El malagueño recibe el Premio Nacional de Cinematografía en un acto marcado por los acontecimientos políticos.
Tan primera vez, que el galardonado se ha llevado de regalo un rastro vertical de pintura blanca en la espalda de la chaqueta de su impoluto traje negro.
En los días anteriores el cineasta (Málaga, 1960) ya había avisado de que su discurso se centraría en las tres palabras que dan nombre al reconocimiento
. Un discurso templado, medido, que luego ha desarrollado en un corrillo con periodistas con una voz gastada por su viaje relámpago desde Sudáfrica, donde está rodando una película.
En el corrillo ha estado más incisivo que en su parlamento previo: “No me preocupaba explicar el concepto nacional porque me cuesta desgranar ideas que no comprendo, pero esa la tengo clara.
Yo he crecido en este país y he pasado de niño a hombre mientras España estaba en esa Transición.
Y creo que se hicieron las cosas muy bien en aquel momento. Aquello acabó en una obra de arte política que se aprobó con el voto de los españoles.
Naturalmente pasan muchas cosas en el trayecto y hay que mirarlas en positivo.
Como mi vida, en la que he tenido muchos obstáculos. Y siempre he tratado —que no quiere decir conseguido— reciclarlos en positivo.
Tirar hacia adelante y no quedarme estancado”.
El malagueño paró un momento y rio: “Estamos hablando sin querer mencionar lo de Cataluña.
Pues bien, lo de Cataluña es un animal extraño, difícil de observar; a veces parece una película de Berlanga.
Votar es lógicamente uno de los grandes preceptos de la democracia, pero no debemos olvidar que no es el único.
Están el respeto a la ley, al Estado de Derecho, muy importantes. Se pueden plantear referendos ridículos, como eliminar a los que no son de nuestra raza.
Y alguien llamaría a eso democracia. La democracia está formada por muchas otras ramas de ese árbol.
Tenemos que tenerlo claro”. Y preguntado sobre las acciones del Gobierno español en Cataluña, explicó: "Eso es como la tarjeta roja en el fútbol.
¿Quién la saca, el árbitro o el jugador que ha pegado la patada?".
En su discurso previo, Banderas comenzó reconociendo que lo peor de un premio es "recogerlo".
"Hablando de enunciados, el de este reconocimiento reza como Premio Nacional de Cinematografía. Esto suena serio, contundente e institucional".
Para el actor, la clave estaba en la palabra nacional. "Porque en los tiempos que estamos viviendo, las otras dos quedan eclipsadas".
Y desgranó: "Empecemos por Premio. Lo mejor son los inesperados.
Me despierto. Mañana gris en Londres y tengo que bajar a la ciudad a una reunión con abogados.
Me duele la espalda. Me preparo un té. Recibo la llamada de concesión del premio.
Pues ya no está tan nublada la mañana. Cambio el desayuno por otro más grande, con huevos fritos, tocino, zumo y bollos. Le hago otro a mi novia. Le subo la bandeja y ya no me duele la espalda".
Y siguió con su análisis: "Nacional, la estrella del día. A ver cómo se retrata Banderas, estarán algunos rumiando.
Crecí y maduré de forma paralela a un país que pasaba de dictadura a democracia [...]. Creí entonces, y sigo creyendo ahora, en ese proyecto común llamado España.
Como me pasa conmigo mismo, a veces me siento orgulloso de él y a veces no, pero no puedo evitar quererlo. Uno de los desafíos a los que se enfrenta nuestro país es su maravillosa imperfección". Aseguró que el futuro "que nos espera es una prueba de carácter, de voluntad y de capacidad para sobreponerse y crecer".
"A veces me pregunto si ese reto apasionante no es en realidad lo que debería de ser llamado España".
Finalmente, llegó a Cinematografía: "El universo cinematográfico es subjetivo, esa es una de sus grandezas y de sus miserias.
Lo que a mí me toca el corazón a otros les toca otro órgano de la anatomía humana menos noble. Siempre ha sido y será así en la historia del arte". Banderas reiteró que no le gusta la palabra carrera, que sirve "para enjaular a artistas".
Y remarcó: "El cine tiene un alma propia, rebelde y libre que reclama su autonomía, que no pertenece a nadie.
Puede que mi carrera no tenga sentido hasta que muera, y a pesar de los chistes sin gracia que a veces me cuenta mi corazón, no es esto algo que entre en mis planes inmediatos".
Y al final explicó: "Espero que, tras 37 años de carrera, esto haya sido útil a alguien, a un joven [...], al tiempo en que me tocó vivir, a quienes cruzaron su camino con el mío y a mi tierra".
No hay comentarios:
Publicar un comentario