La boda de Pilar y Sergio, el Orgullo Gay y la Orden de la Jarretera son ceremonias que ensalzan tu seguridad y el papel que has ganado en la sociedad.
Con la boda de Pilar Rubio y Sergio Ramos
pensé, igual que muchos, que habíamos rozado el despropósito.
Pero algo
en mi interior suplicaba que abandonara ese pensamiento ñoño y volviera
a ver ese desfile de novios e invitados,
con ojos menos prejuiciosos, tratando de encontrar el mensaje oculto en
ese aparente aquelarre estilístico.
También como muchos, me preguntaba
qué pasa por la cabeza de gente guapa, rica, líder, para vestirse de
forma tan exagerada, con un nuevo pantone para los eventos nupciales,
donde el pistacho y la remolacha vienen a sustituir para siempre los
blancos y pasteles.
Y entonces, ¡bam!, lo vi: el leit motiv de la boda de Pilar y Sergio
es tener seguridad en ti mismo.
Ese era el propósito de la boda: estar
tan seguro de ti que sacas adelante cualquier atuendo, peinado o color.
¡Sin escuchar a nadie más que a ti mismo y a tus deseos!
Tanta seguridad podría acarrear problemas.
Dejas de necesitar a los demás y eso puede conducirte a la arrogancia o al ostracismo.
Te sientes tan líder que empiezas a imponer tu seguridad como ideología.
Eso podría ser terrible pero, de momento, en el caso de Sergio y Pilar hay tanto carisma, dinero y fama que no les interesa otro tipo de poder.
Tienen su propio poder y lo desplegaron en su boda.
Esa seguridad interior se traslada al exterior. Eso me hace comparar esta boda no con la de Marta Ortega, con la que rivaliza abiertamente en portadas, sino con el Orgullo Gay.
Es más, ¡considero que esta boda sevillana es la respuesta hetero al desfile gay madrileño! Hay muchos elementos comunes.
Culto al cuerpo, piel autobronceada, escotes estratégicos. Chaqués apretados, que ensalzan culo, gemelos y testosteronas.
El propio traje de novia podría vestirse sobre una de las carrozas que desfilarán en Madrid el próximo seis de julio.
Ambas celebraciones glorifican la identidad y la autoestima. Acompañadas, eso sí, de depilación masiva, caras delineadas por el láser y ganas de fiesta y aplauso.
Este nuevo orden estilístico, que tanto asombro produce, es una revolución que no hace más que ganar terreno gracias al fútbol y a la televisión.
Dejas de necesitar a los demás y eso puede conducirte a la arrogancia o al ostracismo.
Te sientes tan líder que empiezas a imponer tu seguridad como ideología.
Eso podría ser terrible pero, de momento, en el caso de Sergio y Pilar hay tanto carisma, dinero y fama que no les interesa otro tipo de poder.
Tienen su propio poder y lo desplegaron en su boda.
Esa seguridad interior se traslada al exterior. Eso me hace comparar esta boda no con la de Marta Ortega, con la que rivaliza abiertamente en portadas, sino con el Orgullo Gay.
Es más, ¡considero que esta boda sevillana es la respuesta hetero al desfile gay madrileño! Hay muchos elementos comunes.
Culto al cuerpo, piel autobronceada, escotes estratégicos. Chaqués apretados, que ensalzan culo, gemelos y testosteronas.
El propio traje de novia podría vestirse sobre una de las carrozas que desfilarán en Madrid el próximo seis de julio.
Ambas celebraciones glorifican la identidad y la autoestima. Acompañadas, eso sí, de depilación masiva, caras delineadas por el láser y ganas de fiesta y aplauso.
Este nuevo orden estilístico, que tanto asombro produce, es una revolución que no hace más que ganar terreno gracias al fútbol y a la televisión.
Mas hierático resultó el desfile de reinas y duquesas en la celebración de la Orden de la Jarretera.
También hay plumas pero menos escotes, y la poca piel que se exhibe es blanca.
Sin embargo, varias de las protagonistas de este desfile monárquico son plebeyas que observan la institución como una empresa.
Letizia, Máxima y Kate Middleton no nacieron princesas precisamente, pero al igual que Pilar Rubio, han sabido lidiar con carros y carretas gracias a su seguridad en sí mismas.
Mientras que Pilar disfruta del “más es más y mejor”, las nuevas aristócratas deben vigilar que sus vestuarios sigan transmitiendo un mensaje tradicional y aburrido.
La prensa señala que el vestido de Letizia costó menos de 300 euros, pero lo combinó con unos joyones de la Casa Real. Mezcla de moda low cost con historia y patrimonio.
La prensa inglesa sugiere que hay “algo de escarcha” en la relación entre Kate y Letizia.
Al parecer, la duquesita se bajó del coche y pasó al lado de nuestra reina sin saludarla debidamente.
Fue como una tormenta en una taza de té.
Pero luego estaban las dos igual de estiradas en la carroza real, acompañadas de sus maridos.
Parece que no es cómodo subir a esas carrozas (tampoco a las del Orgullo Gay) y que Kate queda con la espalda y el humor destrozados.
El encuentro es único, reunidas Camilla, Kate, Máxima y Letizia se puede pensar que el problema entre ellas es el idioma.
Kate y Camilla deben emplear un inglés supersnob.
Mientras, Letizia y Máxima se ponen a hablar en un español jugoso apenas se distraen las inglesas.
Y eso, desde luego, crea una barrera invisible de inseguridad, para lo que no está preparada ninguna de ellas.
Tanto la boda de Pilar y Sergio, el Orgullo Gay y la Orden de la Jarretera son ceremonias que ensalzan tu seguridad y el papel que has ganado en la sociedad.
Me gustaría que fueran ceremonias entrecruzadas.
Que Pilar y Sergio vayan como mascarones de proa en alguna carroza del Orgullo.
Que modelitos del Orgullo se cuelen en las bodas que imiten a la de Pilar y Sergio, y que los travestis se suban a la carroza con Máxima, Letizia, y Kate.
Todo eso me gustaría y reforzaría nuestra seguridad.
También hay plumas pero menos escotes, y la poca piel que se exhibe es blanca.
Sin embargo, varias de las protagonistas de este desfile monárquico son plebeyas que observan la institución como una empresa.
Letizia, Máxima y Kate Middleton no nacieron princesas precisamente, pero al igual que Pilar Rubio, han sabido lidiar con carros y carretas gracias a su seguridad en sí mismas.
Mientras que Pilar disfruta del “más es más y mejor”, las nuevas aristócratas deben vigilar que sus vestuarios sigan transmitiendo un mensaje tradicional y aburrido.
La prensa señala que el vestido de Letizia costó menos de 300 euros, pero lo combinó con unos joyones de la Casa Real. Mezcla de moda low cost con historia y patrimonio.
La prensa inglesa sugiere que hay “algo de escarcha” en la relación entre Kate y Letizia.
Al parecer, la duquesita se bajó del coche y pasó al lado de nuestra reina sin saludarla debidamente.
Fue como una tormenta en una taza de té.
Pero luego estaban las dos igual de estiradas en la carroza real, acompañadas de sus maridos.
Parece que no es cómodo subir a esas carrozas (tampoco a las del Orgullo Gay) y que Kate queda con la espalda y el humor destrozados.
El encuentro es único, reunidas Camilla, Kate, Máxima y Letizia se puede pensar que el problema entre ellas es el idioma.
Kate y Camilla deben emplear un inglés supersnob.
Mientras, Letizia y Máxima se ponen a hablar en un español jugoso apenas se distraen las inglesas.
Y eso, desde luego, crea una barrera invisible de inseguridad, para lo que no está preparada ninguna de ellas.
Tanto la boda de Pilar y Sergio, el Orgullo Gay y la Orden de la Jarretera son ceremonias que ensalzan tu seguridad y el papel que has ganado en la sociedad.
Me gustaría que fueran ceremonias entrecruzadas.
Que Pilar y Sergio vayan como mascarones de proa en alguna carroza del Orgullo.
Que modelitos del Orgullo se cuelen en las bodas que imiten a la de Pilar y Sergio, y que los travestis se suban a la carroza con Máxima, Letizia, y Kate.
Todo eso me gustaría y reforzaría nuestra seguridad.
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