Ximo Company, catedrático de Historia del Arte, apuesta en un atrevido libro por mirar y dejarse llevar por el arte del creador y no por los datos y la bibliografía aprendida.
Toda la vida estudiando, acumulando datos, transfiriendo información, citando fuentes.
Y ahora... “Ahora he descubierto que Velázquez es sobre todo para verlo y contemplarlo.
Velázquez me desarma, me desnuda de la erudición que ha practicado durante 35 años y me recuerda que mi deber es contemplar sus grumos pictóricos, su textura, su tratamiento de la luz, su estética extraordinaria”.
La vehemencia con que se expresa Ximo Company, catedrático de Historia del Arte de la Universitat de Lleida, transmite la pasión con que analiza la obra del pintor sevillano en su libro Velázquez. El placer de ver pintura y con que defiende sus tesis que podrían considerarse una enmienda a toda su trayectoria. O un ejercicio de depuración, como hacen algunos escritores que, conforme pasa el tiempo, se van despojando cada vez más de los adjetivos para intentar llegar a la esencia.
Simplificando: Company, de 64 años, aboga por “prescindir de lo que uno cree saber” y mirar, contemplar, dejarse llevar por el gozo estético de la magistral indefinición de pintura que sugiere el movimiento de los dedos de las hilanderas, de la apenas una gota que contiene la tristeza de un perrito faldero y de la monarquía española del siglo XVII, del pincel que acaricia la sedosa piel de La venus del espejo o del óleo que parece exudar el calor estival que se refleja en el rostro aceitoso de Juan de Pareja.
“La erudición no es mala, ayuda, claro. No estoy en contra de la academia. Le doy gracias.
Pero la erudición muchas veces atrofia la
contemplación de la maravillosa pintura de Velázquez.
El apego a la
letra escrita dificulta la necesaria oxigenación para ver debidamente un
cuadro de Velázquez, Goya o Picasso.
Estamos atrapados por montañas de
literatura, la muralla de los datos, que comenta Fernando Marías.
Fluye
en el aire universitario una tristeza de los historiadores del arte y de
los estudiantes, que acaban la carrera sin apenas visitar museos y
cuando van, no paran de tomar apuntes”, explica el director del Centre
d'Art d’Època Moderna, que ha editado el libro junto a la Universitat de
Lleida.
En el prefacio de la obra, Jonathan Brown, uno de los
mayores expertos mundiales en Velázquez, destaca la idea de Company de
que las grandes pinturas se han perdido en la bibliografía de la
interpretación y añade:
“Esta tendencia se ha visto ampliada por efecto del giro teórico que ha adaptado la historia en los últimos treinta años, un fenómeno cuyo mayor ejemplo es la interpretación de Las meninas debida al filósofo francés Michel Foucault.
Para los historiadores del arte, este denso texto devino más interesante que la propia obra de Velázquez”.
Pero para un disfrute completo de una pintura de época, por ejemplo, hay que tener un conocimiento previo, ¿no? “Evidentemente, sin el conocimiento del trasfondo histórico te pierdes cosas”, contesta Company.
“He defendido el valor de la sociología del arte, de la importancia de la corte de los Austria... Todo eso no se puede olvidar y hay que estudiarlo.
SI Velázquez pudo pensar mucho y pintar poco, ES porque tuvo el aval de mecenas culto y prestigioso, lo que explica cómo pudo permitirse el lujo de estar tantos meses construyendo Las meninas. Pero, al final, Velázquez es Velázquez, la pintura por la pintura”, añade.
“Esta tendencia se ha visto ampliada por efecto del giro teórico que ha adaptado la historia en los últimos treinta años, un fenómeno cuyo mayor ejemplo es la interpretación de Las meninas debida al filósofo francés Michel Foucault.
Para los historiadores del arte, este denso texto devino más interesante que la propia obra de Velázquez”.
Pero para un disfrute completo de una pintura de época, por ejemplo, hay que tener un conocimiento previo, ¿no? “Evidentemente, sin el conocimiento del trasfondo histórico te pierdes cosas”, contesta Company.
“He defendido el valor de la sociología del arte, de la importancia de la corte de los Austria... Todo eso no se puede olvidar y hay que estudiarlo.
SI Velázquez pudo pensar mucho y pintar poco, ES porque tuvo el aval de mecenas culto y prestigioso, lo que explica cómo pudo permitirse el lujo de estar tantos meses construyendo Las meninas. Pero, al final, Velázquez es Velázquez, la pintura por la pintura”, añade.
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