Gari Kasparov participa en un encuentro en Milán organizado por 'La Repubblica' y otros diarios europeos, entre ellos EL PAIS.
Al ex campeón mundial de ajedrez Gari Kasparov aún le escuece: "No fue la primera partida que perdí contra una máquina. Fue la primera partida que perdí", dice. En 1997 Deep Blue,
de IBM, ganó al vigente campeón de ajedrez, que llevaba 12 años
imbatido. "Las primeras semanas fueron muy duras", dice.
"Fui el primer trabajador intelectual derrotado dolorosamente por una máquina delante de todo el mundo".
Kasparov admite que perdió no por la brillantez de Deep Blue, sino por su consistencia
. Cometió menos errores. Kasparov pidió una tercera competición –en la primera en 1996 había ganado el humano–, pero IBM se negó:
"Fue una sabia decisión estratégica", dice Kasparov.
Por suerte para Kasparov, no fue un caso único. Aquella distancia no ha hecho más que crecer:
"La distancia entre el campeón actual de ajedrez, Magnus Carlsen, y las máquinas es mayor que entre Usain Bolt y un Ferrari".
Kasparov se ha convertido hoy en un evangelista del futuro de la inteligencia artifical y de la colaboración entre hombre y máquina. Esta lección sobre la bondad del futuro se ha dado en la primera edición de Onlife, un encuentro organizado en Milán por el diario La Repubblica con la colaboración de Lena, una asociación de periódicos europeos a la que pertenece EL PAÍS.
Onlife es un neologismo inventado por el filósofo italiano Luciano Floridi que significa ese espacio donde "no hay una diferencia real entre estar online y offline, y que es una gran zona híbrida, rebautizada como onlife", según Carlo Verdelli, director de La Repubblica.
Su optimismo le ha llevado a comparar el valor de la inteligencia artificial con el de Steve Jobs, fundador de Apple, de cuya muerte se cumplieron ocho años el 5 de octubre:
"Las máquinas pueden personalizarte y darte lo que no sabes que quieres, pero no saben darte lo que aún no existe, como hizo Jobs".
Otros ponentes han sido más cautos.
Uno de los pioneros de internet, Kleinrock, ha admitido que la evolución del medio ha sido irregular. En los primeros años era difícil imaginar este declive hacia una red donde el spam, el ransomware, los ataques y la falta de privacidad tuvieran un peso tan grande:
"En los primeros 20 años nadie monetizó la red y nadie se portaba mal", ha explicado.
Les fue más difícil prever el declive.
El objetivo logrado del encuentro ha sido comprobar cómo la mutación que vive la sociedad desde hace escasas tres décadas es varias cosas a la vez: una amenaza, una esperanza y un lío.
Todas son válidas.
Unos prefieren centrarse en lo que se pierde, otros en lo que se gana y otros aún en la complejidad.
"Es una bendición a medias", ha dicho Kleinrock, con el conocimiento grave de alguien que lleva 50 años en primera línea. Quizá por eso practica un sabio desapasionamiento:
"Es un nuevo mundo. ¿Queréis entenderlo?
Preguntad a vuestros hijos".
La alcaldesa Colau explicó la labor de Barcelona durante su primer mandato contra "la gentrificación bestial" provocada por la plataforma Airbnb. "La primera vez que hablamos con ellos nos dijeron que no podíamos hacer nada en contra de ellos, pero luego aprendimos", ha dicho.
Durante el día y medio que ha durado Onlife pasaron más de 4.000 personas por el Teatro Parenti y el Politécnico de Milán a ver charlas sobre un futuro que cada vez más ya está aquí: "Es un futuro ya presente", según Verdelli. Las charlas analizaron los retos de una época en la que la promesa de una tecnología liberadora se ha convertido en una realidad ambigua. Junto a Kásparov, han intervenido entre otros la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el alcalde de Milán, Giuseppe Sala; el creador de la app Waze que ayuda a evitar atascos, Uri Levine; los escritores Alessandro Baricco y Roberto Saviano; el matemático que mandó el primer paquete de datos por internet, Leonard Kleinrock, o la autora del libro germinal La era del capitalismo de la vigilancia, Soshana Zuboff.
