Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

24 ene 2020

Alcohol, sexo, toreros y flamenco, los grandes amores de Ava Gardner en Madrid

'Arde Madrid', la serie original de Movistar+ creada y dirigida por Paco León y Anna R. Costa, refleja por qué una mujer tan independiente como Ava decidió vivir en la España franquista.

Foto: La actriz Ava Gardner. (Movistar+)

La actriz Ava Gardner. (Movistar+)
 
 

 Arde Madrid', la serie de Paco León de la que todo el mundo habla, recién estrenada por Movistar+, repasa distintos y sonados episodios vividos por la actriz norteamericana Ava Gardner durante 10 intensos días de 1961 en la capital.

 Sin embargo, durante los 13 largos años que residió en España, la actriz se volvió loca de amor por Madrid

Aquí se emborrachó y enamoró de su olor, su ambiente, sus fiestas, el flamenco, el alcohol y los hombres hasta decir basta.

Ava descubrió España en 1950 cuando vino a rodar aquí 'Pandora y el Holandés errante' donde interpretaría un personaje premonitorio: la mujer amada por todos los hombres, pero incapaz de conseguir la felicidad. Ella misma lo confesaría en sus memorias:

"Nada de lo que hice antes o después de Pandora tuvo un impacto igual en mi vida. 
Gracias a ella, descubrí España, y en España viví como nunca antes había vivido".
Y aquí se enamoró del clima, del sol, del carácter español, de la fiesta nacional y de los toreros. 
Todos los tópicos de nuestro país fueron la auténtica pasión del "animal más bello del mundo".
 Debi Mazar da vida a Ava Gardner en 'Arde Madrid'. (Movistar )

Entraba a matar por la puerta grande

Nada podía gustarle más que rematar la noche con una buena faena y si era con un varón latino y torero mucho más.
 Matadores objeto de deseo, y dispuestos a la conquista, siempre ha habido en España.
 Lo difícil en aquella época no era encontrarlos, sino que estuvieran dispuestos a ser "utilizados" por una mujer, algo de lo que siempre hizo gala la actriz. 
Le encantaba el sexo, y era lo que sobre todo buscaba en los hombres.
En 'Pandora' se topó con Mario Cabré, un apuesto torero y actor, y con planta de galán latino.
 Cayó rendido a sus pies, o eso dicen. A los pocos días de comenzar el rodaje, saltó el rumor del idilio entre ambos. Hacían buena pareja: ella tenía 28 años y él 34.
 El romance, sin embargo, no cuajó. 
Ni los poemas de amor que le escribía el matador, por cierto bastante malos, ni su pésimo inglés contribuyeron a consolidar una historia de amor con poco recorrido desde un principio, más allá del buen sexo que dicen, proporcionaba a la actriz.
 Y menos todavía ayudó, el tercer marido de Gardner, Frank Sinatra, que en cuanto se enteró, aterrizó en España y cortó el idilio por lo sano.
Imagen de la serie 'Arde Madrid'. (Movistar )
En abril de 1953, Ava Gardner aprovechó un parón del rodaje de 'Mogambo' en Italia, para disfrutar de unas vacaciones en España. Fue entonces cuando se cruzó otro guapo y famoso torero en su vida, Luís Miguel Dominguín
El romance o la "locura de amor" que enseguida surgió entre ambos, se alargó a duras penas, hasta finales de 1954. Dejó eso sí para la historia una de las anécdotas más conocidas sobre ambos, ya convertida en leyenda.
 Nada más terminar de hacer el amor, Luis Miguel Dominguín se levantó de la cama, se vistió y cuando estaba a punto de coger la puerta, Ava le preguntó: "¿A dónde vas?".
 Y él, impertérrito, respondió: "Pues dónde voy a ir. ¡A contarlo!". Ambos eran guapos y la relación tenía mucho de literario: al fin y al cabo, no todos los días se conjugaba la pasión de un torero con el pedigrí de una gran estrella de Hollywood.
La actriz Ava Gardner. (Movistar )
España fue el refugio de la protagonista de 'La noche de la iguana', el lugar donde el animal más bello del mundo pudo alejarse de las imposiciones de Hollywood y vivir su particular capea, con la única persona que la igualaba en eso de beberse la vida: un torero español.
 De nuevo, los celos de Frank Sinatra enturbiaron este romance. El idilio terminó en septiembre de 1954. 
Años más tarde, él la seguía recordando con cariño: "Era la más guapa y la más fiera. 
Tenía yo una loba muy feroz en una jaula".

La actriz Ava Gardner llega al aeropuerto de Barajas procedente de Londres. (Movistar /EFE) 
La actriz Ava Gardner llega al aeropuerto de Barajas procedente de Londres. (Movistar /EFE)

La fiesta de día y de noche

 

 

 

La fiesta nacional para Ava Gardner no solo era el mundo de los toros y toreros, sino y sobre todo significaba noches de lujuria, desenfreno y alcohol mucho alcohol.
Los actores y actrices norteamericanos que aterrizaban en España se volvían locos con la vida nocturna de Madrid.

