Un Blues

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15 abr 2020

Personas mayores: entre nosotros no hay descartables

El autor, ex ministro de Costa Rica y vicedirector de la FAO, cuenta su experiencia de confinamiento por la Covid-19 en este país y cómo, en él y en Italia, la población defiende más el derecho a la vida de sus mayores que al posible impacto económico.

Una mujer mayor ataviada con sombrero disfruta en solitario de un día de sol en el Queen's Park Savannah, el principal parque de Puerto España (Trinidad y Tobago), pese a las restricciones y la orden de quedarse en casa.
Una mujer mayor ataviada con sombrero disfruta en solitario de un día de sol en el Queen's Park Savannah, el principal parque de Puerto España (Trinidad y Tobago), pese a las restricciones y la orden de quedarse en casa. EFE

 

Hace unos días seguí el debate entre el gobernador de Nueva York y los conservadores estadounidenses.
 Cuomo decía “aquí toda vida es preciosa” mientras, en la acera de enfrente, el popular show de Glenn Beck, ícono entre los conservadores, difundía propuestas para no sacrificar la economía, tales como que el efecto de inmunidad comunitaria (herding) era preferible al aislamiento.
 Beck lo resumía así: “Incluso si todos nos enfermamos, es mejor morir que matar al país” (traducción libre, publicado el 29 de marzo del 2020, en Common Dreams).

Leí con profunda tristeza los relatos de médicos italianos de cuánto les dolía negar un respirador a un anciano cuando, presionados por la escasez, tenían que optar entre su vida y la de otro enfermo de menor edad y con más probabilidades de sobrevivir.
 A pesar del desconsuelo de los profesionales en salud, esta era una decisión basada en un protocolo y principios éticos no por etnia, riqueza, orientación sexual religión o nacionalidad.
Por esas vicisitudes de la vida he visto la llegada de la pandemia en Italia y Costa Rica.
 En ambos países atestigüé una inmensa mayoría de la población defendiendo el derecho a la vida de sus mayores y solo una minoría más preocupada por el posible impacto en su situación económica.

Vivo mi cuarentena en Costa Rica, aquí nadie se ha atrevido a defender la tesis utilitaria y el país sigue atento a cuantas unidades de cuidados intensivos se encuentran disponibles. 
Los servicios de la salud pública dan acompañamiento a los ancianos y proveen de alimentos a los niños que ya no van a los comedores escolares, el país entero llora cada muerto (a la fecha, tres) y cada paciente recuperado es motivo de celebración.
 Después de más de 40 días en el país no he podido ir a ver a mi madre, ni a la mayoría de mi familia.
 Simplemente, acepto que el no visitarla es una muestra de amor y respeto.
 Adulta mayor de 87 años, con 12 de padecer Alzheimer, ella y los de su condición son para mí y para una inmensa mayoría de la sociedad costarricense e italiana no descartables.
Finalmente, pienso que el grueso de la población en estos dos países acató las instrucciones por altruismo.
 El acatamiento es y ha sido la norma.
 Lo que no he escuchado hasta ahora ni en Italia ni en Costa Rica es a políticos o dirigentes empresariales relevantes defender la primacía de la economía sobre la vida de los más vulnerables.
 Por ahora puedo dormir tranquilo; para los costarricenses y para los italianos mi madre no es descartable.
 ¡Para estos pueblos toda vida es preciosa!

René Castro es vicedirector general de la FAO y ocupó las carteras de Exteriores y de Medio Ambiente y Energía de Costa Rica entre 1994-2014 como ministro.

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