El Tribunal de Estrasburgo avala que Vicent Lambert, que lleva 11 años tetrapléjico, sea desconectado.
Los padres quieren mantenerle con vida. Su esposa, tutora legal, se opone.
El caso de Vincent Lambert
mezcla una larga batalla judicial con un desgarro familiar y un debate
ético de calado.
¿Cuándo puede una persona quitarle la vida a otra? ¿En qué circunstancias? ¿Hay un momento en que una vida deja de serlo? El pulso por la vida y la muerte de Lambert, un francés de 42 años que en 2008 quedó tetrapléjico y en estado vegetativo tras un accidente de tráfico, entra en un nuevo capítulo, quizá el final.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) rechazó un recurso de los padres de Lambert para impedir que los médicos abandonasen el tratamiento que mantiene vivo a su hijo.
Lambert, enfermero psiquiátrico de profesión, se ha convertido en un símbolo del debate sobre los tratamientos al final de la vida y la muerte digna en Francia.
El debate es legal.
Enfrenta a quienes sostienen que el Estado francés está autorizando, de hecho, una eutanasia en un país donde la eutanasia es ilegal, con quienes defienden que seguir alimentando e hidratando a Lambert supone un “encarnizamiento terapéutico” sobre un hombre que, según un dictamen emitido por un grupo de expertos el año pasado, carece de “todo acceso posible a la conciencia”.
También es una pelea familiar. De un lado, Pierre y Viviane Lambert, sus padres, descritos en la prensa francesa como católicos fervientes, además de una hermana y un hermanastro.
Del otro, su esposa, Rachel Lambert, que desde 2016 es su tutora legal, cinco hermanos y hermanas y un sobrino.
La decisión del Tribunal de Estrasburgo respondía a una demanda de los padres para suspender la ejecución de una decisión previa del Consejo de Estado francés.
También pedían que se impidiese trasladar a Lambert fuera de Francia.
El temor era que su esposa le llevase a un país como Bélgica donde la eutanasia está regulada.
El 24 de abril pasado, el Consejo de Estado dictaminó que los médicos del hospital universitario de Reims, en el nordeste de Francia, donde está ingresado Lambert, tomaron una decisión ajustada a derecho al decidir interrumpir los cuidados al paciente. Esto significaba retirarle la alimentación y la hidratación y administrarle un sedante profundo y continuo.
El 31 de enero el tribunal de Châlons-en-Champagne, cerca de Reims, tomó una decisión en el mismo sentido.
Lambert nunca dejó por escrito sus deseos, un testamento vital.
¿Cuándo puede una persona quitarle la vida a otra? ¿En qué circunstancias? ¿Hay un momento en que una vida deja de serlo? El pulso por la vida y la muerte de Lambert, un francés de 42 años que en 2008 quedó tetrapléjico y en estado vegetativo tras un accidente de tráfico, entra en un nuevo capítulo, quizá el final.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) rechazó un recurso de los padres de Lambert para impedir que los médicos abandonasen el tratamiento que mantiene vivo a su hijo.
Lambert, enfermero psiquiátrico de profesión, se ha convertido en un símbolo del debate sobre los tratamientos al final de la vida y la muerte digna en Francia.
El debate es legal.
Enfrenta a quienes sostienen que el Estado francés está autorizando, de hecho, una eutanasia en un país donde la eutanasia es ilegal, con quienes defienden que seguir alimentando e hidratando a Lambert supone un “encarnizamiento terapéutico” sobre un hombre que, según un dictamen emitido por un grupo de expertos el año pasado, carece de “todo acceso posible a la conciencia”.
También es una pelea familiar. De un lado, Pierre y Viviane Lambert, sus padres, descritos en la prensa francesa como católicos fervientes, además de una hermana y un hermanastro.
Del otro, su esposa, Rachel Lambert, que desde 2016 es su tutora legal, cinco hermanos y hermanas y un sobrino.
La decisión del Tribunal de Estrasburgo respondía a una demanda de los padres para suspender la ejecución de una decisión previa del Consejo de Estado francés.
También pedían que se impidiese trasladar a Lambert fuera de Francia.
El temor era que su esposa le llevase a un país como Bélgica donde la eutanasia está regulada.
El 24 de abril pasado, el Consejo de Estado dictaminó que los médicos del hospital universitario de Reims, en el nordeste de Francia, donde está ingresado Lambert, tomaron una decisión ajustada a derecho al decidir interrumpir los cuidados al paciente. Esto significaba retirarle la alimentación y la hidratación y administrarle un sedante profundo y continuo.
El 31 de enero el tribunal de Châlons-en-Champagne, cerca de Reims, tomó una decisión en el mismo sentido.
Lambert nunca dejó por escrito sus deseos, un testamento vital.
Y se remitieron a la propia decisión del TEDH en 2015 sobre este caso, cuando ya concluyó que el cese de la alimentación y la hidratación artificiales de Lambert no supondría una violación del artículo 2 el Convenio Europeo de los Derechos Humanos, que protege el derecho a la vida.
La nueva intervención del alto tribunal europeo no significa el fin del contencioso, que dura seis años.
Aunque el accidente ocurrió en 2008, cuando Lambert, casado con otra enfermera, se dirigía al trabajo, fue en 2013 cuando se abrió la batalla jurídica.
Al amparo de la llamada ley Leonetti de 2005, se decidió dejar de alimentar e hidratar a Lambert.
La ley, completada en 2016, establecía que los cuidados médicos "no deben prolongarse con una obstinación irrazonable" y que "cuando parecen inútiles, desproporcionados o sin otro efecto que el mantenimiento artificial de la vida, pueden suspenderse o no emprenderse".
“Por casualidad, durante una visita, uno de los hermanos de Vincent descubrió que no se le alimentaba desde hacía 16 días”, contarían después sus padres, según el diario Libération.
Los padres confían aún en un último recurso ante el Comité de la ONU para los derechos de las personas discapacitadas.
“En la práctica, Francia se siente más ligada a las decisiones del TEDH que a los comités de la ONU cuando hay divergencias”, dijo a la agencia France Presse el especialista en derecho europeo Nicolas Hervieu.
Citado por el mismo medio, François Lambert, sobrino de Vincent y partidario de permitir su muerte digna, dijo:
“Ya nada se opone a la decisión [de cesar los cuidados]. Corresponde que se aplique y, por fin, Vincent pueda partir”.
“Este camino de fin de vida, para nosotros, es como una demanda de eutanasia”, dice por teléfono Jean Paillot, el abogado de los padres de Lambert.
“El día que Vincent de verdad esté al final de su vida, cuando estemos seguros de que estamos ante una situación de obstinación irrazonable, los padres serán los primeros que dirán: ‘Paremos. No queremos encarnizarnos’.
El combate no es por encarnizarse para que Vincent viva, sino para que esté cuidado correctamente”.
Según Paillot, “simplemente se encuentra en una situación de discapacidad.
Y se dice que hay que poner fin a su alimentación y su hidratación. Yo, como jurista, digo que estamos ante una demanda de eutanasia que ha sido aceptada por la justicia francesa”.
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