No un terremoto, sino una pequeña colección de ellos —la maternidad, la
vuelta a la universidad, su puesta de largo como actriz de culto en el
drama de Brit Marling, The OA, el mismísimo David Lynch
llamando a su puerta:
“¿Tienes una canción para la nueva Twin Peaks?”—
han sacudido la vida de la reina, insondablemente profunda, del desamor songwriter en los cuatro años que median entre el enorme Are We There (2014) y el presente, despedazado —por la falta de tiempo, dice— y si cabe aún más sublime, por momentos casi sagrado de Remind Me Tomorrow.
Tan visceral y oscuro como de costumbre, aunque más poderoso que nunca, más, podríamos decir, lynchiano
que nunca, el sonido de Van Etten abandona lo real —la guitarra, el
piano, su modesto pero doloroso minimalismo, ya expandido en Are We There— para elevarse a un plano superior en el que el sintetizado y una suerte de dream dark rock lo reconfiguran hasta permitir la explosión devastadoramente ambiental de No One's Easy To Love,
más que una canción, un estado de ánimo. De hecho, el álbum al completo
es un estado de ánimo, a la manera en que lo son los pluscuamperfectos
álbumes de Justin Vernon.
Tan visceral y oscuro como de costumbre, aunque más poderoso que nunca, más, podríamos decir, lynchiano
que nunca, el sonido de Van Etten abandona lo real —la guitarra, el
piano, su modesto pero doloroso minimalismo, ya expandido en Are We There— para elevarse a un plano superior en el que el sintetizado y una suerte de dream dark rock lo reconfiguran hasta permitir la explosión devastadoramente ambiental de No One's Easy To Love,
más que una canción, un estado de ánimo. De hecho, el álbum al completo
es un estado de ánimo, a la manera en que lo son los pluscuamperfectos
álbumes de Justin Vernon.
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