Problemas psiquiátricos han llevado a la actriz a permanecer recluida en un centro.
Los médicos aseguran que no pueden dar información ya que se lo impide la ley de protección de datos.
Nadiuska, cuyo verdadero nombre es Roswicha Bertasha, tiene 65 años y lleva los últimos —nadie sabe, a ciencia cierta, cuántos— internada con las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús.
La actriz y modelo fue diagnosticada de esquizofrenia hace 20 años y, desde entonces, su vida ha sido un constante devenir.
Cuentan que su estancia en el centro psiquiátrico es tranquila, que está calmada pero que apenas recibe visitas de familiares y amigos.
“Este es un centro abierto.
Los pacientes tienen salidas a la calle y ver a la prensa apostada en la puerta del centro les puede alterar”, señalan desde la dirección.
De madre polaca y padre ruso, la actriz y modelo que de pequeña estudió ballet clásico llegó a España en 1971, con solo 19 años.
Fue Damián Rabal, hermano del actor Paco Rabal y uno de los representantes más influyentes de la época, quien supo ver que su belleza exótica y su mirada felina le abrirían todas las puertas de una España que comenzaba a aceptar el erotismo y el destape.
En 1972 debutó como actriz en la comedia Soltero y padre en la vida de Javier Aguirre y, tras participar en dramas o en aventuras de serie B, en 1975 protagonizó uno de sus primeros títulos eróticos: Zorrita Martínez, de Vicente Escrivá.
A ellos le siguieron muchos otros en los que compartióescenas con grandes actores como Alfredo Landa, José Sacristán o José Luis López Vázquez.
Se la llegó a catalogar como la nueva Brigitte Bardot y fue una de las intérpretes más taquilleras de la época.
Su carrera en el cine internacional se completó al encarnar a la madre de Conan, el bárbaro, teniendo por hijo a un jovencísimo Jorge Sanz (entonces con 12 años) y compartiendo créditos con Arnold Schwarzenegger en la cinta de 1982.
En esos años, su presencia en las fiestas más exclusivas o la
anulación de su matrimonio de conveniencia —se casó con un enfermo
mental para conseguir la nacionalidad española— mantuvieron su
popularidad intacta, pero su nivel de trabajo en la interpretación
descendió.
Probó suerte como empresaria: abrió un restaurante, se dedicó a la exportación de carne congelada e incluso se recicló como diseñadora de bisutería.
Negocios que fracasaron paulatinamente y que, sumado a su desaparición en la gran pantalla —su última película fue junto a Chiquito de la Calzada en Brácula, Condemor 2—, hicieron que comenzara su declive.
A finales de los años noventa, Nadiuska sufrió graves problemas económicos y comenzó a tener trastornos psíquicos.
Ingresó durante tres años en un centro, donde fue diagnosticada de esquizofrenia.
Cuando recibió el alta, fue desahuciada de su apartamento.
Por entonces era habitual verla vagabundear por las calles de Madrid.
“Me alimento de los cubos de basura y ya me he intoxicado dos veces”, llegó a contar en varias entrevistas.
Su deterioro físico ya era más que notable.
Atrás quedaron las curvas infinitas y los intensos ojos verdes que protagonizaban las fantasías eróticas de gran parte de los españoles. Su belleza, que tantos éxitos y triunfos le había otorgado, se volvió su gran enemiga y Nadiuska se convirtió en un juguete roto que dormía en los portales de los cines que un día estrenaron sus películas.
Ahora, a sus 65 años, vive arropada por esta congregación religiosa que cuida discretamente a la que un día fue la musa del destape.
Probó suerte como empresaria: abrió un restaurante, se dedicó a la exportación de carne congelada e incluso se recicló como diseñadora de bisutería.
Negocios que fracasaron paulatinamente y que, sumado a su desaparición en la gran pantalla —su última película fue junto a Chiquito de la Calzada en Brácula, Condemor 2—, hicieron que comenzara su declive.
A finales de los años noventa, Nadiuska sufrió graves problemas económicos y comenzó a tener trastornos psíquicos.
Ingresó durante tres años en un centro, donde fue diagnosticada de esquizofrenia.
Cuando recibió el alta, fue desahuciada de su apartamento.
Por entonces era habitual verla vagabundear por las calles de Madrid.
“Me alimento de los cubos de basura y ya me he intoxicado dos veces”, llegó a contar en varias entrevistas.
Su deterioro físico ya era más que notable.
Atrás quedaron las curvas infinitas y los intensos ojos verdes que protagonizaban las fantasías eróticas de gran parte de los españoles. Su belleza, que tantos éxitos y triunfos le había otorgado, se volvió su gran enemiga y Nadiuska se convirtió en un juguete roto que dormía en los portales de los cines que un día estrenaron sus películas.
Ahora, a sus 65 años, vive arropada por esta congregación religiosa que cuida discretamente a la que un día fue la musa del destape.
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