María Gombau Mensua, la joven acusada de matar a golpes a sus dos hijos pequeños en Godella (Valencia), según todos los indicios durante un brote psicótico, lleva desde el martes, cuando tuvo una crisis, aislada en una celda de observación del módulo de Enfermería
de la cárcel de Picassent.
A Gombau se le ha aplicado el protocolo de
prevención de suicidios y la habitación en la que está recluida tiene
una pared de vidrio para ser vigilada.
Según fuentes penitenciarias, la
joven está medicada y habla de sus hijos en presente.
Mucho antes de perderse en la niebla de la locura, Gombau, nacida en
1991, asistió a una cooperativa escolar de tendencia progresista y fue
después a un colegio y un instituto públicos. Una maestra la recuerda
como “una niña normal, que no daba problemas y tenía amigas”.
En
Bachillerato sacó dieces en varios exámenes de Matemáticas y Física y,
por la extracción social de sus padres, miembros de familias
relativamente acomodadas de Rocafort y Burjassot, dos localidades
cercanas a Valencia, parecía predestinada a estudiar una carrera
. Pero
no lo hizo. Poco después de cumplir los 18, antes de acabar el
instituto, decidió irse a recorrer Europa.
Y no se fue de Interrail,
sino a vivir alojada en una red continental de casas okupa.
Gombau regresó a España al cabo de un año y participó en el 15-M.
En
una marcha de indignados en Valencia conoció a Gabriel Carvajal, el belga con el que tuvo a su hijo Amiel y a su hija Ixchel,
y que también está en prisión por su presunta participación en el
asesinato de ambos, que tenían tres años y cinco meses respectivamente
en el momento de los hechos.
Su estilo de vida alternativo, su
militancia en el movimiento que agitó la política española en 2011 y su
detención en una protesta han hecho que se dé por sentado que Gombau
está muy ideologizada.
Pero una persona cercana a la joven asegura que
no es así; es más bien feminista, se siente más bien de izquierdas, pero
nunca ha tenido un discurso político articulado.
Su interés se dirigió más, prosigue la fuente, hacia documentales y programas Cuarto Milenio,
una afición que empezó a cultivar en la adolescencia, cuando pasó horas
viendo vídeos sobre la materia, sin que esto influyera en su
comportamiento.
Hasta febrero, cuando existe un amplio consenso en que
Gombau empezó a despegarse de la realidad, nueve personas que la conocen
describen a Gombau como una chica encantadora, empática, entregada a
sus hijos y, según una persona próxima, “tan dulce como frágil”.
Una
amiga señala que tanto ella como su pareja consumían con frecuencia
marihuana, pero que nunca los vio ir "más allá de los porros".
Gabriel Carvajal, que tiene 28 años, potenció la inclinación de Gombau
por el ocultismo a nuevas cotas.
En el terreno místico, coinciden
varias fuentes, el joven ejercía de director y su novia de acólita.
Viajaron juntos a México, de donde procede la familia paterna de
Carvajal, y vivieron unos meses con una tribu indígena.
Volvieron a Valencia practicando “regresiones”, una especie de viaje
psicológico a encarnaciones pasadas que consistía, asegura una amiga,
en sesiones de relajación nada inquietantes.
Ese supuesto pasadizo entre la vida y la muerte reapareció, en
cambio, el 14 de marzo, el día que fue detenida, como un delirio por el
que la joven creía que Amiel e Ixchel iban a reencarnarse en su cuerpo.
Gombau presentaba esa tarde un claro brote psicótico, asegura una fuente
psiquiátrica que participó en su tratamiento.
En el centro de ese
cuadro mental se situaba la existencia de una secta de pederastas que
dominaba el mundo y pretendía, según Gombau, secuestrar a sus hijos y
encerrarlos a ella y a su novio en una institución psiquiátrica.
Gombau, como muchos adolescentes, había ido en su día al psicólogo.
También había visitado esporádicamente a un psiquiatra. Pero hasta el
día de su arresto no le habían diagnosticado ningún trastorno mental.
Su
entorno asegura, sin embargo, que en 2016 la joven sufrió un primer
brote psicótico.
Sucedió cuando su primer hijo tenía aproximadamente
cuatro meses, la misma edad que tenía su hija en febrero de este año
cuando se le manifestó el segundo.
Gombau se negó entonces a recibir
tratamiento psiquiátrico y lo superó sola.
Carvajal sí había sido
diagnosticado de trastorno límite de la personalidad, asegura el entorno
de la pareja, que se traducía en dificultad para relacionarse con la
gente y agresividad.
Las señales de inestabilidad que Gombau empezó a manifestar en
febrero incluyeron un episodio alarmante tres semanas antes del crimen.
En la calle hacía cuatro grados.La familia avisó a la Guardia Civil, que alertó a las policías
locales de varios municipios de la zona, y salió a buscarla por sus
propios medios.
El hermano pequeño de Gombau las encontró tras recorrer
en ciclomotor durante casi dos horas los caminos y sendas de los campos
de huerta que rodean Rocafort.
La mujer aceptó ir al psiquiatra, que,
sin embargo, no le diagnosticó un trastorno mental. Al interrogarla por
su comportamiento, Gombau contestaba con una pregunta: ¿Es que no puede
salir una a pasear?
Sus amigas lamentan ahora no haber actuado de otra forma entonces,
cuando la paranoia de la pareja sobre la supuesta secta que perseguía a
sus hijos alcanzó “un extremo que no era normal”.
“La madre lo dijo por
activa y por pasiva.
Pero qué íbamos a hacer, ¿denunciarlos? Nunca
pensamos que iban a llegar a ese punto”, dice una de ellas.
También el
Consejo General del Trabajo Social y el Colegio Oficial de Trabajo
Social de Valencia han admitido que el desenlace revela un “fallo como
colectivo”.
El lunes 11 de marzo, tres días antes de la muerte de los niños, la
madre de Gombau inició una serie frenética de acciones para conseguir
que las autoridades intervinieran, tras recibir un mensaje de WhatsApp
de su hija en el que decía: “Voy a reunirme con el Creador”.
La madre lo
interpretó como una nota de suicidio y acudió con otro familiar y
agentes de la policía local a la casa okupada donde vivían Gombau,
Carvajal y los niños.
El joven salió de la vivienda y les dijo que sin
orden judicial no entraban.
Pasados unos minutos, Gombau salió para
decir que estaba bien.
Su madre recurrió en los dos días siguientes a la Guardia Civil,
los servicios sociales municipales, la fiscalía de menores y el juzgado
de guardia.
La familia cree, según una fuente próxima a la misma, que
esas instituciones respondieron adecuadamente.
La madre de Gombau
solicitó por escrito la protección de sus nietos y que estos quedaran
temporalmente a su cargo y, a la vista del mensaje de “presuicidio” y la
narración de los antecedentes, el juez de guardia le transmitió el
miércoles que entre esa misma tarde y el jueves se activaría un
dispositivo con tal fin que, sin embargo, no llegó a tiempo.
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