El cantante mantiene un perfil discreto y todavía no se ha dejado ver en público desde que se mudó a la capital azteca hace un par de meses.
Llegó acompañado de dos de sus hijos y con 11 maletas.
Miguel Bosé se ha mudado a México por la puerta de atrás,
como un auténtico bandido.
El cantante, de 62 años y residente en Panamá
durante los últimos tres, confirmó su traslado a la capital azteca
a finales de septiembre, tres meses después de que Hacienda lo
incluyera en la lista negra de morosos.
“Ahora estoy viviendo en México
por razones de familia y trabajo”, respondió a Efe en un cuestionario
por escrito.
Pero, extraño para una ciudad donde conviven diariamente
casi 20 millones de habitantes, todavía no se le ha visto en público y
los detalles sobre su nueva vida son un secreto guardado bajo llave.
“Está
más escondido que un bandolero, pero no vienes a Ciudad de México para
tratar de esconderte”, bromea Gilberto Barrera, un veterano periodista
del corazón de la cadena Televisa.“Su cabeza tiene un precio entre los paparazis”, asegura este conocedor del mundo de los famosos.
Pero los fotógrafos de la prensa rosa todavía no han dado con el cantante.
Y se ha convertido para ellos en uno de los personajes más buscados del país.
Pese al tamaño de la capital mexicana, la mayor aglomeración urbana del continente, no hay tantas zonas susceptibles de ser residencia del cantante.
Según fuentes cercanas al músico, la familia Bosé vive en una exclusiva urbanización en el barrio de Interlomas, una zona alejada del bullicio de la capital, donde abundan los coches de alta gama y los condominios de lujo con nombres como La Isla de Agua o Hacienda de la Soledad.
El complejo residencial elegido por el cantante está protegido por estrictas medidas de seguridad donde las casas cuentan con jardín y piscina privada, ideal para sus hijos (Diego, Tadeo, Ivo y Telmo, nacidos en 2011).
Bosé fue visto a su llegada con dos de ellos y 11 maletas a mediados de agosto.
En el aeropuerto le esperaban representantes de la promotora de espectáculos OCESA.
Otro de los beneficios del barrio para un famoso es precisamente la cercanía de colegios privados de prestigio.
De hecho, dos de los vástagos del cantante han empezado en primaria, según las mismas fuentes, en un centro laico y bilingüe de la zona, frecuentado por hijos de expatriados.
Dispone de amplias instalaciones deportivas, como una cancha de baloncesto y dos campos de fútbol, y un abanico de actividades extraescolares, desde taekwondo hasta hip hop.
Aunque el curso escolar empezó hace un par de meses, no han trascendido fotografías del cantante y sus hijos a las puertas del colegio, señal del empeño del artista por pasar inadvertido.
“No me he percatado y eso que me encantan sus canciones”, dice Darien, trabajadora de un supermercado cercano a la escuela. “Ahora prestaré más atención”, reconoce entre risas.
Miguel Bosé, junto a dos mujeres de la organización Patrimonio Indígena MX, el pasado agosto.
A Christian García, presidente del club de fans oficial de Bosé en México, no le extraña la discreción del cantante, siempre muy celoso de su intimidad.
“Le molesta que le molesten”, dice.
De hecho, ahora que su ídolo se ha mudado a México, las admiradoras mexicanas a menudo le preguntan por su paradero, y García prefiere hacerse el loco.
“Son capaces de buscarlo donde sea y tirarse encima”, cuenta quien hace unas semanas asegura haber acompañado al cantante en el avión rumbo a un concierto en Medellín (Colombia).
Pese al misterio que rodea la nueva vida del cantante, el destino no sorprende.
Primero, porque México es su principal mercado en Latinoamérica y desde hace 35 años lo visita con frecuencia durante sus giras por el continente.
En 2012 formó parte del jurado de la versión mexicana del programa televisivo La Voz y en 2017 inauguró su gira Estaré con tres conciertos en la capital mexicana que colgaron el cartel de agotado.
Además, tiene otros amarres: su discográfica Warner Music cuenta con oficinas en la capital, y desde 2015 gestiona su carrera la empresa de representación OCESA, filial del grupo mexicano CEI. Con estos apoyos y tras cuatro años sin sacar nuevo disco, Bosé prepara en México su próximo álbum, que previsiblemente saldrá a la venta en 2019.
Pero su conexión con el país va más allá de lo profesional.
En México tiene un círculo de amigos reducido pero sólido, fruto de sus constantes visitas.
De entre sus amistades más cercanas en la capital azteca destacan músicos como Benny Ibarra y Sasha Sokol, integrantes de la banda pop Timbiriche; empresarios como Miguel Alemán, dueño de la aerolínea Interjet y nieto de un expresidente mexicano, y Miguel Soberón, director general del Grupo CIE.
Recientemente se ha incorporado un nuevo miembro al círculo: el actor Diego Boneta, que interpreta al cantante Luis Miguel en la serie de Netflix.
El traslado de Bosé también se ha analizado desde el punto de vista fiscal.
Aunque la presión impositiva es similar en España y México, la mudanza llega unos meses después de que el cantante apareciera en la lista negra de morosos por deber 1,8 millones de euros (casi 2,1 millones de dólares) a Hacienda.
Para pagar sus impuestos en México, el cantante tendrá que vivir en este país al menos 183 días durante 12 meses o demostrar que obtiene la mayoría de sus ingresos en el país, según Roberto Colín, del Colegio de Contables de México.
Sigue la estela de Ana Torroja, vocalista de Mecano, que se mudó a la capital mexicana tras ser condenada en 2014 al pago de 1,5 millones de euros a Hacienda.
En 2015 ya se especuló sobre las razones que le empujaban a mudarse a Panamá, lugar donde nació, además de paraíso fiscal.
Él declaró que buscaba una tranquilidad para su familia que no encontraba en España.
El perfil bajo que ha mantenido hasta ahora en México parece casar con ese cambio de vida anunciado tras el nacimiento de sus hijos. Antes, como dijo en el Festival de Viña del Mar a principios de año, fumaba y bebía “de todo y más”.
Ahora prefiere, quedarse en casa. Quizás, en honor de su nuevo hogar, con una chela (como se llama coloquialmente la cerveza en México) en la mano.
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