El Mauritshuis analiza la famosa obra de Vermeer en un laboratorio transparente a la vista del público.
La Haya
Metido en un taller transparente que semeja un invernáculo, los expertos de la galería Mauritshuis, de La Haya, utilizarán los últimos avances técnicos para analizar las pinceladas, capas de pintura y materiales aplicados por el artista.
El trabajo no busca averiguar quién era la modelo.
Es una misión casi imposible, puesto que Vermeer no lo dijo.
Se trata de documentar los efectos del paso del tiempo para afrontar mejor el deterioro futuro.
La joven en el punto de mira, es el título elegido por la sala holandesa para aplicar rayos X fluorescentes, tomografía óptica y microscopio digital a un óleo de 44 x 39 centímetros.
“En 1994 ya se restauró y analizó, pero la tecnología ha avanzado tanto que es como mirar la Luna desde la Tierra con un telescopio, o hacerlo con ayuda del Hubble, que órbita en el espacio”, dice Joris Dik, experto en Materiales, Arte y Arqueología, de la universidad holandesa de Delft.
Todo ello ante los visitantes y en la Sala Dorada, que era este lunes un hervidero de cámaras y fotógrafos captando el subir y bajar del escáner de cuerpo entero que dibujará por primera vez el mapa completo del óleo.
“Nunca habíamos aplicado toda la batería de medios actuales a un cuadro tan famoso, y no lo tocaremos.
Antes se tomaban muestras para su análisis. Ahora podremos ver cómo consiguió Vermeer el fondo negro, que incluye una capa de verde translúcido.
Y sobre todo, sabremos cómo ha cambiado”, añade Dik, que en 2011 descubrió otro goya debajo del Retrato de don Ramón Satué, la única pieza del artista conservada en el Rijksmuseum, de Ámsterdam, con ayuda de los rayos X fluorescentes.
¿Quién fue la modelo?
“La joven de la perla es un icono y una imagen en tres dimensiones: por el lienzo mismo, las capas de pintura, el efecto de los brillos… Queremos saber el origen de los materiales y la composición de los pigmentos.El escaneado de la obra llevará tres días, y luego veremos qué hay debajo”, asegura Abbie Vandivere, conservadora y jefa de investigaciones de la sala.
Con la información obtenida, ella publicará a diario un blog ilustrado. El visitante podrá consultar a su vez los trabajos gracias a los iPad colgados fuera del laboratorio.
Los resultados definitivos se esperan dentro de un año. “Este es un trabajo en equipo, y queremos que Mauritshuis sea un centro de especialización sobre el Siglo de Oro.
De ahí que contemos esta vez con el apoyo de las universidades de Maastricht y Amberes, el Rijksmuseum y la National Gallery of Art, de Washington, entre otros”, dice Emilie Gordenker, directora de la galería.
Desde luego, no fue una clienta. El retrato es un tronie, es decir, una muestra.
El artista mostraba su habilidad para captar un rostro, y el posible comprador decidía si el estilo le satisfacía. A no ser que el encargo lo hiciera alguien rico, el nombre de los modelos no interesaba.
En este caso, el primer título conocido se remonta a 1676, cuando se hizo un inventario de la obra del artista.
Allí constaba como Un retrato al estilo turco, por la indumentaria de la chica. Ponerle un tocado de varios colores y texturas era otra forma de reproducir sedas, encajes y alhajas.
Después se llamó Joven con turbante y Cabeza de joven. En 1995, un catálogo exhaustivo lo nombró La joven de la perla, y en cierto modo acertó. La joya, de gran tamaño y mejor oriente (brillo natural), llama casi tanto la atención como la mirada de la muchacha, que parece responder a la llamada del espectador. De todos modos, en la tienda de recuerdos de la galería puede adquirirse la novela del mismo título escrita por la estadounidense Tracy Chevalier.
Ella la imagina como una criada al servicio de la familia Vermeer, y resulta muy convincente.
Mientras el original es revisado, en la sala 15 de la Mauritshuis colgará en su lugar una reproducción digital de la tela. “Así podrá fotografiarse, como siempre, una de las obras más famosas del Siglo de Oro”, recuerdan sus portavoces.
En esa habitación sigue La vista de Delft (1660), su ciudad natal. Es un paisaje de Vermeer, especializado en interiores, que trabajaba muy despacio.
Una característica que le llevó a tener un éxito “moderado” en su tiempo, admiten hoy sus custodios. Murió a los 43 años y solo se le atribuyen 35 cuadros.
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