Estamos un pelín preocupados por Carlota Casiraghi. Nos apena que haya roto con su último novio y padre de su segundo hijo. Recordemos que su mamá también vivió en una montaña rusa del amor y su tía Estefanía,
en una cordillera. Pero en ellas se ha ejercido cierto micromachismo
sin reconocerlo. Lo primero que hacemos es criticarlas por lo que les
sucede porque son mujeres, aparte de princesas, guapas y ricas. Puede
ser que son esos hombres que eligen lo que está mal. Malas elecciones
encadenadas. Y ante las críticas por esas malas elecciones, sugiero que
pensemos que ellos se acercan, se ponen a tiro y ellas, por fascinantes
que puedan ser, no tienen un gran campo de elección. Mónaco,
aparte de caro y mínimo, es hermético. Y Carlota debe ser tan
inteligente como “complicada” para un caballero. Una vez pasó cerca de
mí en la exposición de Cartier en el Museo Thyssen. Miró a los ojos y
sonrió con arrollador encanto. “Encantado”, dije, y ella sin dejar de
mirarme respondió: “Yo también”.
Carlota Casiraghi el 7 de mayo de 2018 en la Gala del Museo Metropolitano de Nueva York.Taylor HillGetty Images
Hay que proteger a Carlota igual que debemos proteger los océanos de los microplásticos. Decidí reunir unos amigos para recibir el Año Nuevo, una decisión que tuvo que pasar por el vía crucis
de encajar en las agendas de todas y todos, incluyendo esos amigos que
ponen en remojo tu fiesta en la espera de mejores invitaciones. Hay que
aceptarlo, es ley de vida social. Después, los que acuden te regalan
buenos momentos. Como el de ver a Anne Igartiburu dar las campanadas un Fin de Año más, vestida con un Lorenzo Caprile que homenajeaba el clavel y con el propio Lorenzo Caprile
a mi lado, sosteniendo un cuenco con doce uvas. “Lorenzo, es
maravilloso”, le comenté por su traje (y lo bien que lo llevaba Anne),
él lo miro un instante, al bies, en nuestro televisor de hace veinte
años (casi los mismos que lleva Igartiburu dando las uvas), haciendo un
fugaz repaso técnico y musitó: “Garofano, así se llama, que es clavel en
italiano”. Y acto seguido, siguió la conversación con mis sobrinas,
tranquilo, como si el vestido fuera de otra persona. Una de las cosas
que me pido para este año es tener esa misma capacidad de distanciarme
de lo que hago. Al día siguiente, Lorenzo envió a casa un espléndido
ramo de claveles bellos y rojos. Antes de la separación de Carlota, el gran tema ha sido el robo de las joyas de María Teresa de Luxemburgo, que es de origen cubano.
Sucedió en enero pasado pero no fue hasta diciembre del 2018 que la
policía luxemburguesa detuvo e interrogó al principal sospechoso del
hurto, el maquillador de la Gran Duquesa Fue visto huyendo del lugar
del crimen en bicicleta antes de embarcar en una lancha y escapar por el
río. Un maquillador, presunto ladrón de joyas y además con conciencia
ecológica es el tipo de cosas que encienden un fin de año. Además, JV
—las iniciales aportadas por la policía— también era el maquillador de
cabecera de la reina Matilde de Bélgica y ella lo recomendó a María Teresa. Como en Los Tres Mosqueteros,
un lío de reinas, joyas y maquilladores que han dado pie a muchas
especulaciones pero que nos ha permitido descubrir que para María Teresa
de Luxemburgo, el país con mayor renta per cápita del mundo,
lo más importante en su vida es la lucha contra la pobreza.
¡Evidentemente, contra la pobreza mundial porque la de Luxemburgo está
bastante paliada! Es una ilusión muy romanticona pero el robo de sus
joyas, en uno de esos giros inesperados típicos de estas historias
folletinescas, tendría un final feliz si con su rescate va a parar todo a
las arcas de su fundación para acabar con el hambre que hay fuera de
las diminutas y acaudaladas fronteras del Gran Ducado.
Por supuesto, la prensa luxemburguesa está amordazada en este tema. Todo
se sabe a través de las prensas francesa y belga y por un amigo mío que
contactó con su tía Vilma que vive en Luxemburgo “para sentir lo que
pasa en la calle”. Ella respondió con que hay impuesta ley de silencio
pero sugirió la nueva página web de María Teresa,
ilustrada con un magnífico primer plano de ella, con cachemires
carísimos y nada de joyas, claro. Volvemos a lo mismo, no es fácil ser
gran duquesa ni pequeña princesa. Ni tampoco es fácil salir de la
pobreza.
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