Así lucen Las meninas de Velázquez…sin Las meninas de Velázquez
De
la muchedumbre a la soledad, del ruido al silencio. El artista José
Manuel Ballester soñó en el Prado un universo pictórico desnudo de seres
vivos. Solo el escenario permanece. Resultado: una desolación visual… y
un ensayo conceptual. El arte que es y el que pudo ser.
SIEMPRE HE PENSADO que si todos los recursos que conforman la cultura
—entre ellos, el lenguaje verbal y el visual— existen no es solo por la
necesidad de comunicarnos, sino también porque nos permiten perpetuar
nuestra existencia a lo largo del tiempo.
El presente se va
enriqueciendo con la actividad artística de nuestros antecesores y es
fruto de ese acervo cultural que nos ha sido transmitido.
Un lugar que rebosa
universalidad y miles de enigmas porque el arte es capaz de mantenerse
en el espacio de lo enigmático, lo mágico y a veces de lo
incomprensible.
Cada obra nos invita a entrar en su universo y una vez
dentro de él puedes pasar mucho tiempo atraído por múltiples estímulos y
matices.
En un determinado momento, hace ya más de 12 años, decidí intervenir en
algunas obras que consideré significativas en la historia del arte con
la idea de alterar la secuencia temporal que se representaba en ellas
mediante la supresión de todos sus elementos narrativos.
De esta forma,
conseguía trascender su temporalidad e imaginar lo que podría haber
sucedido en aquellos escenarios o lo que podría estar por suceder.
Es
entonces cuando paisaje, arquitectura y espacio cobran toda su
importancia y se erigen como elementos sustanciales.
Esta alteración de la historia que narra cada obra modifica también
sus cualidades iconográficas y ofrece al espectador la posibilidad de
interpretarla de muy diferentes maneras.
Perro semihundido (y en este caso, desaparecido), de Goya.
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