Los herederos de Carmen Franco han vivido su luto blindados en el mutismo o convertidos en acérrimos defensores del dictador.
La muerte de Carmen Franco, este sábado hace un año, no pilló a nadie por sorpresa.
Ella misma había contado cuatro meses antes de morir que padecía un cáncer terminal
y que no iba a someterse a ningún tratamiento para alargar una
existencia que se prolongó durante 91 años. Carmen Franco era la única hija del dictador Francisco Franco y su esposa, Carmen Polo; la madre de siete hijos
—Carmen, Mariola, Francis, María del Mar (Merry), Cristóbal, Arantxa y
Jaime— y también la abuela de una numerosa prole entre los que era
conocida su querencia hacia Luis Alfonso de Borbón, hijo de su
primogénita y de Alfonso de Borbón, heredero del inexistente trono de
Francia según los legitimistas.
Un nieto a quien ella estaba especialmente unida
porque vivió a su lado en la casa familiar de la calle Hermanos Bécquer
en el barrio madrileño de Salamanca, desde poco después de que su padre
falleciera víctima de un trágico accidente de esquí y él eligiera no
trasladarse con su madre que residía en París.
Luis Alfonso tenía
entonces 14 años.
En este año de luto la vida ha discurrido de forma desigual para los
miembros de esta numerosa familia que nada más morir la matriarca
acordaron un pacto de silencio mientras se solucionaban los trámites de la cuantiosa herencia de su madre,
que se ha cifrado entre 500 y 600 millones de euros.
Los numerosos
frentes abiertos con distintas administraciones públicas respecto a
algunas de las más controvertidas propiedades de la familia —entre las
que se encuentran el pazo de Meirás, el palacio de Cornide en A Coruña o
dos estatuas que pertenecieron al Pórtico de la Gloria de la catedral
de Santiago de Compostela— y la polémica que ha desatado la propuesta
del Gobierno de exhumar los restos de Franco
de la basílica del Valle de los Caídos, situado en el municipio de San
Lorenzo de El Escorial (Madrid), aconsejaban prudencia.
Mejor pasar lo
más desapercibidos posible y continuar con los negocios
—fundamentalmente inmobiliarios— de la familia, amarrar el discutido
ducado de Franco y cerrar la herencia, que armar ruido y situarse en el
centro del ojo del huracán.
Mariola y
Arantxa; a quienes el paso de los años hizo unirse a Merry y Cristóbal.
Merry dio que hablar en su juventud por proclamarse la rebelde de la
familia y mantener un breve matrimonio con el televisivo periodista
y tertuliano Jimmy Giménez-Arnau.
Después se trasladó a Estados Unidos
y, para la opinión pública, es como si se la hubiera tragado la tierra.
Cristóbal también vivió su momento mediático cuando, mientras seguía la
carrera militar, atropelló a un joven matrimonio que cruzó indebidamente
una calle y ambos fallecieron a consecuencia del accidente; después colgó el uniforme, escribió un libro titulado Cara y cruz de un nieto de Franco
y se casó con la popular presentadora de televisión Jose Toledo.
Posteriormente su perfil público ha sido comedido.
Una norma que durante
2018 solo se ha quebrado, sin mayores algarabías, por su civilizada
separación de la que ha sido su esposa durante 34 años.
Lo más reseñable es que a este club de hermanos reservados se han
unido, tras la muerte de Carmen Franco, sus otros tres hijos, los que
por unas u otras razones han sido protagonistas con más frecuencia en
los medios de comunicación: Carmen, Francis y Jaime.
La parlanchina Carmen Martínez Bordiú, habitual de la prensa rosa y acostumbrada a rentabilizar sus idas y venidas personales a golpe de exclusivas, ha sellado sus labios en estos 12 meses.
“Harta de las polémicas que rodean a la familia”, este verano, con las cuentas bancarias saneadas por la herencia recibida y ungida con el título de condesa de Franco, se trasladó a vivir a Cascais (Portugal) junto a quien desde 2017 es su nueva pareja, Timothy McKeague, neozelandés, coach emocional y 34 años más joven.
Ha vuelto a casa por Navidad pero continúa callada salvo para confesar que “son fechas tristes para la familia”.
Al aniversario de la muerte de su madre se unen tres frentes avivados en los últimos meses: la exhumación de los restos de su abuelo y dónde serán enterrados después;
el estudio en marcha sobre la retirada del ducado que acaba de recibir y las presiones para que se expropie definitivamente el Pazo de Meirás a la familia.
Francis Franco,
el único de los hermanos que cambió el orden de sus apellidos, fue
condenado en febrero a 30 meses de cárcel por atentado contra la
autoridad y conducción temeraria por un suceso acaecido en abril de
2012, y absuelto por la Audiencia Provincial de Teruel en octubre “por
falta de pruebas de cargo suficientes”.
Su mutismo no ha incluido obviar su opinión sobre la exhumación de su abuelo. “Al 90% de los españoles les importa un pito dónde está enterrado Franco.
Pero no vamos a facilitar que jueguen con la momia de mi abuelo. Tenemos unos derechos y vamos a llevarlos hasta el último extremo”, manifestó en una entrevista radiofónica, .
De Jaime, la oveja negra de la familia, también se ha apoderado la calma.
Confesó su adicción a las drogas, en 2010 le acusaron de amenazar a un conductor con un arma, tuvo que declarar por su presunta relación con un alijo de seis kilos de cocaína y pasó una noche en el calabozo por presunto maltrato a una exnovia.
Abogado de profesión, participa en la gestión de parte del patrimonio familiar junto a su hermano Francis.
En esta labor también ha intervenido en ocasiones el nieto favorito de Carmen Franco, Luis Alfonso de Borbón.
Él ha sido precisamente el que ha elegido el camino inverso al resto de su familia.
Habitualmente callado, durante 2018 ha asumido la presidencia del patronato de la Fundación Francisco Franco destinada a "difundir la memoria y la obra" de su bisabuelo, y ha convertido sus redes sociales en una tribuna en la que homenajea al dictador y ataca a sus enemigos:
"Te fuiste hace 43 años, pero estás más presente que nunca", escribió el pasado 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Franco,
"Tus enemigos y unos traidores a la patria no te olvidan, ni cesan de mencionarte.
Otros muchos te seguimos recordando y rezando por ti".
Las nuevas generaciones toman el relevo en una de las familias más cuestionadas del país.
No parece que vayan a faltar las polémicas en el futuro más próximo.
La parlanchina Carmen Martínez Bordiú, habitual de la prensa rosa y acostumbrada a rentabilizar sus idas y venidas personales a golpe de exclusivas, ha sellado sus labios en estos 12 meses.
“Harta de las polémicas que rodean a la familia”, este verano, con las cuentas bancarias saneadas por la herencia recibida y ungida con el título de condesa de Franco, se trasladó a vivir a Cascais (Portugal) junto a quien desde 2017 es su nueva pareja, Timothy McKeague, neozelandés, coach emocional y 34 años más joven.
Ha vuelto a casa por Navidad pero continúa callada salvo para confesar que “son fechas tristes para la familia”.
Al aniversario de la muerte de su madre se unen tres frentes avivados en los últimos meses: la exhumación de los restos de su abuelo y dónde serán enterrados después;
el estudio en marcha sobre la retirada del ducado que acaba de recibir y las presiones para que se expropie definitivamente el Pazo de Meirás a la familia.
Su mutismo no ha incluido obviar su opinión sobre la exhumación de su abuelo. “Al 90% de los españoles les importa un pito dónde está enterrado Franco.
Pero no vamos a facilitar que jueguen con la momia de mi abuelo. Tenemos unos derechos y vamos a llevarlos hasta el último extremo”, manifestó en una entrevista radiofónica, .
De Jaime, la oveja negra de la familia, también se ha apoderado la calma.
Confesó su adicción a las drogas, en 2010 le acusaron de amenazar a un conductor con un arma, tuvo que declarar por su presunta relación con un alijo de seis kilos de cocaína y pasó una noche en el calabozo por presunto maltrato a una exnovia.
Abogado de profesión, participa en la gestión de parte del patrimonio familiar junto a su hermano Francis.
En esta labor también ha intervenido en ocasiones el nieto favorito de Carmen Franco, Luis Alfonso de Borbón.
Él ha sido precisamente el que ha elegido el camino inverso al resto de su familia.
Habitualmente callado, durante 2018 ha asumido la presidencia del patronato de la Fundación Francisco Franco destinada a "difundir la memoria y la obra" de su bisabuelo, y ha convertido sus redes sociales en una tribuna en la que homenajea al dictador y ataca a sus enemigos:
"Te fuiste hace 43 años, pero estás más presente que nunca", escribió el pasado 20 de noviembre, aniversario de la muerte de Franco,
"Tus enemigos y unos traidores a la patria no te olvidan, ni cesan de mencionarte.
Otros muchos te seguimos recordando y rezando por ti".
Las nuevas generaciones toman el relevo en una de las familias más cuestionadas del país.
No parece que vayan a faltar las polémicas en el futuro más próximo.
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