¿Cómo hemos llegado a esto? Cuando ir a una boda supone un gasto indecente.
Despedidas de tres días fuera de la ciudad, fiesta preboda, comida posenlace... Atrás quedaron aquellos tiempos donde comprarse el traje era la mayor inversión.
Madrid. Ocho y cuarto de la mañana.
Macarena mira el teléfono móvil después de tres cuartos de hora de natación. Al encender el dispositivo se encuentra con un grupo de WhatsApp nuevo.
Comida Rodríguez es el chat donde su familia está organizando un almuerzo para el día siguiente de la boda de Rubén, su primo.
El enlace, que se celebrará muy cerca de Tarancón (Cuenca), a 85 kilómetros de Madrid, obliga a esta pediatra de 40 años a hacer noche en un hotel de la localidad.
Allí dormirá con su pareja y sus dos hijos, lo que supone un gasto de unos 200 euros.
Cantidad a la que además del regalo (500 euros: dos adultos y dos niños) y de la despedida de soltero a la que acudió su marido previo pago de 150 euros, tendría que sumarle la factura de la comida en la que se ha visto envuelta.
Porque su familia no planea juntarse en un Burger King. La comilona que los Rodríguez quieren ronda los 40 euros por comensal.
Al ver el WhatsApp, Macarena responde que ella no irá y sale del grupo sin esperar respuesta. "Sé que mi familia estará soltando espuma por la boca, pe
ro me parece que esta comida, con todos los gastos que supone ya de por sí acudir a una boda, era totalmente innecesaria", explica la madrileña. Aún escaqueándose de la comida posboda, gastará —entre hotel, despedida y regalo— 850 euros en el enlace de su primo.
En la teoría las cosas son mucho más sencillas que en la práctica: un examen de conducir, hablar idiomas, rellenar un pavo... o una boda.
Se supone que un enlace es una exaltación del amor. Una celebración alegre, un motivo de felicidad para todos los participantes.
Por lo tanto, cuando un familiar o amigo comunica que se va a casar, cabe esperar que quien recibe el mensaje reaccione con júbilo.
En teoría. Otro ejemplo.
Este año, Héctor y Marina, de 34 y 32 años respectivamente, tienen cinco bodas.
La primera y la segunda las recibieron con ilusión.
La tercera con incredulidad. La cuarta y la quinta con una sensación de ahogo difícil de ocultar a los futuros contrayentes. Si van a todas no les quedará presupuesto para ir de vacaciones.
Lo peor son los compromisos sociales y económicos a los que te empuja.
El año pasado no pude ir a la despedida de soltera de una de mis amigas porque estaba hasta arriba de trabajo, además de porque económicamente me suponía un esfuerzo muy grande.
Y se pasó meses sin hablarme.
No supo o no quiso entender que el hecho de que no hubiera ido a su despedida no quería decir que ella y su futuro matrimonio me dieran igual", confiesa a ICON María.
La saturación de eventos matrimoniales que sufre esta pareja española no es un caso aislado.
Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2017 (último año del que se tiene registro) se celebraron 173.626 bodas en España. 20.251 más que las que tuvieron lugar en 2013.
Por su parte, el Libro imprescindible de las bodas afirma, según datos recogidos en las búsquedas de Google, que en el sector de las bodas se está dando un crecimiento interanual superior al 20% de media.
No hay datos oficiales, en el sector se calcula que en España se celebran 300.000 despedidas de soltero/a al año.
Pues si algo lleva implícito una boda, además de la posterior luna de miel, es la despedida que la precede.
Solo en Granada, en un fin de semana pueden coincidir en sus calles entre 15 y 20 despedidas.
Una cifra similar se junta en otras ciudades españolas, como Conil (Cádiz), Sevilla, Salamanca, Logroño, Mojácar (Almería) o Tarifa (Cádiz).
Tal es el desmadre que provocan las despedidas de soltero/a que el Ayuntamiento de Conil anunció en 2018 en las que se buscaba la colaboración de restaurantes, locales y alojamientos que hasta ahora acogían despedidas de soltero/a para que dejaran de hacerlo. "Venir a Conil en busca de diversión sin control y molestando a residentes, turistas y visitantes puede salir muy caro económicamente a los causantes de tales molestias", aseguró a EL PAÍS el alcalde, Juan M. Bermúdez.
El regidor de la localidad afirma que se impondrán sanciones de hasta 3.000 euros a quienes causen molestias o desorden público con megáfonos o equipos de música, por ejemplo.
El motivo es que actualmente los fastos duran varios días.
Durante dos o tres jornadas tienen lugar la preboda (que va de unas cañas informales la noche previa al enlace a cenas por todo lo alto), la ceremonia y la posterior celebración, que en ocasiones se extiende hasta el día siguiente al enlace.
"Recuerdo una preboda en Toledo. Salimos desde Madrid el viernes por la tarde, fuimos a cenar y después estuvimos hasta las tantas de la madrugada tomando copas.
Al día siguiente volvimos a Madrid a la hora de comer para prepararnos y estar en la boda a las siete de la tarde, cuando empezaba la ceremonia.
Aguantar hasta las cinco de la mañana, cuando nos echaron de la finca, fue matador.
Lo peor es que al día siguiente aún quedaba una comida programada con los novios.
Recuerdo terminar ese fin de semana jurando que no volvía a una boda", confiesa Marina, que no pudo cumplir su palabra y, tras esa, ha acudido a alguna más.
El 57% de las bodas celebradas en España tienen entre 100 y 200 invitados, según El libro blanco de las bodas.
El 21% de los enlaces supera los 200.
Sin embargo, ser elegido como invitado a una boda se ha convertido en un honor cada vez menos proporcional a la estima que profesan los novios al convidado.
Jorge (informático, 43 años) sabe de buena tinta que, al menos en una ocasión, ha sido invitado porque la finca donde los novios celebraban el enlace les exigía un número mínimo de comensales. "El año pasado fui a una boda de un compañero del trabajo. Me extrañó muchísimo porque apenas teníamos relación.
A los pocos días descubrí que lo había hecho porque necesitaba llegar a 150 invitados.
De no ser así tenía que pagar igualmente 150 cubiertos", explica Jorge.
El caso de Mario (empresario, 39 años), aún tiene más enjundia, pues desde hace tres años vive en Ecuador y acudir al enlace de su mejor amigo le supuso un gasto de casi 1.000 euros solo en billetes de avión.
Durante unas semanas se planteó si ir o no. Cuando entendió que no hacerlo podría suponer una posible enemistad, no le quedó otra que empezar a mirar vuelos y comer arroz con tomate durante un mes para ahorrar.
"Le comenté a mi amigo que no sabía si podría ir y se enfadó muchísimo.
Fue incapaz de entender mis circunstancias. Así que tuve que reducir gastos drásticamente.
Entre el desplazamiento, el alojamiento, los planes satélite que surgieron en torno a la boda y el regalo gasté casi 2.000 euros", reconoce Mario.
No es de extrañar que, tras el desembolso y el tiempo que requiere ejercer de invitado ejemplar en una boda, este empresario madrileño sueñe con que los próximos amigos que se casen lo hagan en una boda elopement; esto es: de forma secreta y sin invitar a nadie.
"Si me quieren que me lo demuestren casándose de incógnito en Las Vegas, como acaban de hacer Sophie Turner [Sansa en Juego de tronos] y Joe Jonas [cantante de los Jonas Brothers]".
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