"Después de la ola de ansiedades que me arrasó este verano, siento tranquilidad”, dice el presentador. Su enfermedad le ha hecho reflexionar y la terapia se ha instalado en su vida.
Se encienden las luces, se abre el plano, las cámaras enfocan a quien ejercerá de jefe de pista en este circo que es la televisión del entretenimiento y comienza el espectáculo.Jorge Javier Vázquez, el presentador estrella de Telecinco, reirá hasta las lágrimas, se enfadará con alguno de sus colaboradores, tonteará con el invitado más macizo o se pondrá serio, mucho, si alguien traspasa las que considera líneas rojas.
Se apagan los focos, los espectadores se alejan del televisor y cada uno de ellos lo hace creyendo a ciencia cierta que le conocen. Prepotente, triunfador, sobrado, superficial, para unos.
Entrañable, inteligente, brillante, poderoso, inseguro para otros.
Todo y nada es cierto, porque Jorge Javier Vázquez, además de rey de las audiencias, es persona y personaje, una afirmación que puede valer para cualquiera pero que en su caso establece una frontera que poca gente se toma la molestia de atravesar deslumbrados por el brillo o las sombras de la popularidad.
El límite entre sus dos vidas, que en realidad son la misma, solo lo marca la máscara que le otorga el maquillaje con el que se asoma, día sí noche también, a los hogares españoles o con el que se sube con respeto y emoción a los escenarios teatrales desde hace cuatro años, cuando cumplió 45.
Sentado en el salón de su casa a las afueras de Madrid se muestra tranquilo ante la inminente operación que le hará pasar por el quirófano por segunda vez desde que sufrió un ictus el pasado mes de marzo y habla sin tapujos de cómo la edad y su inesperada enfermedad le han hecho reflexionar y relajarse.
De cómo la terapia y la meditación han llegado a su vida para quedarse y de la tranquilidad que siente ahora, "después de la ola de angustias y ansiedades que me arrasó este verano".
“Yo era el mariquita del bloque y mi padre de los que pensaban que mejor muerto que tener un hijo maricón”, ha dicho en alguna ocasión.
Ahora recuerda a su progenitor con cariño y con la pena de que su muerte temprana le impidiera ver los triunfos profesionales del hijo con quien fue tan exigente.
Pero eso es ahora. Cuando se enfrentó por primera vez a su infancia, mientras escribía su libro La vida iba en serio, sufrió. “La recordé con muchísimo dolor porque me vi incomprendido, con un secreto oculto que era mi homosexualidad que no pude compartir con ningún miembro de mi familia y con una vida muy solitaria”, afirma.
Pero no se equivoquen, a los 49 años no guarda fantasmas. Se ríe mucho, incluso de sí mismo, se reconoce como “un gran tímido que en el trabajo se atreve a hacer cosas que nunca haría en la vida real” y ha dejado de luchar consigo mismo.
“Ya no tengo miedo al silencio, me he reconciliado con mi espacio porque muchas veces mi casa ha sido mi enemiga y pensaba que estar en ella era una pérdida de tiempo, y no me peleo con mi trabajo.
Aceptar lo que es el trabajo y la vida es fundamental, parece sencillo, pero cuando lo haces empiezas a relajarte”.
En un rincón un piano Steinway que se regaló por su cuarenta cumpleaños y que ahora utiliza su profesor de canto en sus clases semanales; en otra zona un pequeño gimnasio que usa a diario y, como ruido de fondo, el trasteo en la cocina del matrimonio que trabaja en su hogar, “con quienes me llevo muy bien y me hacen la vida muy agradable”.
Toda la adrenalina y despreocupación que derrocha en los platós se convierte en sincera reflexión ante preguntas sobre la vida fuera de ellos. ¿Qué le hace feliz? “El día a día”.
¿Cuál es su concepto de familia? “Ha variado con el paso de los años. Nos vemos poco pero me gusta que hayamos convertido en natural la ausencia en fechas claves y que en nuestra relación prime más la calidad que la cantidad”.
¿Es de muchos o de pocos amigos? “Es que yo no necesito ver a la gente, con hablar por teléfono me basta.
También he descubierto a varias personas muy interesantes por las redes sociales, nos contamos cosas muy íntimas, nos descojonamos, hacemos facetime, pero no nos conocemos en persona”.
¿Echa de menos tener pareja? “No. Mi ex [Paco, con quien vivió durante 10 años y con quien rompió a principios de 2018] es mucho más que una pareja, es mi familia, ya no concibo mi vida sin que él esté.
Si pienso en el momento de que él tenga una pareja… quiero que sea feliz, eso es el amor.
Lo que yo soy para él y él es para mí no lo va a sustituir ninguna otra persona. Él ha estado en los momentos más conflictivos de mi vida personal y profesional y eso no me lo va a quitar nadie”.
Emulando la curva de la vida que los concursantes de Gran Hermano realizan, Jorge Javier Vázquez señala los puntos destacados de la suya:
“Lo que más me ha marcado sin duda ha sido mi homosexualidad. Si antes me hubieras preguntado si prefería ser gay o no, te hubiera contestado que no.
Ahora te diría que sí, porque creo que me ha hecho mejor persona, empatizar y entender los sufrimientos, miedos e inseguridades de otros”.
