Las fotos más deseadas
ISABEL Y SU MAL DÍA. El lomanismo avanza con paso firme. Prueba de ello es la presencia de Carmen Lomana en la boda del mes. La divina posó junto a Marta Sánchez y Paloma Cuevas. Todo es empezar. Muy cerca, en otra foto, andaban Elena Cué y Miriam Lapique, a quienes Lomana no eclipsó porque todavía le sacan unos cuantos millones de ventaja.
A cambio, Lomana les saca a ellas un club de fans. Luce Lomana (antes Lamona) traje largo de Cavalli, frente ancha a lo Preysler y joyamen a tono con los colores del vestido. No parece que en la elección del atuendo haya intervenido Mario Vaquerizo, representante de la leonesa universal (después de León Felipe y ZP). Ella siempre busca en el fondo de armario los modelos que se adaptan más a su personalidad y no han sido paseados por modeluquis, como le confesó a Rosa Villacastín.
Mención especial merece también Genoveva Casanova, que por prestarle atención al cantante Luis Miguel, descuidó el atuendo y se enfundó un traje de Carolina Herrera con el que, desde el otro lado de la cámara, parecía una tieta.
En cuanto a Preysler, ella tampoco tuvo su mejor día. Por primera vez, Isabel Preysler no ha controlado el reportaje, lo cual resulta imperdonable en una mujer que cuida hasta el último detalle del Photoshop.
La climatología atlántica arruinó cabezas habitualmente bien peinadas como la de Ana Rosa Quintana, Marta Sánchez y el propio novio. Hermosa, aunque excesiva en brillos, iba Paloma Cuevas. Y las damas de honor, un poco coristas con su rojo-alfombra-roja. El mundo de ultramar, bien representado. En cuanto a la familia del novio, apenas rastro.
Y qué quieren que les diga: de la familia Polanco, apenas rastro.
26 jul 2009
Famosos por orden alfabético
Famosos por orden alfabético
El veraneo persiste, al menos como concepto. Cuando azotó la crisis de los 90, mucha gente optó por quedarse en la ciudad y veranear en las terrazas, pero hasta eso ha decaído. Hablo de Madrid, que ha sido sucesivamente capital de tascas, baretos y terrazas.
Las terrazas fueron a la noche lo que las piscinas al día. Había mucha afición y constituían un punto de encuentro. Antes ibas a una terraza y te hacías la crónica del día siguiente. Ahora, en cambio, no te haces ni la crónica del siglo pasado. Las terrazas siguen existiendo, pero ya no se habla de ellas. Los guiris están cada vez más ceñidos a la sangría y los callos de la plaza Mayor. Fuera de ahí todo es sushi, parquímetros, McDonald's y túneles. Cosas de Gallardón.
Días atrás me permití el lujo de echarme a la noche para hacer un trabajo de campo sobre las nuevas terrazas. No encontré nada. Ni una estrella del pop o un rico en bermudas, ni un gran hermano en desuso, ni un friki peripatético. Los primeros estaban todos en la boda de Tenerife.
Los segundos, en Sálvame. Y es que la crisis ha calado también entre los desheredados de la fama. Este año, en Madrid, no pasa nada. Si acaso, pasa la tele, que es una gran terraza con vistas al patio (de monipodio). El jueves, dos periodistas de Sálvame -Jimmy Jiménez-Arnau y Pipi Estrada- se convirtieron en noticia como consecuencia de un enfrentamiento con directos al hígado. A uno (Pipi) le costó la expulsión. A otro (Jimmy), una intervención quirúrgica. Los más ingenuos confiamos en que todo haya sido un truco para captar audiencia.
En Sálvame, Jorge Javier Vázquez, destroyer cualificado (sin guión y sin manos) ofrece sinfonía de menudillos a la carta. Vázquez no se abrocha el primer botón de la americana ni tose para aclararse la voz, como hacían los clásicos de Prado del Rey. Él es en sí mismo un formato alternativo. Del barrio al Olimpo de las figuras. Chiquito pero matón, listo como el hambre, ingenioso y controvertido, Vázquez se adueña del mensaje y el medio. Lo último: ha convertido en plató las puertas de los retretes.