"Fui el primer trabajador intelectual derrotado dolorosamente por una máquina delante de todo el mundo".
Kasparov admite que perdió no por la brillantez de Deep Blue, sino por su consistencia
. Cometió menos errores. Kasparov pidió una tercera competición –en la primera en 1996 había ganado el humano–, pero IBM se negó:
"Fue una sabia decisión estratégica", dice Kasparov.
Por suerte para Kasparov, no fue un caso único. Aquella distancia no ha hecho más que crecer:
"La distancia entre el campeón actual de ajedrez, Magnus Carlsen, y las máquinas es mayor que entre Usain Bolt y un Ferrari".
Kasparov se ha convertido hoy en un evangelista del futuro de la inteligencia artifical y de la colaboración entre hombre y máquina. Esta lección sobre la bondad del futuro se ha dado en la primera edición de Onlife, un encuentro organizado en Milán por el diario La Repubblica con la colaboración de Lena, una asociación de periódicos europeos a la que pertenece EL PAÍS.
Onlife es un neologismo inventado por el filósofo italiano Luciano Floridi que significa ese espacio donde "no hay una diferencia real entre estar online y offline, y que es una gran zona híbrida, rebautizada como onlife", según Carlo Verdelli, director de La Repubblica.
Nos quejamos porque estamos vivos
"La tecnología es la razón principal por la que estamos vivos para quejarnos de la tecnología", ha bromeado Kasparov.Su optimismo le ha llevado a comparar el valor de la inteligencia artificial con el de Steve Jobs, fundador de Apple, de cuya muerte se cumplieron ocho años el 5 de octubre:
"Las máquinas pueden personalizarte y darte lo que no sabes que quieres, pero no saben darte lo que aún no existe, como hizo Jobs".
Otros ponentes han sido más cautos.
Uno de los pioneros de internet, Kleinrock, ha admitido que la evolución del medio ha sido irregular. En los primeros años era difícil imaginar este declive hacia una red donde el spam, el ransomware, los ataques y la falta de privacidad tuvieran un peso tan grande:
"En los primeros 20 años nadie monetizó la red y nadie se portaba mal", ha explicado.
Les fue más difícil prever el declive.
El objetivo logrado del encuentro ha sido comprobar cómo la mutación que vive la sociedad desde hace escasas tres décadas es varias cosas a la vez: una amenaza, una esperanza y un lío.
Todas son válidas.
Unos prefieren centrarse en lo que se pierde, otros en lo que se gana y otros aún en la complejidad.
"Es una bendición a medias", ha dicho Kleinrock, con el conocimiento grave de alguien que lleva 50 años en primera línea. Quizá por eso practica un sabio desapasionamiento:
"Es un nuevo mundo. ¿Queréis entenderlo?
Preguntad a vuestros hijos".
La alcaldesa Colau explicó la labor de Barcelona durante su primer mandato contra "la gentrificación bestial" provocada por la plataforma Airbnb. "La primera vez que hablamos con ellos nos dijeron que no podíamos hacer nada en contra de ellos, pero luego aprendimos", ha dicho.
Durante el día y medio que ha durado Onlife pasaron más de 4.000 personas por el Teatro Parenti y el Politécnico de Milán a ver charlas sobre un futuro que cada vez más ya está aquí: "Es un futuro ya presente", según Verdelli. Las charlas analizaron los retos de una época en la que la promesa de una tecnología liberadora se ha convertido en una realidad ambigua. Junto a Kásparov, han intervenido entre otros la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y el alcalde de Milán, Giuseppe Sala; el creador de la app Waze que ayuda a evitar atascos, Uri Levine; los escritores Alessandro Baricco y Roberto Saviano; el matemático que mandó el primer paquete de datos por internet, Leonard Kleinrock, o la autora del libro germinal La era del capitalismo de la vigilancia, Soshana Zuboff.
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