César Román estaba trabajando en un restaurante de la ciudad con un nombre falso y una jefa del establecimiento avisó a la policía.
César Román ha sido detenido este jueves de la misma manera en la que ha vivido las últimas dos décadas de su vida: tratando de engañar a todos.
El Rey del Cachopo, dueño del pequeño imperio de sidrerías que abrió en Madrid con ese plato asturiano como principal reclamo, ha sido localizado en Zaragoza mientras trabajaba bajo otra identidad en un céntrico restaurante de la capital aragonesa, informó la policía.
Román, maestro del engaño, trataba esta vez de cambiar su aspecto físico.
Sin embargo, una compañera del negocio Casa Gerardo lo reconoció y avisó a las autoridades.
Su detención se produce 24 horas después de que la policía identificara el cadáver de su última pareja, Heidi Paz, una hondureña de 25 años a la que conoció en uno de sus restaurantes de Madrid.
La detención se ha llevado a cabo por orden de la jueza que lleva el caso, Rosa María Freire Pérez, titular del juzgado de instrucción número 32 de Madrid.
Su situación procesal es la de "presunto investigado". Román llevaba desaparecido desde finales de julio, cuando echó el cierre a los cinco negocios que regentaba.
Se esfumó de repente.
Quien se asomaba por el cristal de sus negocios veía vasos y platos en la barra sin recoger, como un bar que está a punto de abrir al día siguiente.
En esas mismas fechas desapareció Heidi Paz.
La gente de su entorno interpretó que habían huido juntos de las deudas que él había acumulado con socios y repartidores.
Pero de repente apareció un torso calcinado en una de las naves de Román, en agosto.
El trozo de cuerpo estaba cubierto de sosa cáustica, una sustancia química utilizada para disolver cadáveres.
La madre de Heidi no reconoció la maleta cuando los investigadores se la enseñaron en una fotografía. En septiembre le tomaron muestras de su ADN para compararlas con las del tórax hallado.
El laboratorio de la Policía Científica reveló esta semana el resultado de las pruebas: el trozo de cuerpo pertenecía a la pareja de Román.
Los investigadores ven la mano de un experto tras ese macabro cercenamiento.
Le habían quitado los implantes mamarios a la víctima, como si supieran a ciencia cierta que estos traen un número de identificación que los hace fácilmente reconocibles.
El Rey del Cachopo, dueño del pequeño imperio de sidrerías que abrió en Madrid con ese plato asturiano como principal reclamo, ha sido localizado en Zaragoza mientras trabajaba bajo otra identidad en un céntrico restaurante de la capital aragonesa, informó la policía.
Román, maestro del engaño, trataba esta vez de cambiar su aspecto físico.
Sin embargo, una compañera del negocio Casa Gerardo lo reconoció y avisó a las autoridades.
Su detención se produce 24 horas después de que la policía identificara el cadáver de su última pareja, Heidi Paz, una hondureña de 25 años a la que conoció en uno de sus restaurantes de Madrid.
La detención se ha llevado a cabo por orden de la jueza que lleva el caso, Rosa María Freire Pérez, titular del juzgado de instrucción número 32 de Madrid.
Su situación procesal es la de "presunto investigado". Román llevaba desaparecido desde finales de julio, cuando echó el cierre a los cinco negocios que regentaba.
Se esfumó de repente.
Quien se asomaba por el cristal de sus negocios veía vasos y platos en la barra sin recoger, como un bar que está a punto de abrir al día siguiente.
En esas mismas fechas desapareció Heidi Paz.
La gente de su entorno interpretó que habían huido juntos de las deudas que él había acumulado con socios y repartidores.
Pero de repente apareció un torso calcinado en una de las naves de Román, en agosto.
El trozo de cuerpo estaba cubierto de sosa cáustica, una sustancia química utilizada para disolver cadáveres.
La madre de Heidi no reconoció la maleta cuando los investigadores se la enseñaron en una fotografía. En septiembre le tomaron muestras de su ADN para compararlas con las del tórax hallado.
El laboratorio de la Policía Científica reveló esta semana el resultado de las pruebas: el trozo de cuerpo pertenecía a la pareja de Román.
Los investigadores ven la mano de un experto tras ese macabro cercenamiento.
Le habían quitado los implantes mamarios a la víctima, como si supieran a ciencia cierta que estos traen un número de identificación que los hace fácilmente reconocibles.
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