Excepto en Sálvame, donde para entrar es imprescindible desconocer quién es Jaime (de) Polanco, en los demás telecotilleos hablan de la boda. Me refiero a la boda de Tenerife. Bien es verdad que una boda reina mientras no se celebre otra que la suplante, y ya circula la especie de que Dolores (de) Cospedal ultima los detalles para poner fin a su soltería. Mientras llega y no llega el día (que no llegará, pues la ex miss Albacete lo ha organizado todo para evitar que trascienda), seguiremos hablando de la otra boda. La de Jaime (de) Polanco y Fiona (de) Ferrer.
La mayoría de los invitados coincide en que fue un despropósito. En la casa madre (Prisa) algunos escritores y periodistas permanecen escondidos bajo las alfombras para no tener que pronunciarse. Esta semana, Hola ofrece la boda propiamente dicha. Dentro de unos días, si Dios o Polanco no lo remedian, veremos las fotos de la fiesta que precedió al enlace, con los invitados vestidos de blanco y calzando zapatos oscuros.
Polanco y Fiona Ferrer han sido los responsables de uno de los movimientos de población más sonados de las últimas décadas. Más que una boda, aquello parecía un parque temático.
Los famosos fueron invitados por riguroso orden alfabético, desde Bisbal a Preysler y desde Simoneta Gómez-Acebo a Cristina Tárrega. Hasta Carmen Lomana estaba allí. Unos atribuían la avalancha demográfica a la tenacidad de Fiona, que desde Navidad ha estado cursando invitaciones. Otros, al feliz novio, que concentra en su persona dos reclamos: uno, el apellido de resonancias magnéticas (Polanco) y otro, el cargo: jefe de la división estratégica del grupo Prisa. Hubo, sin embargo, un tercer reclamo: las condiciones económicas de la excursión a Tenerife.
El viaje y la estancia en la isla corrían a cargo de los invitados, si bien la organización tuvo el detalle de obsequiarles con un descuento en el hotel (propiedad de la familia del novio). Me queda por saber si también les fue proporcionada la pulserita del all included.
El veraneo persiste, al menos como concepto. Cuando azotó la crisis de los 90, mucha gente optó por quedarse en la ciudad y veranear en las terrazas, pero hasta eso ha decaído. Hablo de Madrid, que ha sido sucesivamente capital de tascas, baretos y terrazas.
Las terrazas fueron a la noche lo que las piscinas al día. Había mucha afición y constituían un punto de encuentro. Antes ibas a una terraza y te hacías la crónica del día siguiente. Ahora, en cambio, no te haces ni la crónica del siglo pasado. Las terrazas siguen existiendo, pero ya no se habla de ellas. Los guiris están cada vez más ceñidos a la sangría y los callos de la plaza Mayor. Fuera de ahí todo es sushi, parquímetros, McDonald's y túneles. Cosas de Gallardón.
Días atrás me permití el lujo de echarme a la noche para hacer un trabajo de campo sobre las nuevas terrazas. No encontré nada. Ni una estrella del pop o un rico en bermudas, ni un gran hermano en desuso, ni un friki peripatético. Los primeros estaban todos en la boda de Tenerife.
Los segundos, en Sálvame. Y es que la crisis ha calado también entre los desheredados de la fama. Este año, en Madrid, no pasa nada. Si acaso, pasa la tele, que es una gran terraza con vistas al patio (de monipodio). El jueves, dos periodistas de Sálvame -Jimmy Jiménez-Arnau y Pipi Estrada- se convirtieron en noticia como consecuencia de un enfrentamiento con directos al hígado. A uno (Pipi) le costó la expulsión. A otro (Jimmy), una intervención quirúrgica. Los más ingenuos confiamos en que todo haya sido un truco para captar audiencia.
En Sálvame, Jorge Javier Vázquez, destroyer cualificado (sin guión y sin manos) ofrece sinfonía de menudillos a la carta. Vázquez no se abrocha el primer botón de la americana ni tose para aclararse la voz, como hacían los clásicos de Prado del Rey. Él es en sí mismo un formato alternativo. Del barrio al Olimpo de las figuras. Chiquito pero matón, listo como el hambre, ingenioso y controvertido, Vázquez se adueña del mensaje y el medio. Lo último: ha convertido en plató las puertas de los retretes.
Excepto en Sálvame, donde para entrar es imprescindible desconocer quién es Jaime (de) Polanco, en los demás telecotilleos hablan de la boda. Me refiero a la boda de Tenerife. Bien es verdad que una boda reina mientras no se celebre otra que la suplante, y ya circula la especie de que Dolores (de) Cospedal ultima los detalles para poner fin a su soltería. Mientras llega y no llega el día (que no llegará, pues la ex miss Albacete lo ha organizado todo para evitar que trascienda), seguiremos hablando de la otra boda. La de Jaime (de) Polanco y Fiona (de) Ferrer.
