Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 ene 2020

Marisol, el mito es para siempre


Marisol lo ha sido todo en España y América. Pero un buen día decidió desaparecer. Retirada en su Málaga natal, no se espera su presencia ni en la gala de los Goya donde se le va a rendir homenaje.
 Reconstruimos la historia del mito con quienes mejor la conocen y las imágenes del fotógrafo que más veces la retrató en su juventud.
QUE NO ME miren, que no me hablen, que no me llamen, que no se acuerden de mí…
 No irá, pero allí estará.
 En la pantalla, entre los cuchicheos y los recuerdos de los asistentes a la gala de los Goya del próximo 25 de enero. Transfigurada en música, con algún número de sus canciones interpretado por su hija Celia Esteve antes de que quizás María, su otra hija, actriz, recoja el premio honorífico que le ha otorgado el cine español. 
No acudirá, dicen en su familia. No por soberbia ni por desprecio, pero lo agradece.
 No, no y no.
 Es la respuesta que Pepa Flores esgrime sin fisuras, sin excepciones, sin complejos desde que se apartara del foco hace 35 años.
Silencio, retiro. Adiós. 
Marisol sigue ahí, en nuestras vidas y entre nuestros espectros amables de luz y tecnicolor.
 Que la dejen tranquila, que no quiere revivir el pasado y a nadie le importa lo que trata de ser en el presente, ya definitivamente retirada en Málaga, la ciudad donde nació hace 71 años.
 Pero Pepa Flores continúa viva en el recuerdo de un país que viajó, como ella, del franquismo sociológico a la modernidad mientras se sacudía telarañas de la cabeza a ritmo de twist y después con letras comprometidas de cambios y revoluciones. 


