Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 ene 2019

La literatura del malestar francés....................... Marc Bassets

Las obras de Ernaux, Aubenas, Eribon, Louis, Houellebecq o el último premio Goncourt, Nicolas Mathieu, captaron las síntomas que han llevado a la revuelta de los ‘chalecos amarillos’

Protesta de los 'chalecos amarillos' ante el Arco del Triunfo en los Campos Elíseos de París, el pasado día 5. 
Protesta de los 'chalecos amarillos' ante el Arco del Triunfo en los Campos Elíseos de París, el pasado día 5. Getty Images
Las señales estaban ahí. Bastaba leer algunas de las obras literarias más celebradas en los últimos años en Francia.
 En ellas aparecen los síntomas del malestar que ha estallado con la crisis de los chalecos amarillos.

El cierre de las fábricas, los salarios bajos, las humillaciones cotidianas. 
El aislamiento de las pequeñas ciudades alejadas de la capital y la dependencia respecto al automóvil para trabajar: para sobrevivir.
 La educación y la cultura como señas de identidad de las clases sociales.
 Los paisajes desangelados de los centros comerciales y las impersonales rotondas en las afueras de las ciudades. 
También la seducción del voto ultra.
 Todo estaba ahí, a la vista de cualquiera, pero muy pocos prestaron atención.

Por su esteticismo decadentista y por su visión reaccionaria, Houellebecq es una excepción.
 La posición poética y política del autor de Serotonina contrasta con la perspectiva de izquierdas —o extrema izquierda en algunos casos— de otros autores que han retratado la llamada Francia periférica.

La inspiración

Muchos de estos autores —desde el filósofo Didier Eribon, responsable del ensayo memorialístico Regreso a Reims (Libros del Zorzal), a Nicolas Mathieu, recién premiado con el Goncourt en 2018 por la brillante Leurs enfants après eux— citan como inspiración y modelo a Annie Ernaux, que en sus breves novelas autobiográficas retrata esta otra Francia: la de los de abajo, la de su familia en la Normandía rural y la de la anodina periferia parisiense.
Si Macron y sus consejeros hubiesen leído estos libros con atención, quizá se habrían dado cuenta de que algo en apariencia tan técnico como el precio del diésel y de la gasolina es una cuestión casi existencial para esta Francia. 
Quizá habrían detectado que podía ser el detonante de una revuelta.
Hay una literatura de los chalecos amarillos, el movimiento que estalló en noviembre del pasado año como una protesta por el precio del carburante y ha acabado precipitando la mayor crisis de la presidencia de Emmanuel Macron.
 El ejemplo más reciente es el de Michel Houellebecq.
 Su nueva novela, Serotonina (Anagrama), publicada este enero, describe la desmoralización de un mundo rural que se siente despreciado por París y Bruselas. 
Los campesinos en cólera cortan una autopista y se enfrentan con la policía. 
Houellebecq lo escribió antes de la crisis de los chalecos amarillos, pero parece que esté describiendo las derivas violentas del movimiento.
Cuando Anthony, el protagonista de Leurs enfants après eux, al fin consigue un empleo, el narrador observa: 
“El problema es que no se encontraba a la puerta de al lado de su casa, toda la paga se iba en el carburante, o casi”. “Te proponían agotadores empleos a media jornada, físicos, en la gran ciudad a 40 kilómetros de casa.
 Pagar la gasolina para hacer la ida y vuelta cada día te habría costado 300 euros al mes”, lamenta Édouard Louis, discípulo de Eribon, en Qui a tué mon père (2018), un epílogo en forma de panfleto a Para acabar con Eddy Bellegueule (Ediciones Salamandra), la historia de su infancia y adolescencia en una familia desestructurada en el norte de Francia.
 

 

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