Fue protagonista del caso Profumo, el escándalo que contribuyó a la caída del Gobierno conservador de Harold Macmillan, por su relación con el ministro de la Guerra en los sesenta.
Pablo Guimón
- Christine Keeler, la corista del caso Profumo,
un sensacional embrollo que la prensa describió como “el escándalo del
siglo” y que sacudió la política británica en los sesenta, hasta el
punto de propiciar la caída del Gobierno conservador de Harold
Macmillan, falleció el lunes a los 75 años, víctima de una larga
enfermedad.
“Mi madre, Christina Keeler, libró muchas batallas en su azarosa vida, algunas las perdió pero algunas las ganó.
Se fraguó un lugar en la historia británica a costa de un enorme precio personal.
Estamos todos muy orgullos de quién fue”, escribió su hijo, Seymour Platt, en Facebook.
Keeler nació en Uxbridge, al oeste de Londres, en 1942.
Su padre abandonó el hogar siendo ella una niña, y su madre se mudó con su nueva pareja a una casa formada por un par de vagones de tren en Windsor.
Su padrastro y ciertos amigos suyos, para los que trabajaba de niñera, abusaron sexualmente de Keeler siendo una adolescente.
“Mi madre, Christina Keeler, libró muchas batallas en su azarosa vida, algunas las perdió pero algunas las ganó. Se fraguó un lugar en la historia británica a costa de un enorme precio personal. Estamos todos muy orgullos de quién fue”, escribió su hijo, Seymour Platt, en Facebook.
Keeler nació en Uxbridge, al oeste de Londres, en 1942. Su padre abandonó el hogar siendo ella una niña, y su madre se mudó con su nueva pareja a una casa formada por un par de vagones de tren en Windsor. Su padrastro y ciertos amigos suyos, para los que trabajaba de niñera, abusaron sexualmente de Keeler siendo una adolescente.
El osteópata y la corista mantuvieron una relación platónica y frecuentaban fiestas de la alta sociedad.
En una de ellas, celebrada en una lujosa finca propiedad de la familia Astor, conoció a John Profumo, ministro de la guerra y figura en alza del Gobierno de Macmillan.
Keeler chapoteaba desnuda en la piscina y captó la atención del político conservador, casado con la actriz Valerie Hobson, a quien muchos veían como el próximo primer ministro.
Aquel mismo 8 de julio de 1961 se encontraba también en la fiesta Yevgeny Ivanov, agregado militar en la Embajada soviética en Londres y amigo de Ward.
Ambos se convirtieron en amantes de Keeler.
Además de Profumo e Ivanov, Keeler mantenía relaciones con otros dos hombres, Lucky Gordon y Johnny Edgecombe.
Los celos entre estos últimos desembocaron en una reyerta en la que Edgecombe disparó su revólver en el exterior de la vivienda de Ward, donde se encontraba Keeler.
La joven fue llamada a testificar y acusó de abusos a Gordon, que fue condenado a tres años a la sombra.
Stephan Ward también fue arrestado, acusado de vivir de los ingresos inmorales de Keeler.
Para cuando el jurado anunció su veredicto culpable, el osteópata se encontraba en coma, debido a una sobredosis de somníferos que acabó con su vida en tres días.
En diciembre de 1963 la sentencia de Gordon fue anulada y Keeler, acusada de perjurio, fue condenada a nueve meses de prisión, de los cumplió seis.
La investigación policial del altercado expuso a la luz pública detalles de sus affaires paralelos con Profumo e Ivanov.
El MI5 empezó a sospechar que Keeler pudiera haber obtenido secretos de Profumo y estos hubieran llegado a oídos de Ivanov, comprometiendo la seguridad nacional en plena guerra fría.
El caso Profumo, explotado por una prensa popular sedienta de escándalos que alimentaran su circulación, puso de manifiesto la rancia y falsa moral del establishment británico en medio de los profundos cambios sociales de los años 60.
La desdichada corista aprovechó económicamente el tirón mediático y publicó cinco libros sobre su vida, que también inspiró películas y musicales.
La BBC planea rodar una miniserie sobre su juicio el año que viene.
Keeler se convirtió en un icono pop del swinging London. Igual que la silla en la que posó desnuda para Lewis Morley, en una instantánea que se ha hecho un hueco en la historia de la fotografía.
Se trata de una réplica barata de un diseño del danés Arne Jacobsen, pero se conocerá por siempre como la silla Keeler.
A su salida de prisión, desapareció de los focos.
También se esfumó el dinero que había obtenido de los tabloides.
Tuvo dos matrimonios de los que nacieron dos hijos. Ella nunca aceptó que la llamaran prostituta.
“Es cierto que tuve sexo por dinero”, escribió.
“Pero solo producto de la desesperación, y eso es algo que aún odio tener que reconocer, incluso a mí misma.
Irónicamente, ha sido el sexo por amor o por lujuria, más que el sexo por dinero, el que me ha causado siempre más problemas”.
La oposición laborista preguntó al ministro en el Parlamento sobre su relación con la corista.
Profumo lo negó en un primer momento.
“La señora Keeler y yo éramos amigos”, aseguró ante los diputados, “no hubo falta de decoro en nuestra relación”.
Las revelaciones periodísticas posteriores acabaron haciéndole reconocer que había mentido a la Cámara, y Profumo se vio obligado a dimitir el 5 de junio de 1963, desatando una crisis que acabó con la caída del primer ministro Macmillan cuatro meses después.
El escándalo sirvió a los laboristas para destacar la ineptitud de los conservadores para gobernar y Harold Wilson ganó las elecciones de 1964.
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