Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 sept 2019

Gauguin en Charing Cross............................... Estrella de Diego.

Siempre quiso ser pintor y hasta quiso ganarse la vida como retratista, pero a sus escasos clientes no solía gustarles el resultado final.

Detalle de 'Los antepasados de Tehamana o Tehamana tiene muchos padres (Merahi metua no Tehamana)', de Gauguin, de 1893.
Detalle de 'Los antepasados de Tehamana o Tehamana tiene muchos padres (Merahi metua no Tehamana)', de Gauguin, de 1893. Instituto de Arte de Chicago
Gauguin siempre quiso ser pintor y hasta quiso ganarse la vida como retratista, pero a sus escasos clientes no solía gustarles el resultado final: aquellos retratos eran demasiado extraños para las modas del momento.
 A Gauguin no le interesaba mostrar la clase social o la personalidad de los modelos; ni siquiera sus relaciones familiares o los salones de sus casas. 
Prefería situarlos en lugares a veces algo distópicos, en tanto imaginados ideales y experimentados hostiles igual que su Tahití; fondos ausentes; inesperados por chirriantes o sombríos; objetos acumulados como bodegones raros, flores a destiempo; ofrendas a dioses cristianos y paganos sin jerarquías, dependiendo del estado de ánimo o del relato imaginado para agradar a París. 
París perseguía a Gauguin, seguramente porque para ser retratista era preciso triunfar allí.

Detalle de 'Los antepasados de Tehamana o Tehamana tiene muchos padres (Merahi metua no Tehamana)', de Gauguin, de 1893.
Detalle de 'Los antepasados de Tehamana o Tehamana tiene muchos padres (Merahi metua no Tehamana)', de Gauguin, de 1893. Instituto de Arte de Chicago

En la exposición universal de 1889 se tropezaba con la reproducción de los poblados de las “gentes primitivas” y en los Campos de Marte nacía ese sueño con aspiraciones chatas, ficciones coloniales a medida del público parisino. 
Tal vez por eso, víctima de la fascinación colonialista y de sus trampas, Gauguin elegía Tahití, entonces poco más que una excursión por las afueras de París. 
El propio Gauguin describe a los franceses de las colonias y él mismo es percibido a su llegada como un blanco; el heredero de Pierre Loti y esas historias desde lo exótico que Gauguin leyó antes de emprender el trayecto.
Salía de viaje con una imagen preconcebida: la que París esperaba y Gauguin aspiraba a vender en París, según se deduce en las cartas a los amigos. 
Es la razón por la cual sus cuadros son bellos y previsibles, superficiales incluso; lo que todos aspiraban a ver en su llegada a Tahití. 
La estrategia para triunfar en París, pues Gauguin conoció los secretos de Tahití mucho más de lo que los desveló en sus pinturas.
Frente a las escenas convencionales desde lo exótico sus retratos se siguen perfilando como parte de un universo más oscuro y personal, a pesar de que nunca llegara a triunfar como retratista. Los pintó en Bretaña en su primer viaje tras la infancia de la humanidad perdida y en Tahití, sumido en sus clichés.
 Los pintaría en sus últimos años, asediado por las enfermedades y las deudas. 
Fueron los retratos de las mujeres perplejas, de las campesinas bretonas, del amigo Van Gogh, los autorretratos… Estos últimos, poderosos y contradictorios, hablan de un juego de travestimientos rebeldes que se sitúan en la antípodas de los actuales selfis, también atrapados en las ficciones desde lo exótico:
 los autorretratos de Gauguin nunca aspiraban a la complacencia.
 A primeros de octubre se podrán ver en la National Gallery de Londres y para la ocasión Gauguin se pondrá, quizás, el extraño gorro ruso de su conocido autorretrato con fondo rojo. Otro excéntrico en Charing Cross.

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