En la corte de Luis XIV había pocas cosas tan importantes como lucir tacones rojos.
Luis XIV con taconazos rojos en un retrato de Hyacinthe Rigaud (1701)
Túnicas, togas y faldas
Las faldas llevan años apareciendo en los desfiles de moda masculina.
“Pero no solo en la pasarela -apunta a Verne Elvira González, del Museo del Traje de Madrid-, depende de la tradición, cultura y costumbres de cada lugar”.
También eran habituales en otras épocas: egipcios, griegos, romanos y aztecas llevaban túnicas, togas y faldas, al ser fáciles de fabricar y de llevar.
Los pantalones se usaban sobre todo para montar a caballo.
A partir del siglo XIV ya empieza a haber “una diferencia
en la confección de prendas para uno u otro sexo”, como escribe Giorgio
Riello en Breve historia de la moda.
La mayor diversificación también lleva a que la moda se convierta “en
un instrumento de rivalidad social” dentro de “una sociedad fuertemente
jerarquizada”.
Aun así, los hombres aún no se pasan exclusivamente al pantalón, como
muestra el hecho de que en 1701 el zar Pedro I aprobara una ley que
obligaba a todos los hombres rusos a llevar pantalones, con la excepción de granjeros y clérigos.
Seda, pelucas y maquillaje
Durante los siglos XVII y XVIII y, sobre todo, durante el
Rococó francés, la indumentaria es especialmente vistosa y decorada.
Para ambos sexos, pero sobre todo para las clases acomodadas.
El
escritor británico Tobias Smollet, citado por Riello, escribía que en
París, un inglés que quisiera parecer respetable tenía que sufrir una
“metamorfosis total”, y lucir grandes pelucas y trajes de seda con
bordados, en lugar de las prendas de lana y franela que se llevaban en
Inglaterra.
Y no menciona el maquillaje: igual que la falda,
recientemente se han comercializado líneas de maquillaje para hombres,
pero a lo largo de la historia encontramos ejemplos de su uso por parte de hombres y mujeres.
Por ejemplo, en el antiguo Egipto se usaba el kohl en ojos y párpados,
además de maquillaje de ocre rojo para labios y mejillas; en el siglo I
d.C. los hombres romanos también se aplicaban pigmento rojo a las
mejillas, y en la Francia de los siglos XVII y XVIII se puso de moda no
solo el maquillaje, sino también los lunares postizos.
Luis XIII ya
había popularizado las pelucas, tras quedarse calvo en la veintena (bien
jugado, Luis).
Además, cubrían la tiña, los piojos y la suciedad.
Se
empezaron a empolvar en el siglo siguiente, el XVIII.
Durante el Rococó también se llevó el rosa, como se puede ver en
estos retratos de Luis XVI. No era una excepción: el rosa se asociaba al rojo, el color de la sangre y del vigor, mientras que el azul se veía más delicado y amable
. Como ya hemos contado en Verne, hasta la Primera Guerra Mundial el color más habitual para los bebés era el blanco, no los tonos pastel de rosa y azul.
Y después y hasta mediados de siglo, el más habitual para los niños era precisamente el rosa.
La cárcel de la moda femenina
Por supuesto, esto no quiere decir que las sociedades en
las que los hombres llevaban falda o tacones fueran más igualitarias.
“Para nada”, subraya Antelo, que vuelve al ejemplo del Rococó: “La
indumentaria masculina siempre ha subrayado su papel social, mientras
que a la mujer se la ha limitado incluso a través de la vestimenta”.
En
el caso de esta época, Antelo compara los enormes vestidos y corsés que
dificultaban la movilidad de las mujeres a “una cárcel”.
Es más, el uso de encajes, sedas, calzado con tacón,
maquillaje y demás por parte de los hombres no suponía la adopción de un
rasgo femenino, sino la voluntad de manifestar su estatus.
Todas estas
prendas estaban asociadas a la masculinidad y al poder. Y es que, como
apunta Antelo, la moda refleja la sociedad.
Por eso no es de extrañar
que, tras el exceso del Rococó y con la Revolución Francesa, se
sustituyera el satén por el algodón y se redujera el uso de corsés,
entre otros cambios, “con cierta intención de generar igualdad y de
borrar las fronteras de clases”.
El dandi y el hombre contemporáneo
En el siglo XIX el pantalón queda por completo identificado
como prenda moda masculina.
Y no solo la los pantalones: como explica
Antelo, la moda contemporánea masculina es heredera de este periodo.
Con la aparición del dandi británico, “que surgió como
respuesta al modelo anterior, al Rococó de la corte de Versalles”, se
comienza a construir “una visión de la masculinidad que ha ido
perdurando desde entonces”.
Esta nueva tendencia considera que “la
elegancia masculina está en la simpleza o la sencillez, aunque si se
analiza esta estética, en realidad incluye mucha etiqueta y muchas
normas sobre colores, prendas, horas del día, ocasiones…”.
El centro de la moda occidental deja de ser Francia para
pasar a ser Inglaterra, sobre todo con su traje de tres piezas.
Estos
trajes, escribe Riello, son de colores oscuros: negro, gris, marrón
verdes oscuros...
Desaparecen los colores vistosos, las sedas y los
bordados.
El dandi no predica el exceso, sino la moderación.
El inglés
George Bryan Brummell, considerado el arquetipo de este movimiento,
escribía que si alguien se giraba para mirarte “es que no vas bien
vestido, tu atuendo es demasiado rígido, demasiado sobrio, demasiado a
la moda”.
¿Llevaremos falda otra vez?
La moda masculina contemporánea hace décadas que va más
allá del traje de tres piezas.
Hay más variedad de prendas, accesorios y
colores.
Pero no parece fácil que volvamos a llevar falda, por mucho
que aparezcan de vez en cuando en las pasarelas y, como el verano
pasado, en algunas protestas, tanto de trabajadores de transporte franceses como de estudiantes británicos.
El cambio en sentido inverso sí es más habitual: las
mujeres no han tenido inconveniente en adoptar prendas masculinas, como
en el caso del pantalón.
“Se ha asociado al hombre con el poder en todos
los ámbitos -dice Antelo-, por lo que cuando una mujer adoptaba estas
prendas se entendía como un mensaje de empoderamiento positivo”.
En
cambio, “si un hombre adoptase ciertos colores o materiales que aún se
asocian a lo frágil, a lo que necesita protección, muchos lo seguirían
interpretando como un mensaje de debilidad”.
Al respecto, Antelo recuerda los intentos de introducir el
maquillaje para hombres:
“Recuerdo una línea de maquillaje masculino que
se promocionaba hace unos años diciendo que no se notaba.
Pero, claro,
¿para qué debería un hombre maquillarse y que no se le note?”. Ha habido
excepciones, claro, como David Bowie.
Pero no todos somos David Bowie.
Antelo no cree que hombres y mujeres vayamos a vestir
igual: “Es posible que veamos cambios en colores, estampados y
materiales, pero las morfologías de hombres y mujeres son muy
diferentes”. Eso sí, la moda seguirá cambiando, a medida que cambie la
sociedad.
“Es similar al arte: puedes analizar la sociedad a través de
la indumentaria”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario