Vagabundo Bob Dylan
El compositor y cantante fue detenido en un pueblo de Nueva Jersey por una policía que no le reconoció y le confundió con un vagabundo
La agente Kristie Buble patrullaba una noche bajo la lluvia por Long Branch, Nueva Jersey, cuando recibió el aviso de un vecino sobre "un hombre mayor de aspecto excéntrico" que rondaba por los jardines del vecindario. Buble se acercó hasta la zona y allí encontró a un hombre vestido de negro, con pantalones de chándal, unas botas de lluvia y dos chubasqueros con la capucha cubriéndole la cabeza. La policía, pensando que estaba ante un vagabundo, lo detuvo.
El 'vagabundo'era Bob Dylan en persona, pero la agente Buble no se lo creyó y le detuvo el pasado mes de julio.
Lo primero que hizo Buble cuando encontró a Dylan fue "preguntarle que qué hacía en el vecindario, y contestó que estaba buscando una casa que estaba a la venta". "Le pregunté por su nombre y dijo, Bob Dylan", ha explicado Buble posteriormente a ABC News. "Ahora, había visto fotos de Dylan de hace mucho tiempo y para mí no se parecía a Dylan".
Buble sigue con el relato que le ha hecho famosa: "Así que le dije, vale Bob, ¿qué estás haciendo en Long Branch? Dijo que estaba de tour por el país con Willie Nelson y John Mellencap. Así que en ese momento se me puso la mosca detrás de la oreja sobre esta historia".
En ese momento la agente Buble no supo qué creer y tras comprobar que Dylan no tenía ningún tipo de identificación le preguntó que dónde se alojaba y Dylan no fue muy preciso en su respuesta: "los autobuses del tour están aparcados en algún gran hotel junto al océano". "Actuaba de una forma muy sospechosa; estaba diluviando así que le dije, bien Bob, ¿por qué no entras en el coche y vamos hasta el hotel para verificar esto? Realmente no creía que fuera Bob Dylan. Nunca pasó por mi mente esa posibilidad".
Al llegar al hotel, la agente Buble empezó a sospechar que igual su detenido tenía razón al ver unos cuantos autobuses en el aparcamiento. "Fue muy amable, y dijo que entendía que tenía que verificar su identidad.
Me pidió que le volviera a dejar en el vecindario cuando yo verificara su identidad, lo que hizo que sospechara más", ha dicho la agente de policía. Pero a pesar de los autobuses, el sargento de la agente Buble también sospechó del detenido. "Sargento, este tipo dice que es Bob Dylan; El sargento abrió la puerta del coche, miró dentro y dijo, ese no es Bob Dylan", ha contado Buble.
Finalmente Dylan pudo demostrar quién era. Su intento de pasar desapercibido fue la mejor manera de ser la estrella más brillante de la noche. Probablemente vivió lo que sería un buen inicio para una de las historias que ha compuesto y cantado en los últimos cuarenta años.
15 ago 2009
Manchas y arabescos
Manchas y arabescos
Decía Henri Matisse que no había otra cosa en su obra que manchas y arabescos. En su monumental biografía del artista, Matisse (Edhasa; traducción de Isabel Butler de Foley), Hilary Spurling cuenta que en la academia a la que acudió para formarse, en Saint-Quentin en 1891, era uno de los alumnos más expansivos y que, entre sesión y sesión de pintura, se dedicaba a hacer imitaciones o a cantar con su característico acento regional. "Nunca iba al estudio sin su violín", añade.
Tampoco lo olvidó, años después, cuando llegó por primera vez a Niza el día de Navidad de 1917. Pensaba estar sólo unos días y tomó una habitación en un modesto hotel situado en el paseo frente al mar.
Al poco tiempo, ya practicaba una rutina invariable: "Se levantaba temprano, trabajaba toda la mañana y emprendía una segunda sesión de trabajo después de comer, después tocaba el violín, tomaba una cena sencilla (sopa de verdura, dos huevos duros, ensalada y un vaso de vino) y se acostaba temprano".
Ahora, en el Museo Thyssen, en Madrid, se exhibe Matisse 1917-1941 (el comisario es Tomás Llorens) y en la exposición hay varios cuadros en los que aparece el estuche de violín del artista.
