Elisa y Marcela se enamoraron y se casaron. Eso sí, en 1901
y por la iglesia.
La cineasta Isabel Coixet ha anunciado que llevará al
cine esta historia real, que se estrenará en 2018 en Netflix.
Marcela Gracia Ibeas y Elisa Sánchez Loriga se conocieron de adolescentes en A Coruña, como explica Isaías Lafuente en su libro Agrupémonos todas las mujeres.
Los padres de Marcela no aprobaban esta relación y la enviaron a
Madrid.
Se reencontraron cuando terminaron sus estudios, ya que las
destinaron como maestras a dos aldeas vecinas de Galicia: Elisa, a Calo;
Marcela, a Dumbría.
Durante dos años y cada noche, Elisa recorría a pie
los 12 kilómetros que separaban ambos pueblos.
Cansadas de la clandestinidad, se les ocurrió una forma de
oficializar su situación: Elisa pasó a ser Mario.
Recortó su melena,
cambió las faldas por pantalones e incluso se inventó una infancia en
Londres y un padre ateo que no quiso bautizarlo de niño.
El párroco de San Jorge no sospechó nada y, tras bautizar a
Mario, los casó el 8 de junio de 1901, a las siete y media de la
mañana.
Pasaron la noche de bodas en la pensión Corcubión.
Pero solo días después, La Voz de Galicia publicó la noticia, con el titular “Un matrimonio sin hombre”.
El diario recogía detalles como
que tras la boda los esposos "tomaron chocolate en el domicilio de la
madrina, salieron de compras y a la vez fueron a retratarse a la
fotografía del señor Sellier”.
Según recoge el libro Elisa y Marcela. Más allá de los hombres, de Narciso de Gabriel, la noticia llegó a periódicos de toda España y Europa, con titulares como “Un folletín en acción. Dos mujeres que se casan” (El Imparcial) y “España, país de locos” (El Heraldo de la Industria).
De hecho, todo lo que sabemos de esta historia lo sabemos por la prensa, como recuerda a Verne Lucas Platero, sociólogo especialista en cuestiones de género.
"La destreza y resolución con que (Elisa)
urdió la maraña para soltar, por decirlo así, la personalidad femenina, y
adquirir legalmente la condición viril, revelan inteligencia nada común
y son materia de asombro para el novelista, que apenas acertaría a
idear enredo semejante".
Marcela y Elisa no pudieron volver a Dumbría: “A
Elisa/Mario le cerraron cualquier posibilidad de empleo, y ambas mujeres
comenzaron a sufrir todo tipo de burlas y menosprecios a causa de su
condición sexual”, escribe Lafuente.
Se fueron a Oporto, donde vivieron
hasta que Marcela tuvo una hija, quizás para dar más credibilidad al
matrimonio. Allí las detuvieron y arrestaron, acusadas de falsedad documental y travestismo.
El proceso de extradición terminó con su absolución y puesta en libertad.
En 1902 partieron a Buenos Aires, donde trabajaron como
criadas hasta que Elisa se casó con un anciano, con la esperanza de
enviudar y disfrutar la herencia junto a Marcela.
El hombre descubrió la
trama, dando al traste con el plan. Ahí se pierde el rastro de las dos
mujeres.
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