Un Blues

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29 dic 2018

Buffet libre frío.......................................... Boris Izaguirre

La elección de la cena de La Zarzuela fue para acoger de nuevo a la infanta Cristina y no tener que sentarla en un sitio incómodo, sino que ella, como otros, circulara.

 

La elección de la cena de La Zarzuela fue para acoger de nuevo a la infanta Cristina y no tener que sentarla en un sitio incómodo, sino que ella, como otros, circulara.

El Rey Felipe VI pronuncia el tradicional mensaje de Navidad, el pasado 24 de diciembre.
El Rey Felipe VI pronuncia el tradicional mensaje de Navidad, el pasado 24 de diciembre. EFE

 

La cena de Navidad de la familia real no fue sentada, sino un buffet libre frío, fórmula muy socorrida porque cada quien puede servirse lo que considere conveniente, no hay que sentarse en una misma mesa ni atornillarse a un puesto.
 Los comensales pueden distribuirse o deambular en varias estancias.
 Resulta más dinámico. Si, además, es en un palacio pueden evitarse más fácilmente las tradicionales discusiones en la cena de Navidad.
 Mi marido, aunque es muy sensato y sabe sortear obstáculos de salón, ha caído en alguna emboscada recientemente y entiende este buffet de la familia real como una metáfora acerca de España: que ha pasado de aquella frase de “un café para todos”, que resumía las comunidades autónomas, al buffet estilo libre, que te permite llenar el plato y compartir cena, pero no mesa.
Incluso, tiene su punto comunista cuando las colas se hacen eternas y uno tiene tiempo hasta para recordar cualquier cosa, como por ejemplo que Alejandro Agag y Ana Aznar Botella se conocieron en la cola para la ducha en la casa que los papás de Ana alquilaban para el verano, demostrando que en las familias de derechas también se hacen peculiares ejercicios de convivencia.
La infanta Cristina, en Madrid, el pasado 24 de octubre.  
La infanta Cristina, en Madrid, el pasado 24 de octubre. Europa Press via Getty Images
El buffet une más de lo que le reconocemos.
 Está claro como un consomé, que su elección en la cena de La Zarzuela fue para acoger de nuevo a la infanta Cristina y no tener que sentarla en un sitio incómodo, sino que ella, como otros, circulara.
 Y también sentencia que pese a hacerse pasar por tonta en el proceso Nóos, realmente no lo es.
 Supo ver que al final todo terminaría en un buffet.
 Donde, por cierto, muchas veces la comida se come fría. 
Como las venganzas.
Carmen Lomana ofreció un divertido buffet a sus compañeros de MasterChef y el aristócrata Fernando Martínez de Irujo, que fue el primero en entender lo cool que era el menú.
 Carmen, bromista como es, sirvió quinoa, uno de sus peores platos en el talent show.
 En la familia real saben mucho de este superalimento gracias a que la reina emérita lleva años haciendo convivencia vegetariana con su marido. 
Nada de carne.
Estas navidades lo cool es el buffet.
 Hasta Melania y Donald compartieron con los marines en una base aérea de Irak. 
En mi familia disfrutamos uno con exquisiteces gallegas y venezolanas, celebrando que llevamos 26 años de esa distante y feliz convivencia. 
Venezolanos y gallegos tienen en común que les encanta beber y hablar muy alto por lo que no pude escuchar bien el discurso del Rey.
 Conseguí fijarme en que la corbata me resultaba superfamiliar. Hasta que leí que no era marca España, sino Saks Fifth Avenue. “¡¿Quéee?!”, exclamé.
 Si la tuve entre mis manos la semana pasada en la mismísima tienda de Nueva York que, además, estaba celebrando unas rebajas estilo buffet del 30% al 50%.
 Eso, más que convivencia, es telepatía. Y ahorro. 
Estoy convencido que cerca de mí rulaba alguien del equipo del Rey, o de la estilista de la Reina, esperando que descartara esa corbata, como hice porque ahora no encuentro quien planche bien los cuellos de mis camisas, para hacerla convivir con su majestad. Desde luego que al Rey le queda muchísimo mejor que a mí y espero que me disculpe si de su discurso sobre la convivencia, esa corbata sea lo que más recuerde.
 Deseo que el próximo año lo hablemos delante de un buffet libre frío.

Yo crecí en un buffet. Invitaba siempre a más gente que platos había en mi casa y le exigía a mi papá que preparara su rosbif, muy rojo, y a mi mamá su gelatina de salmón, muy rosado, que se hacía con conservas gallegas sin poder imaginarnos jamás que me casaría con un vigués. 
En toda boda caraqueña que se precie, se ofrece buffet y nunca cena sentada.
 “Una boda es una fiesta, mi amor, no un aburrimiento. ¿Cómo vas a pasarte dos horas sentada comiendo?”, sentenció una invitada a la boda de Carlos Baute, que se organizó con los nombres de los invitados delante de cada asiento.
 Un orden completamente inimaginable en el Caribe.
 Allá los invitados llegan avasallantes al lugar de la cena y territorializan las sillas con bolso, pañuelos, una corona de plástico, mientras hacen una fila larguísima para avituallarse.
 Es un tipo de convivencia que al mismo tiempo te enseña que el buffet es más democrático que la cena sentada

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