Había guerra en Europa cuando Matisse llegó a Niza. La región del Aisne, donde había nacido, había sido devastada y Saint-Quentin, donde canturreaba y tocaba el violín, era ya una ciudad fantasmagórica. "Pinto para olvidar todo lo demás", confesaba por entonces (en la imagen, Interior con violín). Viendo la exposición, y todas las figuras de los cuadros con todo ese aire de sosiego y calma y descanso que transmiten, es difícil imaginar que algunos de ellos se pintaran con el horror de la guerra como ruido de fondo.
Sea como sea, y de su larga etapa vinculada a Niza, que es el periodo que abarca la muestra del Thyssen, Robert Hughes escribió a propósito de una exposición de 1986, que reunió en la National Gallery de Washington 171 obras de ese periodo, que fue un tiempo de lucha y tensión por consolidar su madurez como artista: "Observar las habitaciones de Matisse es como leer una autobiografía reticente, escrita antes de los tiempos en que se esperaba que los autores lo contaran todo.
La calma que irradian no es una expresión de complacencia, sino una táctica contra la ansiedad. Niza permitió a Matisse el equilibrio, mantener de forma continuada el mismo estado mental. 'Después de medio siglo de trabajo duro y reflexión, la pared todavía está allí', le escribió a un amigo".
Eso era lo que contaba del Matisse de Niza el prestigioso crítico de la revista Time.
Y añadía que el instrumento que le había servido para ganar esa batalla contra la ansiedad "fue el color, la revelación de la luz". Justo lo que hay en la exposición de Madrid: ¡olé, olé y olé el color!
Una explosión de color que enloquece. Si su obra entera, como decía el mismo, no son más que manchas y arabescos, podrían tomarse esas manchas y arabescos como los sonidos de su violín transportados a sus telas.
Porque a lo que invitan, todos ellos, es justamente a dejarse llevar: como en una lánguida y melancólica y embriagadora danza infinita.
ACAMPADA MORTAL
Acampada mortal en la montaña
Veinte años después de las muertes de los adolescentes Rosario, Francisco y Pilar, el caso sigue sin aclararse. Su plan de pasar la noche en el monte acabó en tragedia
Hay crímenes famosos, históricos; están los que han ocupado cientos de páginas de periódicos y libros, horas de televisión y metros de película; los hay complejos, perfectos, victorianos, de guerra; los que explican toda una época y de los que se acaba sacando alguna lección moral.
Hay otros a los que el paso del tiempo acaba colocando en la categoría de cosas que pasan.
Los tres niños inhalaban benzol, una peligrosa droga que consumían los más pobres a finales de los ochenta
A la familia de Rosario no le gustaba que saliera con Francisco, un buscavidas del centro de menores
"Cosas que pasan", suelta la mujer de la horchatería en la plaza de Macastre, un pueblo con casi 3.000 habitantes en la comarca de Hoya del Buñol (Valencia). Es un comentario sin mucha intención en medio de una larga explicación algo enrevesada para indicar el camino hasta una caseta junto a Fuente Cuerna, el lugar donde un pastor encontró el cadáver de una joven de 15 años. Fue el 19 de enero de 1989, hace ya 20 años. "Mi cuñado se levantó pronto esa mañana y salió al campo", relata Almendritas, vecina de Macastre, tras el postigo de su casa. "Él no quiere hablar de ese tema porque se pone muy nervioso.
Ha tenido pesadillas y le sienta mal recordarlo. Está muy mayor". La anciana cierra pronto la puerta contando algunos detalles que pueden completarse con lo que se sabe de aquel día.
El pastor se dirigió a la caseta, un cobertizo en la zona de Cuerna junto a la carretera donde guardaba utensilios para el oficio. "Entró y vio a una chica en la cama que él tenía allí, le tocó con un pie y estaba muerta", dice Almendritas reproduciendo el relato de su cuñado.
Se llamaba Rosario Gayete, tenía 15 años y era de Benimamet, una pedanía de Valencia, a unos 40 kilómetros de la caseta donde el pastor descubrió su cuerpo sin signos de violencia.
A partir de ahí comienza la investigación de la Guardia Civil. Los agentes encargados del caso interrogan a los familiares y amigos de la chica. Averiguan que Rosario se había marchado de casa días antes con otros dos chicos, Francisco Valeriano Flores Sánchez -de 14 años y novio de Rosario- y Pilar Ruiz Barriga, de 15. Nadie sabía dónde estaban. Los tres jóvenes habían salido de Benimamet para irse de acampada a los montes de Catadau, a una hora del lugar donde se encontró el cadáver de Rosario.
Los amigos del trío cuentan a los agentes que otras veces habían ido a una casa abandonada de ese pueblo y otros testimonios sitúan a los jóvenes bailando en una discoteca de esa zona. Así que la Guardia Civil empieza a rastrear en los alrededores de la caseta de Macastre en busca de lo que, ya en esos momentos, parece inevitable: encontrar los cuerpos de Francisco y Pilar, o al menos uno de ellos.
Las batidas de los agentes son inútiles en las primeras semanas. Mientras ellos buscan en el campo, una mujer encuentra el pie de una joven en un contenedor de basuras de la calle de Alcácer, en Valencia. Resulta entonces inevitable relacionar esa extremidad con las desapariciones de los chavales, cuyas fotos ya se han difundido en algunos periódicos locales y a los que se busca por toda la provincia.
No es hasta tres meses después del hallazgo del cuerpo de Rosario, el 8 de abril, cuando un campesino descubre el cadáver descompuesto de Francisco a unos 300 metros de la caseta. Un mes más tarde, el 24 de mayo, unos niños hallan el de Pilar junto al río Magro, en el municipio de Turís. Tiene la cara desfigurada. Le faltan un pie y una mano, que han sido cortados con una sierra mecánica.
Lo que la Guardia Civil sabe del caso está en esos meses. La investigación, los análisis forenses y las respuestas que los agentes consiguieron de parientes y conocidos sirven para hacer un puzzle sin muchas piezas, pero del que se puede extraer un esbozo de lo ocurrido horas antes del triple crimen.
Esa imagen relaciona a los jóvenes con el mundo de las drogas y sitúa el comienzo de la historia en el parque de Camales, en Benimamet, a finales de los años ochenta. Niños de familias desestructuradas escogen ese lugar para socializar en torno al consumo de estupefacientes.
Miles de jóvenes españoles están enganchados a la heroína; pero en esa época, si no tienes dinero, lo que está más a mano es inhalar pegamento u otras sustancias similares.
Los tres niños le daban al benzol, un hidrocarburo que se emplea como disolvente y que si se inhala en pequeñas dosis puede causar alucinaciones y somnolencia. En altas cantidades puede causar la muerte por paro cardiaco.
Eso casaba con el resultado de las autopsias que se les practicaron a Rosario y Francisco. Los médicos no encontraron en ellos rastro de estupefacientes, pero la Guardia Civil sacó a relucir esa hipótesis de la muerte accidental como la más probable.
No era descabellado, ni siquiera para las familias que intuían la relación de ambos chicos con las drogas y su afición a frecuentar malas compañías en el parque de Camales. En realidad, quienes más se preocupaban por la situación de su hija eran los padres de Rosario.
No les gustaba que saliera con Francisco, un chico que estaba en un centro de menores por algunos robos de poca monta y que, a pesar de ser un simpático buscavidas, tenía todas las papeletas para acabar en asuntos más turbios.
Los temores de la familia parecieron confirmarse el último día que la vieron con vida. El último día que la vieron con vida, según el testimonio de Antonio Gayete, hermano de Rosario, en un reportaje sobre el caso en Canal Nou, su padre había discutido con ella porque se había llevado algunas joyas de casa.
En fin, joyas robadas, malas amistades, discusiones con la familia. Todo termina en el ambiente del parque de Camales, en el benzol y en un exceso que tenía que acabar en algún momento con la muerte de los tres chicos. Hasta ahí, todo habría seguido encajando con esa hipótesis: paro cardiaco causado por la inhalación de sustancias tóxicas. Pero el descubrimiento del cadáver de Pilar revienta esa posibilidad.
Porque resulta que le falta un pie, y, sí, es el mismo que apareció en la calle de Alcácer. También le faltaba una mano y tenía la cara desfigurada. Los informes forenses determinan que se los han hecho con una sierra mecánica. La Guardia Civil tiene que descartar la hipótesis de la muerte accidental y construir una nueva basada en el asesinato, que nunca llegaron a desechar del todo. No obstante, en la caseta de Macastre se habían encontrado huellas de cuatro personas, los tres adolescentes y alguien desconocido.
Por ahí podrían haber seguido los tiros si la familia de Pilar hubiese reconocido el cadáver.
Fueron a verlo, claro está, pero cuando lo tuvieron delante buscaron una cicatriz en una pierna de la chica que no encontraron. "Mi hermana está desaparecida, pero no muerta", señaló Felisa Ruiz al diario Las Provincias en 1997, "Pilar estaba irreconocible y tenía la cicatriz". ¿Quién era entonces la chica hallada junto al Magro?
Pilar, Pilar y Pilar. Para los agentes que investigaron el caso, nunca dejó de serlo. Siguieron manteniendo la hipótesis del asesinato. Según esta versión, los adolescentes cogen un autobús con destino Catadau sobre las cuatro de la tarde, donde pensaban acampar.
Así lo demuestra un billete encontrado en el bolsillo de Francisco. No tenían vehículo para llegar a Macastre y nada hacía pensar que conocieran la caseta del pastor o que quisieran llegar hasta esa zona. Alguien los llevó allí; quizá la persona que los mató. Quizá alguien que conocía tan bien ese paisaje encrespado y traicionero, que sabía que los montes se tragan los cuerpos para devolverlos tiempo después envueltos en misterio.
Dejando la caseta del pastor a la derecha y subiendo por un camino lleno de matojos, hay algunas casas. En una de ellas, una mujer sale de la piscina con el cuerpo mojado y se tapa con una toalla dispuesta a contestar algunas preguntas.
Detrás, su marido, menos accesible, asiente de vez en cuando a las historias que cuenta la mujer. "Aquí pasan cosas muy raras. Estamos acojonados. Me acuerdo de aquella historia.
Nosotros nos enteramos días después de que apareciera uno de los cadáveres. Estábamos cogiendo caracoles y nos contaron lo que pasó. Pero si estábamos aquí y no habíamos oído nada.
Yo creo que a mi cuñada le pasó algo gordo que no quiere que se sepa. Cada vez que se cuentan estas historias, ella se pone blanca. Y de vez en cuando hemos oído ruidos, como si alguien pasara algo sobre los barrotes de la ventana. Y luego miras y no hay nadie.
Que han pasado cosas raras, ¡eh! Que no ha sido ni una ni dos las veces que han encontrado a alguien muerto por aquí".
El historial de la comarca de Hoya de Buñol como lugar donde tirar cadáveres no ha sido excesivamente documentado, pero un rápido vistazo a las hemerotecas permite encontrar, por ejemplo, el caso de una joven de 20 años enterrada en una zona de campo cercana a Macastre y hallada por una pareja en septiembre de 2008.
Siete años antes, en enero de 2001, un trabajador que revisaba los contadores de luz de las viviendas de la localidad descubrió unos huesos y un cráneo. El forense aseguró que habían sido seccionados con una sierra mecánica.
La Guardia Civil reconoce que se trata de "una zona sensible" a la aparición de cadáveres, pero no aporta datos y descarta la existencia de que alguien que ande por la zona sea el autor de los cuerpos que han aparecido allí en los últimos 20 años.
No siempre pensó así, al menos barajó la posibilidad de que los dos responsables del caso Alcàsser, Antonio Anglés y Manuel Ricart, hubiesen cometido años antes crímenes similares a los de Macastre.
A Ricart le preguntaron por ello, negó los hechos y no hubo forma de ligarlo con la historia de Pilar, Francisco y Rosario, más allá de la presa de Tous, el lugar donde dos apicultores encontraron a las niñas del Alcàsser, a una hora del lugar donde murieron los niños de Benimamet.
Hay más similitudes entre los crímenes que entre las circunstancias que les rodean. La diferencia es tres años de separación entre uno y otro caso. En ese tiempo surgen las televisiones privadas en España (1990), las batallas por las audiencias, los programas televisivos de sucesos. La gente se conmueve siguiendo en directo las atrocidades que Anglés y Ricart hicieron supuestamente a las niñas Desirée Hernández, Miriam García y Antonia Gómez.
El crimen se convierte entonces en un fenómeno social que desde entonces se repite de vez en cuando con los casos más sonados. La policía siente la presión de los medios, así que se especializa cada vez más, se organiza para ser más efectiva.
Nada de eso estaba cuando los tres adolescentes de Benimamet salieron de acampada en enero de 1989. Sus padres no pudieron ni han podido después reclamar nuevas ni mejores autopsias, pruebas de ADN, nuevas investigaciones, cuando aún la historia salía en las noticias.
Eran gente humilde de un barrio deprimido de Valencia, gente que se resignó a aguantar la falta de pistas con la esperanza de que alguien les dijera alguna vez las cosas que les pasaron a sus hijos.
Veinte años después de las muertes de los adolescentes Rosario, Francisco y Pilar, el caso sigue sin aclararse. Su plan de pasar la noche en el monte acabó en tragedia
Hay crímenes famosos, históricos; están los que han ocupado cientos de páginas de periódicos y libros, horas de televisión y metros de película; los hay complejos, perfectos, victorianos, de guerra; los que explican toda una época y de los que se acaba sacando alguna lección moral.
Hay otros a los que el paso del tiempo acaba colocando en la categoría de cosas que pasan.
Los tres niños inhalaban benzol, una peligrosa droga que consumían los más pobres a finales de los ochenta
A la familia de Rosario no le gustaba que saliera con Francisco, un buscavidas del centro de menores
"Cosas que pasan", suelta la mujer de la horchatería en la plaza de Macastre, un pueblo con casi 3.000 habitantes en la comarca de Hoya del Buñol (Valencia). Es un comentario sin mucha intención en medio de una larga explicación algo enrevesada para indicar el camino hasta una caseta junto a Fuente Cuerna, el lugar donde un pastor encontró el cadáver de una joven de 15 años. Fue el 19 de enero de 1989, hace ya 20 años. "Mi cuñado se levantó pronto esa mañana y salió al campo", relata Almendritas, vecina de Macastre, tras el postigo de su casa. "Él no quiere hablar de ese tema porque se pone muy nervioso.
Ha tenido pesadillas y le sienta mal recordarlo. Está muy mayor". La anciana cierra pronto la puerta contando algunos detalles que pueden completarse con lo que se sabe de aquel día.
El pastor se dirigió a la caseta, un cobertizo en la zona de Cuerna junto a la carretera donde guardaba utensilios para el oficio. "Entró y vio a una chica en la cama que él tenía allí, le tocó con un pie y estaba muerta", dice Almendritas reproduciendo el relato de su cuñado.
Se llamaba Rosario Gayete, tenía 15 años y era de Benimamet, una pedanía de Valencia, a unos 40 kilómetros de la caseta donde el pastor descubrió su cuerpo sin signos de violencia.
A partir de ahí comienza la investigación de la Guardia Civil. Los agentes encargados del caso interrogan a los familiares y amigos de la chica. Averiguan que Rosario se había marchado de casa días antes con otros dos chicos, Francisco Valeriano Flores Sánchez -de 14 años y novio de Rosario- y Pilar Ruiz Barriga, de 15. Nadie sabía dónde estaban. Los tres jóvenes habían salido de Benimamet para irse de acampada a los montes de Catadau, a una hora del lugar donde se encontró el cadáver de Rosario.
Los amigos del trío cuentan a los agentes que otras veces habían ido a una casa abandonada de ese pueblo y otros testimonios sitúan a los jóvenes bailando en una discoteca de esa zona. Así que la Guardia Civil empieza a rastrear en los alrededores de la caseta de Macastre en busca de lo que, ya en esos momentos, parece inevitable: encontrar los cuerpos de Francisco y Pilar, o al menos uno de ellos.
Las batidas de los agentes son inútiles en las primeras semanas. Mientras ellos buscan en el campo, una mujer encuentra el pie de una joven en un contenedor de basuras de la calle de Alcácer, en Valencia. Resulta entonces inevitable relacionar esa extremidad con las desapariciones de los chavales, cuyas fotos ya se han difundido en algunos periódicos locales y a los que se busca por toda la provincia.