La mayoría de los invitados coincide en que fue un despropósito. En la casa madre (Prisa) algunos escritores y periodistas permanecen escondidos bajo las alfombras para no tener que pronunciarse. Esta semana, Hola ofrece la boda propiamente dicha. Dentro de unos días, si Dios o Polanco no lo remedian, veremos las fotos de la fiesta que precedió al enlace, con los invitados vestidos de blanco y calzando zapatos oscuros.
Polanco y Fiona Ferrer han sido los responsables de uno de los movimientos de población más sonados de las últimas décadas. Más que una boda, aquello parecía un parque temático.
Los famosos fueron invitados por riguroso orden alfabético, desde Bisbal a Preysler y desde Simoneta Gómez-Acebo a Cristina Tárrega. Hasta Carmen Lomana estaba allí. Unos atribuían la avalancha demográfica a la tenacidad de Fiona, que desde Navidad ha estado cursando invitaciones. Otros, al feliz novio, que concentra en su persona dos reclamos: uno, el apellido de resonancias magnéticas (Polanco) y otro, el cargo: jefe de la división estratégica del grupo Prisa. Hubo, sin embargo, un tercer reclamo: las condiciones económicas de la excursión a Tenerife.
El viaje y la estancia en la isla corrían a cargo de los invitados, si bien la organización tuvo el detalle de obsequiarles con un descuento en el hotel (propiedad de la familia del novio). Me queda por saber si también les fue proporcionada la pulserita del all included.
25 jul 2009
PERO HAY UN "antes"
Jaime Polanco y Fiona Ferrer se han casado en Tenerife
La pareja ha estado rodeada de amigos y familiares que no han querido perderse este día tan señalado
Jaime Polanco y Fiona Ferrer se han dado el 'sí, quiero' en Tenerife
La isla canaria ha sido el punto de reunión de los más de 500 invitados al enlace, cuyas celebraciones comenzaron el pasado miércoles
Jaime Polanco y Fiona Ferrer se han casado en Tenerife
La pareja ha estado rodeada de amigos y familiares que no han querido perderse este día tan señalado
Tenerife se ha convertido estos días en el punto de encuentro de familiares y amigos que no han querido perderse el enlace de Jaime Polanco y Fiona Ferrer. Él es sobrino del fallecido Jesús Polanco, fundador del Grupo Prisa, y se encarga de los asuntos de la empresa en América Latina. La novia, por su parte, es la responsable de la agencia de modelos Elite en España. (Conocían esa empresa)
El Abama Hotel de la isla canaria ha sido el enclave de tres días de celebraciones, que han culminado con el ‘sí, quiero’ de los novios con una ceremonia en la tarde del sábado y su posterior fiesta. Sin duda, un lugar de ensueño para una fecha tan importante.
Los medios locales señalaban que la pareja ha ido recibiendo a los más de 500 invitados desde el pasado miércoles. Si nos adentramos en el secreto mejor guardado de cada boda, el vestido de la novia, cabe señalar que la prensa ha asegurado que sería un diseño de la conocida modista Rosa Clará. Por el momento, no se conocen los detalles del mismo.
Semanas atrás, los novios acudían en Madrid a una cena organizada en su honor por el matrimonio colombiano formado por Carlos y Loreta Mattos, a la que asistían un nutrido grupo de rostros conocidos. Entre los asistentes, figuraron los nombres de Paloma Cuevas y Enrique Ponce, Miguel Báez, ‘Litri’ y su mujer, Carolina Herrera -hija de la célebre diseñadora Carolina Herrera- Ana Rosa Quintana y su marido, Juan Muñoz, Ágatha Ruiz de la Prada, Carla Royo-Villanova, Marisa Jara y su novio, Chente, Cari Lapique, Nicolás Vallejo-Nágera, Nuria González y Genoveva Casanova.
De esta larga lista invitados, muchos de ellos también han compartido con Jaime y Fiona el día su boda. Es el caso de Genoveva Casanova, quien se sabe que lució un elegante vestido de seda negro con un lazo de organza, de Carolina Herrera, que combinó con joyas de la firma Vasari de oro blanco y brillantes, que también lució en las fiestas previas a la boda
Suscribirse a:
Entradas (Atom)