EL PAÍS reúne en una colección todas las viñetas del popular personaje creado por el dibujante argentino Quino.
La primera revista de Mafalda que compró el dibujante Agustín
Sciammarella fue en el quiosco de la esquina de su casa, con 12 años.
Vivía en la calle Talcahuano de Buenos Aires, justo encima de la editorial de la niña argentina más famosa del mundo.
“Es imposible recordar solo una viñeta porque cada número tiene muchísimas para recordar”, sostiene, aunque alguna le viene a la memoria.
Este año la creación de Joaquín Salvador Lavado, Quino, cumple 55 años y EL PAÍS lo celebra con una colección que reúne todas las tiras de la irreverente, concienciada y encantadora Mafalda.
La primera entrega se puede conseguir en los quioscos el próximo domingo, 19 de mayo, por 4,95 euros.
También está disponible en la web de Colecciones de EL PAÍS.
Vivía en la calle Talcahuano de Buenos Aires, justo encima de la editorial de la niña argentina más famosa del mundo.
“Es imposible recordar solo una viñeta porque cada número tiene muchísimas para recordar”, sostiene, aunque alguna le viene a la memoria.
Este año la creación de Joaquín Salvador Lavado, Quino, cumple 55 años y EL PAÍS lo celebra con una colección que reúne todas las tiras de la irreverente, concienciada y encantadora Mafalda.
La primera entrega se puede conseguir en los quioscos el próximo domingo, 19 de mayo, por 4,95 euros.
También está disponible en la web de Colecciones de EL PAÍS.
Mafalda nació de las manos de Quino (Guaymallén, Argentina, 1932), en los años sesenta, casi por casualidad, pues es fruto de un encargo publicitario.
Este proyecto fracasó, pero Mafalda ya había visto los primeros rayos de luz y el historietista la usó para añadir un poco de humor a la revista Primera Plana.
A partir de ahí, esta tira cómica publicada entre 1964 y 1973, se fue colando en las casas de casi todo el mundo, con más de 30 traducciones, las últimas al hebreo, el guaraní o el armenio.
A la casa del dibujante Fernando Vicente llegó para formar parte de la familia.“A mí me encanta y ahora mi hijo de 15 años lo tiene todo de Quino”, apunta. Una imagen de Mafalda decora incluso su habitación. “No es que se lo haya intentado inculcar como padre, es que le gustan los chistes, las ironías, le chifla por los mismos motivos que me gustaba a mí de pequeño”.
El lenguaje directo y rápido que habla de lo cotidiano ha enganchado a generaciones. Sciammarella considera que parte de este éxito surge porque “la revolución siempre triunfa” y “ella iba contra todo y antes o después, quien más quien menos, se siente atraído”.
En las 11 entregas de la colección Mafalda, editada por Lumen, se recoge toda la crítica social que define a la niña, pero también otro rasgo que el viñetista subraya:
“La inolvidable ingenuidad de todos los personajes”.
Como profesional del dibujo, Sciammarella discute la aparente simplicidad que, a veces, se achaca al trazo de Mafalda.
“Lo que parece sencillo es dificilísimo de conseguir, la familia Mafalda, con los amiguitos, ese coche del padre fantástico, toda esa sencillez de líneas y cómo gesticula cada personaje es muy potente”, explica.
Coincide con él Vicente: “Quino tiene una mirada capaz de reducir a la mínima expresión cosas muy complejas de sintetizar; de una manera muy clara reduce los conceptos que quiere y eso no es nada fácil, sino todo lo contrario”.
Todos esos elementos que Quino conjugó en sus viñetas han convertido a Mafalda es una obra que, como buen clásico, no solo aguanta la revisión de los años, sino que va ganando en contenido. “Ahí reside su fuerza propia”, remata Sciammarella.
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