No es hasta tres meses después del hallazgo del cuerpo de Rosario, el 8 de abril, cuando un campesino descubre el cadáver descompuesto de Francisco a unos 300 metros de la caseta. Un mes más tarde, el 24 de mayo, unos niños hallan el de Pilar junto al río Magro, en el municipio de Turís. Tiene la cara desfigurada. Le faltan un pie y una mano, que han sido cortados con una sierra mecánica.
Lo que la Guardia Civil sabe del caso está en esos meses. La investigación, los análisis forenses y las respuestas que los agentes consiguieron de parientes y conocidos sirven para hacer un puzzle sin muchas piezas, pero del que se puede extraer un esbozo de lo ocurrido horas antes del triple crimen.
Esa imagen relaciona a los jóvenes con el mundo de las drogas y sitúa el comienzo de la historia en el parque de Camales, en Benimamet, a finales de los años ochenta. Niños de familias desestructuradas escogen ese lugar para socializar en torno al consumo de estupefacientes.
Miles de jóvenes españoles están enganchados a la heroína; pero en esa época, si no tienes dinero, lo que está más a mano es inhalar pegamento u otras sustancias similares.
Los tres niños le daban al benzol, un hidrocarburo que se emplea como disolvente y que si se inhala en pequeñas dosis puede causar alucinaciones y somnolencia. En altas cantidades puede causar la muerte por paro cardiaco.
Eso casaba con el resultado de las autopsias que se les practicaron a Rosario y Francisco. Los médicos no encontraron en ellos rastro de estupefacientes, pero la Guardia Civil sacó a relucir esa hipótesis de la muerte accidental como la más probable.
No era descabellado, ni siquiera para las familias que intuían la relación de ambos chicos con las drogas y su afición a frecuentar malas compañías en el parque de Camales. En realidad, quienes más se preocupaban por la situación de su hija eran los padres de Rosario.
No les gustaba que saliera con Francisco, un chico que estaba en un centro de menores por algunos robos de poca monta y que, a pesar de ser un simpático buscavidas, tenía todas las papeletas para acabar en asuntos más turbios.
Los temores de la familia parecieron confirmarse el último día que la vieron con vida. El último día que la vieron con vida, según el testimonio de Antonio Gayete, hermano de Rosario, en un reportaje sobre el caso en Canal Nou, su padre había discutido con ella porque se había llevado algunas joyas de casa.
En fin, joyas robadas, malas amistades, discusiones con la familia. Todo termina en el ambiente del parque de Camales, en el benzol y en un exceso que tenía que acabar en algún momento con la muerte de los tres chicos. Hasta ahí, todo habría seguido encajando con esa hipótesis: paro cardiaco causado por la inhalación de sustancias tóxicas. Pero el descubrimiento del cadáver de Pilar revienta esa posibilidad.
Porque resulta que le falta un pie, y, sí, es el mismo que apareció en la calle de Alcácer. También le faltaba una mano y tenía la cara desfigurada. Los informes forenses determinan que se los han hecho con una sierra mecánica. La Guardia Civil tiene que descartar la hipótesis de la muerte accidental y construir una nueva basada en el asesinato, que nunca llegaron a desechar del todo. No obstante, en la caseta de Macastre se habían encontrado huellas de cuatro personas, los tres adolescentes y alguien desconocido.
Por ahí podrían haber seguido los tiros si la familia de Pilar hubiese reconocido el cadáver.
Fueron a verlo, claro está, pero cuando lo tuvieron delante buscaron una cicatriz en una pierna de la chica que no encontraron. "Mi hermana está desaparecida, pero no muerta", señaló Felisa Ruiz al diario Las Provincias en 1997, "Pilar estaba irreconocible y tenía la cicatriz". ¿Quién era entonces la chica hallada junto al Magro?
Pilar, Pilar y Pilar. Para los agentes que investigaron el caso, nunca dejó de serlo. Siguieron manteniendo la hipótesis del asesinato. Según esta versión, los adolescentes cogen un autobús con destino Catadau sobre las cuatro de la tarde, donde pensaban acampar.
