El anterior monarca, Bhumibol, y su esposa Sirikit, fueron respetados por sus ciudadanos porque consiguieron un período de apertura al turismo y modernización para el país.

El
polémico y excéntrico rey Vajiralongkorn de Tailandia se aisla de la
pandemia mundial lejos de su país y refugiado en el Grand Hotel
Sonnenbichl, en la ciudad bávara de Garmisch-Partenkirche, que ha
reservado entero para él y su séquito, entre el que se encuentran 20
concubinas, a quienes algunos medios aseguran tiene organizadas como si
se tratara de un ejército: con uniformes, galones, jerarquías...
Algunos
hablan de fetichismo sexual, otros de otra más de las salidas de tono
de este monarca al que acompaña la controversia desde antes incluso de acceder oficialmente al trono en mayo de 2019, después de un exótico ritual por el que fue erigido semidiós pasados tres años de la muerte de su padre.
También
podía haber decidido quedarse en la mansión que tiene junto al lago de
Starnberg, a menos de 30 kilómetros de Múnich.
Pero él va improvisando y
saltándose el confinamiento a su antojo para realizar, por ejemplo, un viaje de ida y vuelta a su país para estar presente en las celebraciones del día de Chakri,
festividad que conmemora en Bangkok la llegada al trono de la dinastía
de la que él es ahora máximo representante.
Le acompañó su discreta
esposa, la reina Suthida, a quien recogió haciendo escala en Zúrich,
donde vive gran parte del tiempo alojada en otro hotel, el Waldegg
situado en la localidad de Engelberg, a unos 87 kilómetros de la capital
financiera de Suiza.
Que estos dispendios sean pagados por las arcas tailandesas no parece preocupar mucho a su rey, acostumbrado a que su idoneidad sea cuestionada desde que fue proclamado heredero en 1971
pero protegido por una ley de lesa majestad que castiga con cuantiosas
multas y hasta 35 años de cárcel cualquier comentario negativo sobre la
familia real, sus mascotas incluidas.
Sin embargo, el aprecio por los
monarcas tailandeses no ha sido siempre como ahora.
Los padres del
actual rey, el difunto rey Bhumibo, que lideró el país durante 70 años, y
su esposa Sirikit de Tailandia, consiguieron la veneración de la gran
mayoría de sus súbditos.
Bhumibol, aficionado al jazz y a
la vela, sí contaba con el respeto de los ciudadanos de su país. Junto a
su esposa consiguió dar a Tailandia una imagen de modernidad y paz que
lo abrió al comercio internacional y, sobre todo, al turismo.
Él
consiguió representar el timón certero que conducía a una nación
políticamente muy dividida y donde los militares dieron un golpe de
Estado en 2014.
Pero tras su historia política hubo otra personal que
también tuvo que ver mucho con su éxito tanto dentro como fuera de sus
fronteras, y esta tuvo nombre de mujer. Se trató de quien se convirtió
en su esposa en 1950 y que hoy recibe el trato de reina madre: Sikirit
de Tailandia.
Hija del coronel Mom Chao, se educó en los países en los que
su padre fue ejerciendo funciones diplomáticas para su país: Francia,
Dinamarca, Reino Unido y, después en Suiza.
La pareja se conoció
precisamente en este país, donde Bhumibol Adulyadej también estudiaba,
porque aunque ya era rey por entonces, era menor de edad.
Ella manifestó
años más tarde que “le odió” en su primer encuentro –algo en lo que
puede que influyera que llegó tres horas tarde–, pero que su impresión
cambió radicalmente cuando volvieron a verse mientras él se recuperaba
de las secuelas de un accidente de tráfico. Sirikit era apenas una
adolescente y quería ser pianista profesional, pero se enamoraron, se
comprometieron y ella volvió con él a Tailandia para convertirse en su
esposa y en la bella reina que representó a su país por todo el mundo.
Su
belleza y estilo al vestir fueron una de sus cartas de presentación en
Occidente.
En 1965, por ejemplo, la edición estadounidense de la revista
Vogue publicó un gran reportaje sobre los monarcas tailandeses y
la legendaria Diana Vreeland, entonces directora de la publicación,
describió a la reina Sirikit así:
“Creo que es la cosa más bonita del
mundo, como una florecilla, vestida con las ropas más exquisitas, y
Alexandre [un conocido peluquero francés] le hace todos sus peinados y
ornamentos”.
Esta era la imagen de cuento de las mil y una noches que
transmitía el reino de Siam entonces.
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Las firmas francesas, y en concreto Pierre Balmain, fueron
las que forjaron su imagen de símbolo de moda en todo el mundo.
Fue fiel
a Balmain hasta principios de los noventa y después combinó las
creaciones de Dior, Givenchy y Valentino con otras marcas locales.
También se hizo muy famosa por las fabulosas joyas que lucía en público,
muchas de ellas encargos especiales a la famosa joyería Van
Cleef&Arperls.
Pero no solo hubo alabanzas a su
estilo y belleza, también se descubrió como una excelente relaciones
públicas y a partir de principios de los años ochenta como una reina
preocupada y volcada en su faceta solidaria.
En el primer aspecto se la
ha terminado por considerar como un personaje que ejerció una gran
influencia en la Corte, especialmente entre la crisis que vivió su país
en 2008 y la muerte de su esposo en 2016.
También
demostró su buen hacer en 1956 cuando su marido decidió cumplir la
tradición y, como budista que era, ingresó durante un tiempo como monje
en un monasterio.
En ese periodo Sirikit asumió las riendas de la corona
y su buena labor hizo que fuera nombrada Comdej Phra Boromarajninat (un
título que viene a significar algo así como reina consorte).
En su país
se la llama “la madre de todos los tailandeses”, y el día de su
cumpleaños es también oficialmente el día de la madre en Tailandia.
En el segundo aspecto, como anfitriona de actos solidarios,
tuvo una presencia constante, promovió numerosas galas benéficas, cenas
conciertos..., que reunían a personajes de la alta sociedad tanto en su
propio país como fuera de él. En todos ellos lucía su estilo impecable y
su característica sonrisa y derrochaba esa clase que no todo el mundo
tiene. Esa afición a la moda, también hizo que en 2012 creara el Museo
del textil de reina Sirikit, que expone algunos de los vestidos de
Balmain, las maletas de Louis Vuitton con las que la pareja viajó por
todo el mundo y otros efectos personales.
Un museo que ha sido
calificado como “una pequeña joya” en medio de Bangkok por algunos
medios internacionales.
Todas estas características no han convertido en ciega a Sirikit, que ahora es reina madre, y siempre ha sido consciente de las debilidades de su primogénito, el
actual rey de Tailandia, especialmente por su excesiva afición por las
mujeres.
Sirikit y Bhumibol tuvieron otras tres hijas, pero la ley del
país prohíbe que una mujer pueda llegar al trono aunque, según han
comentado distintos observadores, si que hay una de ellas, la princesa
Maha Chakri Siringhorn, que parece haber heredado las aptitudes
políticas de sus padres.
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