La actriz, de la que Bernardo Bertolucci dijo que “es tan guapa que es indecente”, estrena este viernes el último proyecto de
Eva Green empezó a ir a clases de interpretación obligada.
Cuando tenía 12 años, sus profesoras del colegio pensaron que sería bueno para ella, que la curaría su timidez patológica.
“Y, en parte, sí: ponerme ahí delante de otros estudiantes y ser capaz de canalizar mis emociones fue como una epifanía”, recuerda, sentada en un hotel de Londres.
Casi 30 años después, aquella epifanía por obligación es hoy una carrera de estrella en la que aún lucha contra su timidez.
A punto de estrenar el próximo viernes Dumbo, versión con personajes reales del clásico de Disney, dirigida por Tim Burton, la actriz dice que esa timidez es como las grandes orejas del pequeño elefante.
“Mucha gente no lo entiende y cree que por dedicarme a esta profesión no debería ser así de tímida, muchas veces ni yo lo entiendo, soy un poco masoquista”, continúa.
“Y antes era mucho peor, era un hándicap en mi vida.
De pequeña no podía ni celebrar mi cumpleaños porque no quería ser el centro de atención”.
“La gente espera encontrarse con otra cosa cuando me conoce”, añade.
Sabe que ella misma creó esa confusión con su primera película, Soñadores (2003), en la que mostraba absolutamente todo su cuerpo.
Se ríe al pensarlo. “Lo sé, es una paradoja. No sé qué haría si no fuera actriz, probablemente estaría escondida en una cueva”, bromea.
Bernardo Bertolucci le dio aquella primera oportunidad en el cine después de verla en el teatro y dijo de ella que “es tan guapa que es indecente”.
Sin haberlo superado aún, a sus 38 años años, sabe, además, que ha podido ser un problema para ella en una industria a la que le gusta presumir, enseñar, ser un poco descarada.
“Soy única en ese sentido, y aún me siento como el patito feo en todo este mundo.
Por eso me entiendo tan bien con Tim Burton, porque también él es muy tímido.
Es verdad que quizá he perdido oportunidades en mi carrera por mi timidez.
Me hace gracia porque a veces la gente dice que soy misteriosa”. Y pronuncia el adjetivo con cierto tono irónico.
“No es verdad, es que no voy a fiestas porque soy terrible en la charla trivial. Ojalá tuviera ese talento”.
Sus padres y amigos le desaconsejaron que aceptara el papel, con miedo a que pasara por lo mismo que Maria Schneider, la protagonista de El último tango en París.
Pero Green tenía un póster de esa película en su habitación adolescente, admiraba al cineasta italiano y jamás ha dicho nada malo de él.
“Era mi primera película y me respetó mucho”, asegura.
Aunque luego este papel supuso que durante años rechazara escenas de desnudos.
Incluso estuvo a punto de decir no a ser chica Bond en Casino Royale (2006) porque se negaba a ser la mujer adorno del espía.
“Sé que a menudo la gente no sabe o se olvida de que soy francesa.
Mi padre es sueco, no me criaron en inglés, pero mi apellido confunde, es Green”, y lo pronuncia marcando mucho la erre.
Le ha costado incluso tener una carrera en Francia.
“A partir de Bond empecé a trabajar muy duro con el inglés y ahora ya llevo 15 años viviendo en Londres”.
Así que cuando su amigo Tim Burton, cuyo Dumbo es la tercera película que hacen juntos, le pidió que le pusiera acento galo a su personaje Colette, dudó un poco.
“Y lo trabajé con una profesora, no quería excederme”.
Una de las características que más le atribuyen —quizá por los personajes oscuros que ha interpretado en las películas de Burton— es el de gótica o rara.
Ella se ríe. “La gente piensa que soy rara. Incluso mi propia hermana. Tengo una gemela no idéntica y somos muy diferentes, cuando teníamos 13 o 14 años ella se tiñó de rubio platino, está casada, tiene hijos”, explica.
“Durante años me molestó lo de gótica. ¿Qué quieren decir? ¿Que me gusta la muerte, que visto de negro?
Sí, visto de negro, pero no me atrae la muerte. ¿Es ser romántica?
No sé. La gente se siente más segura cuando te mete en una caja, si no te pueden colocar en una caja, se vuelven locos.
Ahora me parece bien lo de rara, quizá significa que eres tú misma”.
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