Así lo demuestra un billete encontrado en el bolsillo de Francisco. No tenían vehículo para llegar a Macastre y nada hacía pensar que conocieran la caseta del pastor o que quisieran llegar hasta esa zona. Alguien los llevó allí; quizá la persona que los mató. Quizá alguien que conocía tan bien ese paisaje encrespado y traicionero, que sabía que los montes se tragan los cuerpos para devolverlos tiempo después envueltos en misterio.
Dejando la caseta del pastor a la derecha y subiendo por un camino lleno de matojos, hay algunas casas. En una de ellas, una mujer sale de la piscina con el cuerpo mojado y se tapa con una toalla dispuesta a contestar algunas preguntas.
Detrás, su marido, menos accesible, asiente de vez en cuando a las historias que cuenta la mujer. "Aquí pasan cosas muy raras. Estamos acojonados. Me acuerdo de aquella historia.
Nosotros nos enteramos días después de que apareciera uno de los cadáveres. Estábamos cogiendo caracoles y nos contaron lo que pasó. Pero si estábamos aquí y no habíamos oído nada.
Yo creo que a mi cuñada le pasó algo gordo que no quiere que se sepa. Cada vez que se cuentan estas historias, ella se pone blanca. Y de vez en cuando hemos oído ruidos, como si alguien pasara algo sobre los barrotes de la ventana. Y luego miras y no hay nadie.
Que han pasado cosas raras, ¡eh! Que no ha sido ni una ni dos las veces que han encontrado a alguien muerto por aquí".
El historial de la comarca de Hoya de Buñol como lugar donde tirar cadáveres no ha sido excesivamente documentado, pero un rápido vistazo a las hemerotecas permite encontrar, por ejemplo, el caso de una joven de 20 años enterrada en una zona de campo cercana a Macastre y hallada por una pareja en septiembre de 2008.
Siete años antes, en enero de 2001, un trabajador que revisaba los contadores de luz de las viviendas de la localidad descubrió unos huesos y un cráneo. El forense aseguró que habían sido seccionados con una sierra mecánica.
La Guardia Civil reconoce que se trata de "una zona sensible" a la aparición de cadáveres, pero no aporta datos y descarta la existencia de que alguien que ande por la zona sea el autor de los cuerpos que han aparecido allí en los últimos 20 años.
No siempre pensó así, al menos barajó la posibilidad de que los dos responsables del caso Alcàsser, Antonio Anglés y Manuel Ricart, hubiesen cometido años antes crímenes similares a los de Macastre.
A Ricart le preguntaron por ello, negó los hechos y no hubo forma de ligarlo con la historia de Pilar, Francisco y Rosario, más allá de la presa de Tous, el lugar donde dos apicultores encontraron a las niñas del Alcàsser, a una hora del lugar donde murieron los niños de Benimamet.
Hay más similitudes entre los crímenes que entre las circunstancias que les rodean. La diferencia es tres años de separación entre uno y otro caso. En ese tiempo surgen las televisiones privadas en España (1990), las batallas por las audiencias, los programas televisivos de sucesos. La gente se conmueve siguiendo en directo las atrocidades que Anglés y Ricart hicieron supuestamente a las niñas Desirée Hernández, Miriam García y Antonia Gómez.
El crimen se convierte entonces en un fenómeno social que desde entonces se repite de vez en cuando con los casos más sonados. La policía siente la presión de los medios, así que se especializa cada vez más, se organiza para ser más efectiva.
Nada de eso estaba cuando los tres adolescentes de Benimamet salieron de acampada en enero de 1989. Sus padres no pudieron ni han podido después reclamar nuevas ni mejores autopsias, pruebas de ADN, nuevas investigaciones, cuando aún la historia salía en las noticias.
Eran gente humilde de un barrio deprimido de Valencia, gente que se resignó a aguantar la falta de pistas con la esperanza de que alguien les dijera alguna vez las cosas que les pasaron a sus hijos.
La vida que nos toca vivir
Al leer la entrevista del hijo de Faly que hizo a su padre poco antes de morir me ha dado tristeza porque Faly no está ya con nosotros, pero una inmensa alegría de ver como su hijo pequeño tiene interés y orguyo por la vida política e implicaciones de su padre.
Nunca ha sido mi caso, aunque somos una generación de luchadores y yo iba en otra linea diferente, quizás porque fue la úica que había entonces y cuando llegaron otros tenía ya muy seguro que si alguna vez no respondía a mis expectativas de Cambio, no entraría en ninguna otra afiliación revolucionaria.
Yo perteneci al Partido Comunista y mi militancia exigia de preparación, convención e Ilusión, cuando empezaron a flaquear alguna de ellas me fui a mi lucha particular en otros campos.
Nunca he sido requerida por ningún familiar cercano a mi en que consistió nada de lo que pudimos hacer y como lo lograbamos en un lugar como Canarias, tan lejos entonces, nadie ha querido saber nunca como además siendo mujer lo teníamos más dificil y como madre que me salté todas las normas, nunca ni mi hijo ha tenido esa curiosidad de como podía enfrentarme a todo, más bien aunque no haya palabras acerca de mi, en mi entorno familiar, es como si hubiera sido todo "un capricho "de querer cambiar el mundo entero.
Es decir que vivía a cuerpo de rey ,cuando a las 3 de la mañana venía la policía para hacer una redada o tirando panfletos me detuvieron, o manifestándome me pegaron una enorme paliza que ni yo misma me creía que fueran así de salvajes, todo era un caprichito o una tontería de las mias. Nadie me ha preguntado como en vísperas de las últimas ejecuciones en menos de una hora desalojamos la casa y llevamos cuna sillita y cosas del niño, que siempre tenía preparadas porque yo huía con lo puesto pero un niño necesita de otras cosas, como me tuve que ir de Canarias con casi un bebé a emprender una vida llena de interrogantes a otro lugar, es extraño, leyendo lo que David pregunta a su padre y como Faly responde, yo misma me siento tan vacía, jamás , acabo de pensar mi hijo me ha preguntado nada por mi pertenencia a un partido ni por la sociedad de entonces......es triste , no sé si es que tb piensa como otros de la familia que mi lucha, nuestra lucha ,fue un capricho de niña tonta.
Nunca ha sido mi caso, aunque somos una generación de luchadores y yo iba en otra linea diferente, quizás porque fue la úica que había entonces y cuando llegaron otros tenía ya muy seguro que si alguna vez no respondía a mis expectativas de Cambio, no entraría en ninguna otra afiliación revolucionaria.
Yo perteneci al Partido Comunista y mi militancia exigia de preparación, convención e Ilusión, cuando empezaron a flaquear alguna de ellas me fui a mi lucha particular en otros campos.
Nunca he sido requerida por ningún familiar cercano a mi en que consistió nada de lo que pudimos hacer y como lo lograbamos en un lugar como Canarias, tan lejos entonces, nadie ha querido saber nunca como además siendo mujer lo teníamos más dificil y como madre que me salté todas las normas, nunca ni mi hijo ha tenido esa curiosidad de como podía enfrentarme a todo, más bien aunque no haya palabras acerca de mi, en mi entorno familiar, es como si hubiera sido todo "un capricho "de querer cambiar el mundo entero.
Es decir que vivía a cuerpo de rey ,cuando a las 3 de la mañana venía la policía para hacer una redada o tirando panfletos me detuvieron, o manifestándome me pegaron una enorme paliza que ni yo misma me creía que fueran así de salvajes, todo era un caprichito o una tontería de las mias. Nadie me ha preguntado como en vísperas de las últimas ejecuciones en menos de una hora desalojamos la casa y llevamos cuna sillita y cosas del niño, que siempre tenía preparadas porque yo huía con lo puesto pero un niño necesita de otras cosas, como me tuve que ir de Canarias con casi un bebé a emprender una vida llena de interrogantes a otro lugar, es extraño, leyendo lo que David pregunta a su padre y como Faly responde, yo misma me siento tan vacía, jamás , acabo de pensar mi hijo me ha preguntado nada por mi pertenencia a un partido ni por la sociedad de entonces......es triste , no sé si es que tb piensa como otros de la familia que mi lucha, nuestra lucha ,fue un capricho de niña tonta.
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