La tasa de ahorro de los hogares
cerró 2018 en mínimos históricos. Según cifras del Banco de España
publicadas ayer, el porcentaje que las familias guardan de su renta
disponible se situó en el 4,85%, el dato más bajo desde que arrancan las
series a mediados de los sesenta. Esto es: casi cinco de cada cien
euros que ganan. El ahorro en España está muy vinculado a la confianza
en la economía y a la compra de vivienda. En un entorno de creación de
empleo y con unos tipos muy bajos, las familias tienden a ahorrar menos. Justo lo contrario de lo que pasó en la crisis, cuando se disparó la
amortización de hipotecas. Además, los depósitos ya no ofrecen
rentabilidad. También contribuye un consumo que crece más de lo que
aumentan las rentas o la pobre evolución de los salarios.
La tasa de ahorro de los hogares
cerró 2018 en mínimos históricos. Según cifras del Banco de España
publicadas ayer, el porcentaje que las familias guardan de su renta
disponible se situó en el 4,85%, el dato más bajo desde que arrancan las
series a mediados de los sesenta. Esto es: casi cinco de cada cien
euros que ganan. El ahorro en España está muy vinculado a la confianza
en la economía y a la compra de vivienda. En un entorno de creación de
empleo y con unos tipos muy bajos, las familias tienden a ahorrar menos.
Justo lo contrario de lo que pasó en la crisis, cuando se disparó la
amortización de hipotecas. Además, los depósitos ya no ofrecen
rentabilidad. También contribuye un consumo que crece más de lo que
aumentan las rentas o la pobre evolución de los salarios.
Una persona saca dinero de un cajero automático, en Madrid.Jaime Villanueva
Como explica María Jesús Fernández, analista de Funcas, los ingresos
de los hogares españoles crecen menos que sus compras: desde el mínimo
de la crisis anotado en 2013, la renta disponible ha aumentado un 10,4%. En cambio, el consumo se ha elevado un 16,5%. Solo en 2018 las rentas
subieron un 3,2% frente al 4% del consumo. En consecuencia, el ahorro
cae en volumen un 10% en el año y un 44% respecto a 2013.
Es decir, mientras que en 2013 se ahorraban unos 64.000 millones, al
cierre de 2018 los hogares guardaron solo 35.000 millones. En porcentaje
sobre la renta disponible, desciende del 9,6% registrado en 2013 al
4,85% de la actualidad. La cifra contrasta con la media europea, que
alcanza el 12,3% según Eurostat. Solo Reino Unido y Portugal presentan
tasas tan bajas.
La tasa de ahorro de los hogares
cerró 2018 en mínimos históricos. Según cifras del Banco de España
publicadas ayer, el porcentaje que las familias guardan de su renta
disponible se situó en el 4,85%, el dato más bajo desde que arrancan las
series a mediados de los sesenta. Esto es: casi cinco de cada cien
euros que ganan. El ahorro en España está muy vinculado a la confianza
en la economía y a la compra de vivienda. En un entorno de creación de
empleo y con unos tipos muy bajos, las familias tienden a ahorrar menos.
Justo lo contrario de lo que pasó en la crisis, cuando se disparó la
amortización de hipotecas. Además, los depósitos ya no ofrecen
rentabilidad. También contribuye un consumo que crece más de lo que
aumentan las rentas o la pobre evolución de los salarios.
Una persona saca dinero de un cajero automático, en Madrid.Jaime Villanueva
TASA DE AHORRO DE LAS FAMILIAS
En % de la renta disponible Fuente: Banco de España. EL PAÍS
Al inicio de la crisis, el ahorro de los españoles se disparó a
máximos del 13,4%. Y aguantó entre el 12% y el 7% en los años
siguientes. El miedo a perder el trabajo hizo que las familias ahorraran
cuanto podían. Entre 2009 y 2016, unos 220.000 millones de euros. Y
todo ello se dedicó a quitarse hipoteca, tal y como se observa en los
datos del Banco de España. Sin embargo, esta tendencia tomó el camino
inverso hace tres años. En 2016 cayó con fuerza. Y en 2017 y 2018 se
hundió hasta niveles nunca alcanzados en las series (la del Banco de
España, que empieza en 1999, y la del Ministerio de Economía, que se
remonta hasta 1964). El desplome del ahorro explica que se haya detenido la reducción de
deuda. Entre 2010 y 2015, los pasivos de las familias se recortaban a
razón de unos 35.000 millones al año. Sin embargo, en 2018 apenas
bajaron en 793 millones, hasta los 712.013 millones. Se trata de un
descenso muy leve que podría marcar un hito: parece que los hogares han
concluido el fuerte ajuste de la deuda que iniciaron tras el estallido
de la burbuja. Las amortizaciones de hipotecas se igualan con lo que
está subiendo el nuevo crédito hipotecario y los préstamos al consumo.
En relación al PIB, la deuda ya se acerca a cotas europeas. De hecho, las familias llevan ya dos años disminuyendo el colchón construido durante la recesión. En 2017, desembolsaron 4.759 millones más de lo que ganaron, según el
INE. Y en 2018, 14.800 millones. Aun así, en ninguno de los dos años las
familias engordaron su deuda porque tiraron del patrimonio ahorrado
para financiarlo.
En definitiva, la mejora del patrimonio y las buenas expectativas del
mercado laboral han impulsado el consumo más allá de lo que preveían
los analistas.
Durante la recesión se pospusieron muchas compras de
bienes como electrodomésticos o automóviles.
Y esa demanda embalsada,
propulsada por un crédito al consumo que el año pasado avanzó al 15%, ha
hecho que las familias compren más de lo que suman sus rentas.
Desde
hace ya varios años, los analistas esperan que ese consumo se modere de
manera que se recomponga el ahorro. Algo que debería estar pasando cuando la generación del baby boom se aproxima a su jubilación y en previsión de una posible subida de tipos hacia finales de 2020. Sin embargo, no ha sucedido. Los expertos siempre apuntan que los españoles en realidad invierten
su ahorro en el ladrillo. Y el precio de la vivienda ha vuelto a subir
generando un efecto riqueza. Sea cual sea la razón, esta resistencia del consumo explica en buena medida que la economía española esté aguantando mejor la ralentización exterior. Además, se está generando empleo a la misma velocidad que crece la
economía. Y eso significa que todo el crecimiento se hace a fuerza de
contratar trabajadores y no de mejorar la productividad. Si los trabajos
que se crean no son productivos, los salarios no pueden ser altos, lo
que provoca que los nuevos contratados tengan menos capacidad de ahorro. En general, con un salario medio que la Agencia Tributaria cifra en
25.083 euros parece difícil ahorrar. Y el paro todavía se antoja muy
elevado.
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