Los otros grandes momentos han sido cuando se trasladó a trabajar a Madrid. "Los años junto a Ana Rosa Quintana, porque me descubrieron una popularidad agradable y graciosa; Aquí hay tomate, que significó la mejor y la peor de las épocas y mi llegada a Mediaset, primero presentando el debate de los domingos de Gran Hermano y después Sálvame”.
He llegado a la conclusión de que soy una persona privilegiada y que tengo algo importantísimo: la posibilidad de renunciar a esto”. Pero que sus admiradores no teman una retirada:
“No lo voy a dejar, primero porque después de tantísimos años trabajando en televisión empiezo a entender por primera vez mi trabajo, lo disfruto muchísimo y me encuentro capacitado para seguir sin que me aporte angustia y temor.
Y segundo porque para mí trabajar es muy sano, siento la necesidad de tener al máximo la cercanía con lo que es la vida real: llegar a casa cansado, haber tenido un día de mierda, desear que lleguen las vacaciones…, agarrarme a lo cotidiano, porque es tan marciano lo que vivimos que si no se haría insostenible”.
Aún así echa de menos salir a la calle en igualdad de condiciones al resto. “No me preocupa nada lo que la gente piense de mí”, explica, “lo que me preocupa es cómo los prejuicios pueden afectar mi vida cotidiana.
Pero creo que he superado el que ha sido uno de mis grandes problemas durante muchos años: intentar vivir con normalidad y ser una de las personas más populares de este país.
No se puede y esa lucha hace mucho daño”.
Termina riéndose a carcajadas charlando sobre las cosas que le dicen por las redes sociales.
"Lo único que me revuelve el estómago es cuando en cuestiones de moral volvemos atrás".
Y en referencia a los realities que presenta confiesa que le "sorprende mucho cuando los chicos jóvenes se relacionan de una manera muy carca.
Rechazo todo lo que significa imponer tu propia moral. Fíjate me escandalizan menos las peleas, porque en mi barrio las señoras se tiraban de los pelos y se chillaban de balcón a balcón, y las que se producen a veces son muy naífs", dice.
En diciembre parará para reparar ese stent que se ha estrechado ligeramente, pero tiene muchas ilusiones por delante.
A la vuelta, le espera de nuevo el teatro, su pasión y su refugio (estrenará nueva obra el 13 de marzo en Córdoba, Desmontando a Séneca).
Y a diario los placeres cotidianos: pasear a sus perros, engancharse a alguna serie y brujulear en las inmobiliarias viendo casas, ("me encanta, no lo puedo evitar"), mientras fantasea con una frente al mar en alguna zona donde no le reconozcan y pueda volver a ser anónimo por un rato.
Después de pasar por una crisis de edad y la depresión que apareció meses después de su ictus, afirma que tiene "la maleta preparada". "He vivido un año duro, mi ictus, la muerte con 48 años del gerente de mi compañía, la lucha contra graves enfermedades de dos grandes amigos...Por primera vez he tenido conciencia de que la muerte está más cercana de lo que pensamos.
Ahora sigo haciendo planes, pero con la tranquilidad de que a lo mejor no se pueden cumplir"
Entre Mediaset y el teatro
"Yo no sabía que esto iba a acabar así", afirma Jorge Javier Vázquez.
"Siempre quise ser periodista pero lo veía muy complicado y recuerdo que cuando estudiaba BUP en un colegio del Opus Dei me hicieron un test de orientación y salió algo relacionado con ser actor, artista, presentador de televisión...
Se debieron escandalizar tanto que me dijeron si quería repetirlo", recuerda entre carcajadas.
Ahora vive entre todos esos mundos. El teatro al que se asomó por primera vez a los 45 años y su medio natural: la televisión. "Todo el mundo debería hacer teatro como terapia", explica.
"A mí no me pone el reto sino la experiencia, conocer otro ámbito, a personas con otro bagaje cultural, los ensayos, cabrearme cuando no me sale, la liturgia del camerino, la gira... es brutal".
En televisión no se imagina en otra cadena: "Mediaset me ha dado libertad para trabajar y ser como quiero. Me gusta su modelo de televisión.
Ha creado un universo con unas normas totalmente distintas y continuamente cambiantes donde tienes que estar permanentemente atento porque siempre pasan cosas".
"Siempre quise ser periodista pero lo veía muy complicado y recuerdo que cuando estudiaba BUP en un colegio del Opus Dei me hicieron un test de orientación y salió algo relacionado con ser actor, artista, presentador de televisión...
Se debieron escandalizar tanto que me dijeron si quería repetirlo", recuerda entre carcajadas.
Ahora vive entre todos esos mundos. El teatro al que se asomó por primera vez a los 45 años y su medio natural: la televisión. "Todo el mundo debería hacer teatro como terapia", explica.
"A mí no me pone el reto sino la experiencia, conocer otro ámbito, a personas con otro bagaje cultural, los ensayos, cabrearme cuando no me sale, la liturgia del camerino, la gira... es brutal".
En televisión no se imagina en otra cadena: "Mediaset me ha dado libertad para trabajar y ser como quiero. Me gusta su modelo de televisión.
Ha creado un universo con unas normas totalmente distintas y continuamente cambiantes donde tienes que estar permanentemente atento porque siempre pasan cosas".
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