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21 nov 2018

El palacio contra Meghan Markle: se acaba su año de gracia

La esposa del príncipe Enrique quiere imponer su estilo personal y muy profesional en la casa real británica.

Meghan Markle Meghan Markle, duquesa de Sussex, en una visita a una cocina solidaria, el 21 de noviembre de 2018. AF

El próximo martes 27 de noviembre se cumple un año del anuncio del compromiso entre el príncipe Enrique de Inglaterra y su novia, la actriz estadounidense Meghan Markle.
 Un año en el que ha habido boda, anuncio de embarazo, actos oficiales, vestidos de gala, sonrisas junto a la reina Isabel II y hasta un largo y exitoso tour real por Australia, Fiji, Tonga y Nueva Zelanda.
 Un año en el que —excepto su propia familia— todos han sido benevolentes con la recién estrenada duquesa de Sussex y sus muchas sonrisas y gestos de cercanía.
 Pero esa benevolencia parece estar tocando a su fin. 

Según un documentado reportaje publicado por The Daily Mail, las exigencias de la duquesa son altas, y el personal de palacio se ha visto sorprendido por lo que parece ser un alto nivel de profesionalidad.
 Acostumbrados a manejar la agenda del príncipe Enrique, ahora la llegada de Meghan "más que un soplo de aire fresco, se ha convertido en un vendaval", afirman. 
Markle es una profesional, algo que ha demostrado a lo largo de su carrera. 
Y ahora que ha llegado a la familia real más famosa y mediática del mundo no va a parar ni va a bajar sus necesidades ni sus exigencias ni va a moderarse.
 Según los cortesanos, ha cambiado algunas de las costumbres de palacio.
 La duquesa se levanta cada día a las cinco de la mañana para preparar su jornada a conciencia y les manda "seis y siete mensajes al día" para proponerles ideas o encuentros discretos que está teniendo con algunos británicos.
Isabel II y Meghan Markle en Cheshire, el 14 de junio de 2018.
Isabel II y Meghan Markle en Cheshire, el 14 de junio de 2018. CORDON PRESS
Según quienes la ayudan en palacio, poco acostumbrados a la forma de trabajar actual, Meghan tiene "muchísimas ideas" y toda la "energía de la Costa Oeste". Habla de lo que le gusta (de hecho, ya había hablado ante la ONU, precisamente de feminismo), trabaja como le gusta y viste como le gusta.
Según los periodistas que la han seguido en la gira real por Oceanía, Markle escribe sus discursos por sí misma.
 Algo que puede no parecer llamativo, pero que es muy poco habitual en la familia real británica, que cuenta con ayudantes que se dedican exclusivamente a ello.
 En el caso de los dos que dio en Fiji y en Suva, ella misma los escribió su discurso e incluso llevó notas manuscritas. 
 Una tarea que, según los ayudantes palaciegos, le llevó días. También llama la atención la temática: versaron sobre la igualdad, el sufragio femenino y las oportunidades educativas para las niñas.
 Temas muy poco comunes para la familia real británica.
Cuando va a cumplirse un año de su imparable salto mediático, los medios le han perdido ese reverencial respeto de los comienzos a esta actriz convertida en miembro de la realeza.
 Los despiadados tabloides británicos llevan semanas empezando a dar cuenta de la primera crisis que ha azotado a la duquesa: la de la salida de una supuesta asistente de nombre Melissa que no habría aguantado las exigencias de Markle.
 Pero ahora han ido a más. 
Hace unas semanas también se filtraba que su supuestamente idílica relación con Isabel II al parecer no lo sería tanto.
 En su primer viaje juntas (algo que la reina no ha hecho ni siquiera con Kate Middleton) a bordo del exclusivo tren real, la monarca se sintió molesta porque la mujer de su nieto no llevara sombrero, según algunas informaciones. 
Al parecer Markle, poco habituada al protocolo real, no terminó de entender las indirectas que le avisaban de que llevara este complemento y se dejó ver con el pelo suelto, algo que le resultó, además, bastante incómodo durante la visita. 
Los roces por la vestimenta, algo con lo que la soberana suele ser muy estricta, empezaron desde la boda, cuando la actriz quiso usar una tiara que no era la más apropiada y cuando llevó un vestido completamente blanco, algo que a Su Graciosa Majestad no le parecía del todo correcto al tratarse del segundo enlace de Markle. Ella, en cambio, decidió seguir adelante.
Además de sus discursos y las causas que ella elija, la ropa es el único modo de hablar de Meghan.
 Con ella puede expresar sus intenciones, gustos y preocupaciones, de ahí que no siga a rajatabla el protocolo y opte por prendas más cortas de lo común, de diseñadores no siempre, ni mucho menos británicos, o de marcas con mensaje o ecológicas.
 Según algunos de estos citados miembros de palacio, debería usar menos ropa de color negro, poco habitual entre los Windsor, y también vestir "menos como una estrella de Hollywood y más como un miembro de la familia real".
 En alguien como ella, que tiene claro cómo quiere dejar su huella, parece poco probable que suceda.
 

 

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