Albert DeSalvo murió en prisión en 1973.
Había confesado la muerte y violación de 13 mujeres.
Los investigadores no lograron probarlo y el caso sigue abierto.
El llamado Estrangulador de Boston, magistralmente encarnado en el cine por Tony Curtis, podría seguir vivo, en opinión de la familia de una de las mujeres asesinadas y de la familia del propio Albert DeSalvo, el hombre que confesó los crímenes y murió en prisión sin haber sido juzgado por ellos.
Entre el 14 de junio de 1962 y el 4 de enero de 1964, 13 mujeres fueron violadas y estranguladas en su domicilio.
Aunque sus edades eran muy dispares (entre los 19 y los 85 años), todas las muertes resultaban similares: el asesino se presentaba en casa de la víctima haciéndose pasar por fontanero o empleado de la compañía telefónica, se ganaba su confianza y, una vez dentro, cometía la agresión.
Utilizaba una media o un pañuelo para el estrangulamiento, que dejaba en torno al cuello, anudado con un gran lazo.
Entre los dedos de los pies de Mary Sullivan, la última víctima, colocó una felicitación de Año Nuevo.
La policía no conseguía dar con la persona que aterrorizaba a la ciudad y a quien los periódicos llamaban "el criminal fantasma". Tenía sospechosos, pero ninguno de ellos podía haber cometido toda la serie de crímenes.
Pero ocurrió algo inesperado.
El 27 de octubre de 1964, un hombre logró entrar, haciéndose pasar por detective, en el domicilio de una joven.
La ató, la violó y luego se fue, tras decir "lo siento".
La descripción ofrecida por la víctima condujo a la identificación de Albert DeSalvo, casado y con dos hijos, con numerosos antecedentes por robo y abuso sexual.
Cuando su fotografía fue publicada en los periódicos, decenas de mujeres dijeron haber sido violadas por DeSalvo.
Los casos que afloraron no parecían guardar relación alguna con los crímenes del estrangulador.
En realidad, nadie acusó nunca a DeSalvo de ser el Estrangulador de Boston, salvo él mismo.
Un año después, cuando permanecía en el Hospital Estatal de Boston —se le diagnosticó esquizofrenia— a la espera de varios juicios por violación, anunció a su abogado que él era el autor de todas las muertes.
El propio abogado, Lee Bailey, creyó que la confesión era falsa y que DeSalvo solo pretendía reforzar la impresión de que estaba loco y escribir una Autobiografía del Estrangulador de Boston con la que ganar dinero para su familia.
Ninguna prueba le ligaba a los crímenes y no se le juzgó por ellos.
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