El director Claude Lelouch recupera a los personajes de su mítico romance de 1966 en una inesperada secuela que se ha presentado en el Festival de Cannes.
Si fuese un hombre razonable, Claude Lelouch no habría filmado su
nueva película.
Como no lo es, decidió seguir lo que le dictaba su instinto: una continuación de Un hombre y una mujer, aquel hito del cine romántico que marcó una época a finales de los sesenta.
“Los artistas somos como Juana de Arco: a menudo, oímos voces. Y algunos días, esas voces suenan con tanta nitidez que de nada sirve llevarles la contraria”, relata Lelouch, hecho un figurín a sus 81 años, desde una playa privada de la Croisette que, a primerísima hora de la mañana, parece reponerse de la fiesta salvaje que tuvo lugar en ella la noche anterior.
Como no lo es, decidió seguir lo que le dictaba su instinto: una continuación de Un hombre y una mujer, aquel hito del cine romántico que marcó una época a finales de los sesenta.
“Los artistas somos como Juana de Arco: a menudo, oímos voces. Y algunos días, esas voces suenan con tanta nitidez que de nada sirve llevarles la contraria”, relata Lelouch, hecho un figurín a sus 81 años, desde una playa privada de la Croisette que, a primerísima hora de la mañana, parece reponerse de la fiesta salvaje que tuvo lugar en ella la noche anterior.
Se han convertido en dos
octogenarios a los que la vida separó y luego no trató con especial
cariño.
El antiguo piloto de carreras al que interpretaba Trintignant
tiene graves problemas de memoria, pero recuerda vívidamente aquel
grandioso romance que solo sus infidelidades lograron truncar.
Su hijo
decide acudir en busca de Anne, la script a la que encarnaba Aimée, para
pedirle que vaya a visitarle a la residencia de ancianos donde ha
tenido que internarlo.
Pese a su aprensión inicial, ella termina por
aceptar, marcando el comienzo de una nueva historia.
Para Lelouch, rodar esta película no era simplemente un deseo. “Era más
bien un deber”, sostiene.
“Me dije que, si los tres seguíamos vivos,
tenía que ser por algo. No podía dejar pasar esta oportunidad.
Es la
primera vez en la historia del cine que un director puede reencontrarse
con los mismos actores más de 50 años más tarde. Rodar la película es mi
forma de dar gracias al cielo”, afirma el director.
Tuvo la idea hace
tres años en este mismo festival, al presentar una copia restaurada de
la película original en su 50º aniversario.
“Me pasé toda la proyección
observando a Jean-Louis y a Anouk, sentados a mi lado, en lugar de mirar
a la pantalla”, recuerda Lelouch.
“Quise filmarlos tal como son hoy,
con sus achaques y sus arrugas. El problema es que nadie quiso que
hiciera esta película. Ningún productor apostó por una película de
viejos y para viejos”. Tampoco los propios intérpretes, reacios a volver
a interpretar sus papeles.
La insistencia de Lelouch terminó por
convencer a Aimée, de 87 años, y luego a Trintignant, de 88, pese a que
este último hubiera anunciado que se retiraba del cine a causa de su
cáncer de próstata. Aceptó a condición de que el rodaje fuera corto y
liviano. “Terminamos filmando en 10 días.
En la primera jornada le
prometí a Jean-Louis que, si no quedaba satisfecho con las primeras
escenas, lo dejaríamos correr”.
Al caer la noche, Trintignant no
protestó. La película pudo llegar a buen puerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario