Asesinado por sus ideas en 1948, Sabahattin Ali escribió un clásico venerado por generaciones de turcos y que ahora llega a España.
Estambul
Figura en la oprobiosa lista de escritores y periodistas turcos asesinados, y también en la de crímenes políticos sin resolver.
Se cree que o lo mató un agente de los servicios secretos o fue torturado hasta la muerte bajo custodia policial en algún lugar cercano a la frontera con Bulgaria, donde pretendía refugiarse huyendo de la persecución a sus ideas comunistas.
Su cuerpo, como el de Lorca, jamás apareció y sus familiares jamás pudieron darle sepultura.
"Nunca nos dieron explicaciones.
Siempre que, por medio de abogados, mi madre trató de obtener respuestas, el Estado se las negó.
Más tarde, yo misma traté de forzar a los políticos a que desclasificasen los archivos de 1948 y 1949, pero los diputados de la derecha reaccionaria siempre se negaron a reabrirlos", asegura la pianista y musicóloga Filiz Ali, hija del escritor, que llora como la niña que era cuando su padre le fue arrebatado.
“Siempre que hablo de él termino llorando.
Quizás porque entonces no lo pudimos llorar.
Durante largo tiempo, mi madre y yo nos negamos a aceptar que hubiera muerto porque no vimos su cadáver.
Para nosotros aún es un desaparecido”, se excusa retocándose sus ancianos párpados de ochenta años con la punta del chal que le cubre los hombros.
Durante sus años de formación, en la escuela y el Conservatorio, Filiz Ali hubo de ocultar quién era su padre; en aquellos años cincuenta no se podía decir abiertamente que una era hija de un comunista.
Las obras de Sabahattin Ali callaron, no volverían a ver la luz hasta 1965, y aún décadas después se publicaban poco.
Las tres novelas que escribió se han convertido en superventas.
La principal, Madona con abrigo de piel –que narra la historia de amor entre Raif Efendi, enviado por su padre a Alemania a iniciarse en los secretos de la confección de jabones de tocador, y una artista, Maria Puder, de cuyo rostro ha quedado prendado al verlo en un cuadro– ha vendido más de 1,6 millones de ejemplares en Turquía en las últimas dos décadas y desde hace tres años no baja de la lista de obras más vendidas.
También se ha comenzado a traducir a lenguas extranjeras: la versión en español, a cargo de Rafael Carpintero, acaba de publicarla Ediciones Salamandra.
Hay razones para este éxito, como que la década pasada, finalmente, el Ministerio de Educación lo incluyese en el currículo de lectura o que una novela, best seller en 2014, convirtiese a Sabahattin Ali en uno de los protagonistas de su libro.
Pero la explicación va más lejos. “Madona con abrigo de piel es muy querido por los jóvenes, que se reconocen en el personaje y en su forma de amar.
Muchos lectores me dicen que mi padre describe perfectamente lo que ellos sienten, que es capaz de capturar sus sentimientos más escondidos y verbalizar lo que ellos habían pensado durante tanto tiempo”, dice Filiz Ali.
Un mujer adelantada
Pero el libro es mucho más que un desdichado idilio bien contado. Cuando salió de imprenta, el más destacado poeta turco del siglo XX, Nazim Hikmet, la leyó en la cárcel de Bursa y dijo que le gustaba tanto como le provocaba enfado.Para él, el inicio de la obra era de un “realismo magistral” y le parecía un “desperdicio” haber usado esas páginas para envolver una “gran historia”, la de Maria Puder, que no comienza hasta bien entrada la página 60.
Hay dos historias que se entrelazan: una, la del descubrimiento por parte del protagonista inicial de la novela de su compañero de oficina, Raif Efendi, un hombre de apariencia nimia y al que todos desprecian, refleja la siguiente, la del descubrimiento, por parte de Raif Efendi –que se tornará él mismo en protagonista y voz narradora– de la misteriosa mujer que se esconde tras el retrato de la Madona.
Una mujer que quizás no es tan misteriosa como adelantada a su tiempo.
Frente al callado y timorato Raif Efendi, al que los demás atribuyen características femeninas (los roles sexuales se intercambian), Maria Puder es una mujer fuerte, una mujer que exclama:
“¿Sabe por qué los odio tanto a ustedes, o sea, a todos los hombres del mundo?
Por todo lo que exigen a los demás como si ése fuera su derecho natural.
Para comprender su arrogancia, basta con ver el desconcierto que les provoca que una mujer se niegue a alguno de sus requerimientos”.
“Puder era una mujer real.
Años después de la muerte de mi padre, una amiga suya publicó las cartas que él le había enviado desde la cárcel.
En una de ellas, cuenta que en sus tiempos de soltero en Alemania había estado enamorado de una mujer y que ella, digamos, le toleraba ese amor pero no le correspondía.
De todas formas, en el personaje hay también otras mujeres a las que admiraba”, afirma la hija:
“Sabahattin Ali fue un feminista temprano.
Pensaba que las mujeres debían ser fuertes, educarse y participar de la vida pública en igualdad de condiciones que los hombres”.
Sabahattin Ali ha vuelto con fuerza.
Es una vindicación póstuma –tardía e incapaz de reparar el dolor causado, como todas las venganzas– pero demuestra que las palabras y las ideas siempre sobreviven a sus enterradores.
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