrás una incompetencia profesional o complejos no superados en su juventud.
Digo los machos porque son los más pillados in fraganti en ese tipo de agresiones, aunque también conozco casos de violencia femenina, sobre todo en edades avanzadas del matrimonio.
Me acuerdo ahora de visitar a una pareja de viejitos, familiares de un casero mío, que cada vez que me recibían entablaban discusiones medio absurdas que por regla general concluían con un revés de mano de la señora a su esposo y militar retirado. Era rara la visita que no contara con el guantazo correspondiente, aunque luego la gresca se olvidaba con unas copitas de ginebra para todos que la agresora sacaba de unas mesillas de noche que parecían cantinas de cuatreros.
Siempre me asombraron esas mesillas de noche por la originalidad de sus enseres. Cuando todas las personas mayores guardan en esos muebles somníferos y algún que otro detalle íntimo, la señora del cuento, menuda, autoritaria, con su pelo alzado y muy cuidado, tenía en su habitación alcohol para pegarle fuego a una manzana de viviendas. Ella y su coronel desguarnecido disfrutaban durante la noche de las copas que cuadraran, que, por lo abultado del botellerío, eran unas cuantas y algunas otras más.
En ese escenario, que a nadie se le ocurriría llamar de "violencia de género", sino, más bien, de "violencia de gaznate", el pobre coronel recibía sus sopapos con una paciencia beatífica; tal vez se tratara de la devolución recíproca de los sopapos que él, en su día, había propinado a su señora esposa, ahora convertida en barman y verdugo.
La vida da muchas vueltas y cada una de esas experiencias acumuladas por cualquiera de nosotros nos ilustra de modo definitivo. Nacemos, nos desarrollamos y terminamos quedándonos como esos dos viejitos de mi historia personal. A esa edad ya las pasiones amorosas han desaparecido y emergen los puros rencores de una convivencia que es imperfecta por ley natural.
Desde que Adán y Eva abandonaron el paraíso, el paraíso de la pareja no existe. El matrimonio es una ficción que exige un derroche incesante de fantasía. Dicen que el amor, ese amor intenso que vuelve a dos personas una sola, dura una media de tres años. Un problema de química. Luego queda la convivencia, y ahí está el quid de todo el asunto. Ahí empieza la aventura que los viejitos de mi cuento terminaron rociando de ginebra a todas horas.
Por otro lado, los seres humanos matrimoniados no acaban nunca de aprender a separarse civilizadamente. Siempre hay abogados de por medio, amenazas, cuernos de verdad o de mentira, tiras y aflojas de tutela de hijos, remuneraciones pendientes?
El haber vivido juntos durante mucho tiempo agrava la posvecindad. Alguien ha hablado de lo mal que sabemos vivir con aquellos a quienes conocemos demasiado. Entre dos personas de larga convivencia aumentan estrepitosamente las quejas y las contrariedades recíprocas; no se perdonan una. La mínima discrepancia dispara los enfrentamientos.
Todo eso se intensifica en una separación traumática. Ya no es un problema de desamor, es la tercera guerra mundial particular.
Y ahí nos vemos los amigos aguantando la narración de lo acaecido por uno y otro lado, sin saber a quién darle la razón cuando la razón ha desaparecido del mapa ex matrimonial.
Todos los veranos debemos enamorarnos para saber que estamos vivos. Por lo menos eso es lo que dijo un sabio de la Isla Mauricio en el siglo I de nuestra era: "Sólo el cuerpo animado por el amor contiene el alma viva: el desprovisto de amor no es sino un esqueleto recubierto de carne".
Enamorarnos en el buen sentido de la palabra. Y para ponerles sentido a las palabras no hay como recurrir a los poetas, a los poetas que han tenido algo que decirnos, no a los tratantes de versos académicos. El enamoradizo Rainer Maria Rilke sentenció en su día que el amor acaba en el momento de la confesión mutua; todo lo contrario de lo que cabía esperar.
El amor es un cortejo sin palabras, el amor es una mirada infinita, una interrogación sin respuestas, un sentir que nada somos si esa persona no nos tiene en cuenta. El amor es una inminencia: algo que se presagia y no se comprueba.
No me voy a poner lírico ahora, pero estoy de acuerdo con Rilke, básicamente porque nos ahorra ciertos disgustos y nos excita mucho más. Desde que le damos al amor formato administrativo y eclesial, todo empieza a desmoronarse poco a poco. Es ley de vida, no hay que darle más vueltas. Al final del itinerario nos encontramos con los dos viejos parientes de mi antiguo casero tirándose los trastos a la cabeza y mandándose las copas del insomnio.
Si seguimos la fórmula de Rilke conseguimos enamorarnos muchas más veces y hacemos menos daño. ¿En cuántas ocasiones no hemos cruzado una mirada con otro ser humano que nos deslumbró y todo quedó en eso?
En esas ráfagas de sentimientos intensos nos hemos fijado en alguien que en algo se nos parece. Un gesto, un rictus, una manera de hablar, una manera de callar, el brillo de unos ojos, una sonrisa que no se ultima. Por regla general, nos enamoramos de algo familiar, de algo que nos recuerda a nosotros mismos o de algo que ha formado parte de nuestra experiencia íntima.
Por eso viene a colación lo de los celos como un problema de amor propio; al enamorarnos descubrimos que nos queremos un poco más a nosotros mismos y nos aturde que se termine ese sortilegio porque alguien, distinto a nosotros, lo decida.
El otro día me ocurrió con una joven algo de lo que cuento y pensé en Rilke de inmediato: no sigas más allá, deja que la confesión no se perpetre. Que prevalezca el enigma mutuo. Ella también lo saboreará y ambos nos libraremos de la escena de los guantazos y las copas mal llevadas.
Gracía Ramos siempre con su pedantería a cuestas (yo)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)