O por qué si buscamos signos del salto generacional que estamos viviendo, los encontraremos en la industria de la ropa interior.
La revolución de las bragas de los millenials no sólo se percibe en boxers para la regla, también llega con el desembarco de Les Girls Les Boys, la nueva firma sin género de Serena Rees, la creadora de Agent Provocateur.
Rees, que vendió la firma hace una década, revolucionó el universo de la lencería femenina a mediados de los 90 y consiguió colocar en las principales avenidas comerciales del planeta boutiques de una firma que convertía a sus compradoras en elegantes dominatrix a lo Kiki de Montparnasse.
Ella sofisticó la lencería a lo BDSM y convirtió en comercial (y de lujo) la lencería que cruzaba límites respecto a la sexualidad femenina.
Sus hijos e hijastros tienen la culpa de este cambio de rumbo (Rees es la ex nuera de Vivienne Westwood).
“Los chicos que viven en mi casa, o los amigos que vienen, tienen una visión muy distina a cómo vestir, cómo comportarse o cómo relacionarse con amigos y amantes, así como la actitud a su sexualidad.
El mercado no les entiende. Victoria’s Secret y Agent Provocateur tampoco“, lamenta.
De Eva Herzigová buscando la atención masculina con su delantera hemos pasado a ver a Lena Dunham y a Jemima Kirke (Girls), representantes de una nueva generación empoderada y política, posando de lo más naturales, y sin retocar, en un cuarto de baño al uso con las bragas y sujetadores de Lonely, una firma que quiere captar la atención de compradoras, y no hombres.
La ruptura con ese imaginario erótico-masculino del pasado ha pasado por una fase que busca la funcionalidad por encima de todo y no sexualizar a sus modelos.
Ejemplos notables han sido las campañas sin photoshop de Aerie o las de la francesa Baserange, que busca inspirar a otras mujeres con féminas que destacan por lo que hacen y no por su cuerpo.
Acné Studios también puso su granito de arena cuando en 2014 instauró el normcore de la ropa interior.
Suya es (parte de) la culpa de que de que se hayan prodigado multitud de marcas con las denominadas ‘bragas de abuela’: Pansy, Me and You o Thinx han capitalizado la atención de los medios y compradoras, marcando nuevas narrativas de marketing politizado que enfatizan el activismo feminista o la sororidad.
El encumbramiento de la braga de abuela ya lo vaticinó la organizadora del salón de lencería de París, Cécile Vivier-Guerin, en 2012: “el tanga tuvo sus momentos de gloria en los años 90, durante el movimiento erótico-chic, pero esta tendencia ha cambiado con la vuelta al confort y el bienestar”.
Las ventas han respondido a las predicciones y a este nuevo universo inspiracional.
Las más jóvenes han desterrado los tangas y han optado por volver a la comodidad.
En EEUU ya se venden más bragas de tiro alto que tangas, que han caído un 26%.
Sin género, sin mirada masculina, abrazando a las curvas y con una filosofía que mezcle confort y sensualidad.
Si la mujer que puso de moda las pezoneras de lujo hace dos décadas reniega de ellas y apuesta por calzoncillos para chicas será por algo.
Puede que la respuesta a qué pasó con el género en la década del 2010 esté, ni más ni menos, en las bragas que vistieron los millenials.
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