La candidatura del portero a la presidencia de la Federación de Fútbol pone punto y final a la vida en Oporto de la pareja.
Iker Casillas no concibe la vida lejos del fútbol. Se crió con una pelota entre los pies y, a punto de cumplir 39 años, quiere seguir vinculado a este deporte con el que ha alcanzado la gloria —tres Ligas de Campeones con el Real Madrid y dos Eurocopas y un Mundial con la selección española—.Quien durante un lustro ha sido considerado por la FIFA y la UEFA el mejor portero del mundo quiere ser el nuevo presidente de la Federación Española de Fútbol, una decisión que ha comunicado en sus redes sociales:
“Sí, me presentaré a la Presidencia de la RFEF cuando se convoquen las elecciones.
Juntos vamos a poner nuestra Federación a la altura del mejor fútbol del mundo: el de España. #IkerCasillas2020”.
El anuncio no ha sorprendido a sus compañeros.
Casillas siempre ha sido un líder en los vestuarios en los que ha estado.
Por su veteranía ha llevado el brazalete de capitán muchos años en el Real Madrid y en la selección española, y le ha tocado defender los intereses de sus compañeros.
Él era, por ejemplo, el encargado de negociar las primas y los acuerdos publicitarios.
Aunque carece de una formación académica superior, conoce el mundo del fútbol y a sus dirigentes como pocos.
Cambiar la portería por un despacho le apetece.
Sabe que ganar las elecciones al actual presidente, Luis Rubiales, no será tarea fácil, pero está decidido a jugar también este partido.
No ha sido fácil para Casillas el último año.
Desde que en mayo pasado se le paró el corazón ve la vida de manera diferente y, más aún, desde que su esposa, Sara Carbonero, iniciara una dura batalla contra el cáncer.
Estos tiempos convulsos han unido más a esta pareja, que hasta ese momento vivía una ola de fama y triunfo profesional.
Han sido 10 meses en los que ambos han estado apartados de su trabajo.
Casillas vinculado al Oporto en tareas más de representación y despacho, y Carbonero enfocada en su tratamiento.
Oporto ha sido el destino elegido para pasar esta delicada etapa, una ciudad en la que se han sentido protegidos gracias a un cierto anonimato, pero cerca de España y de los suyos.
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