“Las esposas de los futuros ocupantes de las tres casas dobles de los
maestros —Moholy-Nagy y Feninger, Kandinski y Klee, Muche y Schlemmer—
no podían resistirse a dar su opinión:
“Planos de las parcelas! Todas
las mujeres de la Bauhaus están entregadas al nuevo entretenimiento: "la
mujer como persona creativa".
Frau Nina (Kandinsky) quiere una
chimenea, Frau Klee, una estufa de carbón; a Frau Muche le gustaría todo
eléctrico; Frau Schlemmer no quiere nada eléctrico”, anotó Ise.
De la misma manera que Gropius defendía que los accidentes naturales
del terreno deben formar parte del diseño, entre los fundamentos
sociológicos de la vivienda mínima para los nuevos modelos de hogar
listó que debían “aliviar parcialmente a cada mujer de sus tareas
domésticas con espacios comunitarios, instalaciones compartidas,
guarderías para los niños y jardines en los tejados”.
Lo escribió él que
sabía que Ise no podría tener hijos.
A esas claves de la arquitectura
moderna Gropius añadía la necesidad de las mujeres de participar en
actividades remuneradas y liberarse de la dependencia del hombre.
“La
emancipación intelectual y económica de las mujeres hacia una
colaboración de igualdad con los hombres”.
Corría 1933.
Gropius insistía
en que todos los adultos necesitaban una habitación propia, “por
pequeña que sea”, dijo en su discurso sobre urbanismo durante el
congreso del CIAM de 1933. Virginia Woolf lo había escrito en 1929.
La segunda esposa de László Moholy-Nagy, Sibyl Pietzsch, que entonces
trabajaba como guionista de cine en Berlín, escribió: “El poder de
Hitler, que había sido una payasada provinciana, se volvió
inesperadamente real en 1931”.
Con Hitler, la vida se fue oscureciendo
bajo las nubes tóxicas de la cobardía y la traición.
Gropius se lo contó
a otra mujer, su querida hija Manon que había tenido con Alma Mahler:
“No te puedes llegar a imaginar las dificultades que me he encontrado en
los últimos meses en esta Alemania empobrecida y machacada.
Fiel a mi
plan de vivir y trabajar solo por cosas que me parecen importantes y
dignas de mis esfuerzos, he luchado mucho por existir, por una vida
decente, como la que querría tener todo el mundo, pero te puedo decir
que es más satisfactorio guiarse por las ideas propias, ser pionero, que
pensar solo en lo que da dinero”.
La última frase de la carta revela la complejidad humana y la
humanidad de Gropius tratando a su hija como a un igual, al tiempo que
esperando de ella una seguidora.
“Te escribo sobre cosas horribles de
adultos, pero te recuerdo tan lista que siento que soy más tu amigo que
tu padre, y ya creo que seguirás mis pasos”.
Las contradicciones de
Gropius darían para otro post. Las de Manon, no.
No llegó a cumplir 19 años.
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