 Ofrecía para unos pocos acaudalados, todo lo que prohibía para el resto de los mortales la dictadura.
Había un mundo canalla, lujoso y nocturno donde los aristócratas se codeaban con gente del espectáculo, un universo de mansiones y fiestas privadas, de clubes tablaos, y locales donde las fiestas seguían a puerta cerrada, muchas horas después de las horas del cierre.
 En medio de ese mundo y entre trago y trago, Ava se movía como pez en el agua.
Las verdaderas juergas Ava Gardner las vivía en los tablaos flamencos

Entre los sitios que más frecuentaba se encontraba la terraza del restaurante Riscal (Calle Marqués de Riscal, 11), actualmente cerrado.
 Nada más subirse al ascensor, ya se quitaba los zapatos y pasaba la velada descalza.
 Como toda estrella internacional Chicote (Gran Vía, 12) era parada obligada.
 "Aunque solía empezar la tarde allí con una buena copa de whisky acompañada de su criada negra, no era uno de sus lugares preferidos.
 Estaba constantemente firmando autógrafos, y sobre todo siempre había paparazzis esperándola en la puerta. 
La actriz tenía fobia a la prensa", rrecuerda un camarero que entonces trabajaba en el emblemático local.
Pero las verdaderas juergas las vivía en los tablaos flamencos.
 Allí aprendió a taconear, entre conquista y conquista. El Corral de la Morería (Calle Morería, 17), Torres Bermejas (Calle Mesonero Romanos, 11), Los Gabrieles (Calle Echegaray, 17), actualmente cerrado, o Villa Rosa (Plaza de Santa Ana, 15), propiedad de Lola Flores y El Pescaílla, y que después de pasar a ser discoteca ha vuelto a convertirse en tablao, son alguno de todos esos locales. Pero del que era clienta asidua era de El Duende (actual Los Gitanillos, calle Claudio Coello, 48), que ahora es un restaurante.
 Con Antonio El Bailarín, el pianista Paco Miranda o Enrique Herreros, el dibujante, entre otros, se sentaba junto a Pastora Imperio, una de las dueñas del local, a ver cuadros flamencos.
'A Letter From Ava'. (Movistar /Clarence Sinclair Bull)
'A Letter From Ava'. (Movistar /Clarence Sinclair Bull)
Muchas de esas fiestas tenían lugar en su casa.
 Lucía Bosé, a pesar de haberle 'robado' a uno de sus grandes amores, se convertiría en gran amiga y asidua a las mismas, en su domicilio del barrio madrileño de El Viso: "Allí había desde gente que recogía por la calle, hasta militares de la base americana, bandas de música… 
En su casa podía entrar desde Orson Welles hasta un indigente".

La leyenda en torno a sus juergas en su casa se ha mantenido viva. No solo por el ruido infernal que levantaba a sus vecinos cada noche, entre ellos al General Perón, sino porque no tenían fin. 
"Ella no decía nunca cuando acababa la fiesta, cuando se cansaba se iba a dormir y dejaba que el resto se fueran yendo a su ritmo", recordó en su momento la actriz.
Una de las anécdotas que más marcó a Anna R. Costa, guionista con Paco León de 'Arde Madrid', y que se produjo en una de aquellas fiestas, fue el concurso de beber bourbon que enfrentó a Luís Miguel Dominguín y a la estrella. 
"Se retaron a ver quién aguantaba más bebiendo de un trago de una botella
Él se bebió un cuarto. Ella se la bebió entera. Imagínate el nivel de las fiestas", recordó recientemente la creadora.

Imagen de la serie 'Arde Madrid'. (Movistar )
Imagen de la serie 'Arde Madrid'. (Movistar )

Se lo bebió todo

Quienes la conocían bien, quienes quemaban la noche con ella, decían que no tenía fondo.
 Se lo bebía y fumaba todo. Tumbaba a cualquiera, tenía más aguante que nadie, y borracha no respetaba nada ni a nadie.  
No tenía freno. Y lo peor es que bajo efectos del alcohol que tanto amaba, su personalidad mutaba.
 Se volvía irascible e insoportable, agresiva, y conflictiva.


Combatía la soledad con un trago tras otro.
 Bebía lo que le pusieran: aguardiente, coñac, whisky, café, ginebra, bourbon.
 Y terminaba muchas noches sola y borracha por las calles de Madrid. Su mayor adicción, su mayor pasión como tantas otras, se convirtió en su perdición.
Murió sola y alcoholizada el 25 de enero de 1990 en Londres de una neumonía a los 67 años. 3 años antes, una apoplejía le paralizaba medio rostro al “animal más bello del mundo. “ Como si envejecer ya no fuera suficiente castigo”, se refería así a su parálisis. 
“La belleza me lo dio y me lo quitó todo. Sin embargo, mentiría si dijera que perder mi atractivo no me importa. Me hace sufrir como a cualquier hijo de vecino”.
Pero Frank Sinatra siempre se ocupó de ella economicamente.

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