Un retrato de Pepa Flores realizado a finales de 1972.
Un retrato de Pepa Flores realizado a finales de 1972.
Inútil hacerle ofertas millonarias para el regreso. De hecho, ha recibido varias y ni las ha contemplado.
 No desea, por nada del mundo, revivir los ecos de lo que resultó, en gran parte para ella, un infierno. Olvidémosla… nos suplica. 
Pero es imposible.
 Y en esta era de narcisismo en masa y a velocidad de la luz, en esta fiebre de Instagram, Facebook, YouTube, talent shows por doquier y telerrealidad, no resulta sencillo entender un gesto de dignidad semejante.
“Ha decretado su propia libertad de perderse. Está a otro nivel”, asegura Mariano Barroso
Hay que intentar, de todas formas, arrancarle algo.
 Poner en práctica la regla suprema del periodismo repelida por ella: que hable, que diga cualquier cosa.
 De ahí este perfil. ¿Con qué derecho nos metemos a hacerlo? ¿Para qué publicarlo? ¿A qué fin volver a despertar el interés en alguien que lo rechaza de lleno? Quizás en eso, en indagar acerca de los puntos ciegos —que diría Javier Cercas— sin respuesta, consiste gran parte de la gracia de este trabajo hoy en día. 
Y siempre.
Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, lo sabe. 
Y lo tiene comprobado estos meses como nadie. 
Respeta esa guarida de sombra donde se esconde Marisol. Su no, contundente, en apenas nada favorecerá a la gala. Pero le fascina.
 ¿Son conscientes los responsables de su gremio de que el premio honorífico que no será recogido por la homenajeada se ha convertido en el más mediático que han otorgado hasta la fecha? 
“Sigue viva y vigente, pero así es ella, ha decretado su propia libertad de perderse.
 Es un mito. 
Y vivos apenas existen. 
Desde que decidió salir, nadie la ha podido utilizar.
 Ha conseguido elevarse a otro nivel, el de la integridad a toda costa”, afirma Barroso.
De una forma similar trata de explicarlo Massimo Stecchini, su pareja desde hace 30 años
. A él no le importa hablar y se erige en portavoz sin problemas.
 Para que queden claras sus razones.
 Barroso confía en que quizás, en el último minuto, baje de casa y lo recoja. 
Pero Stecchini es firme: no y que no.
 Comprobar cómo se deshace en explicaciones es algo digno de escuchar. 
Este florentino de 60 años que recaló en Málaga y difuminó su acento toscano en andaluz de pura cepa se transforma en saeta al teléfono.
Imagen de una sesión fotográfica de 1969.
Imagen de una sesión fotográfica de 1969.
—Es muy difícil mantener el equilibrio en esta situación. Pepa está encantada con las muestras de afecto. Pero lo pasa muy mal.
 Ante todo quiere preservar su derecho a olvidar, y en este caso es complicado, más con todo este cariño que suscita. Pero es mi mujer, mi niña, y cuando le viene ese velillo de tristeza por los ojos a mí se me parte el alma. 
Mira que ella es incapaz de hacer un mal gesto y sabe que el Goya de Honor es un reconocimiento y lo agradece, y se recogerá, como es lógico.
 Pero es que cada vez que aparece por algo o surge por algo, siempre tiene que entrar uno que te joda la vida.
 Y en el caso de mi Pepita es que no hay nadie ni nada, ni cheque en el mundo, que la cambie.
El hecho de hablar contradice su elección de ser alguien no público: no desea crear malentendidos. 
Y eso es. Explícalo de la mejor forma que puedas, por favor. Ella ha ido solventando la vida sin dolor y sería tremendo volver otra vez a revivir cosas. 
Nada, no queda otra salida que la normalidad. De esa boca no va a salir una palabra. Porque todo el mundo quiere hablar de su pasado. 
¿A que de ella no os interesa el futuro? Y no lo tomes como un gesto de egolatría, ¡qué va! Todo lo contrario. Hace 35 años decidió que no hablaría y es complicado. Tú a mí llámame las veces que quieras, a tu disposición, a vuestra disposición siempre, pero ella nada.
Claro queda, Massimo. Aun así, hace 20 años, Carmen Alcaide le hizo una entrevista para El País Semanal. 
 Y poco antes, Jesús Rodríguez escribió un perfil en esta misma publicación para el que tuvo que arrancarle por teléfono algunas frases que completó también al otro lado del portero automático de su domicilio: 
“No he borrado mi rastro. Está ahí. La que no estoy soy yo”.
 Una frase que multiplicaba su efecto desaparición por arte de birlibirloque.
 Pero que fue una decisión muy meditada y radical. Cumplida a rajatabla desde que lo decidiera en 1985 después de presentar en el Festival de San Sebastián la película Caso cerrado, de Juan Caño. 
Ese título se bifurcaba en símbolo y clausuraba también una carrera de 20 películas que había comenzado en 1960 con Un rayo de luz.
 El músico lo recuerda hoy en una terraza de La Colina, cerca de Torremolinos, donde, según él, explosionó el pop español a principios de los setenta: 
“Aquel concierto de homenaje fue un acto irreverente pero respetuoso”, comenta. Cuando pensó en montarlo, fue a verla y se lo contó. Ella preguntó por qué. Y Ojeda le respondió, de usted, sin tutearla en ningún momento: “Fuimos mi mujer y yo y nos temblaban las piernas. Pues ella estaba más cortada que nosotros, así, muy menudita, vestida sencilla”, cuenta. 
“Vamos a ver: usted es musa gay, diva pop, icono de izquierdas, estrella flamenca y de la copla. ¿Le parece poco? Lo que queremos hacer es reivindicarla como leyenda de la música…”. 
A Pepa Flores le entusiasmó: “Ay, eso me encanta, hijo”.
Retrato de 1964.
Retrato de 1964.
Con la carta desmintió también muchas de las teorías que recaen sobre ella. 
Hartos estuvimos de los setenta en adelante de oír que Pepa Flores había asesinado a Marisol.Si fuera así, ¿por qué aquel mensaje lo firmó con ambos nombres?
 Su hermana Vicky, además, asegura que ambas conviven en ella. “Marisol es la persona que más respeta Pepa Flores”, afirma. 
“Eso me ha pedido a mí que lo diga. Porque ahí sigue Marisol, intacta, nadie la ha agredido ni se ha reído de ella. Mi hermana nunca la mató, ni quiso que se hiciera tal cosa. Sigue firmando con ese nombre. 
Mira además la de veces que siguen programando sus películas en la tele, tantas que, como decimos aquí en Málaga, resulta hasta jartible.
 Pero ahí está, nadie se atreve ni a parodiarla siquiera”. 

Su hija Celia incluso grabó un disco de tributo con canciones de las dos sin que aquello creara un cisma familiar: al contrario. 
En aquel concierto de homenaje, interpretó con Ojeda Corazón contento y se unió a otros artistas como Zenet, el rapero Gordo Master, Dry Martina, la flamenca Genara Cortés… 
La fuerza malagueña en torno a una leyenda. En la gala de los Goya está previsto que Celia interprete algo de Marisol. “Todavía no sabemos qué”, contaba justo antes de que acabara el año. 
Lo mismo que rehuía hablar de su madre para este perfil. “De mi música, lo que quieras, pero sobre ella no”.
Retrato de 1973, cuando la artista vivió su momento 'flower power'.
Retrato de 1973, cuando la artista vivió su momento 'flower power'.
Bastante además se ha escrito. Porque a Pepa Flores como musa de la Transición y figura que crecía y se desarrollaba como una especie de símbolo en el viaje colectivo que España experimentó de la dictadura a la democracia la retrataron Francisco Umbral, Rosa Montero, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Marsé, Manuel Vicent, Maruja Torres, José Manuel Caballero Bonald…
 Y ahora el poeta y musicólogo Luis García Gil,  que publicó en 2018 Marisol-Pepa Flores.
 Corazón rebelde (editorial Milenio), un libro que ahonda en ella como figura pop y referente de cierta mística warholiana.
 “Los acercamientos a su figura suelen ser superfluos, metidos de lleno en el barrizal de la prensa del corazón. 
Marisol, en Río de Janeiro en los setenta.
Marisol, en Río de Janeiro en los setenta.
 

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