Un conjunto de series recientes traslada a tramas de todo tipo la defensa de las ideas feministas.
Girls, la serie escrita y protagonizada por Lena Dunham que terminó en abril, es el último ejemplo de las producciones que, como Transparent, Orange is The New Black, Orphan Black o Veep,
han intentado luchar contra la desigualdad de sexos en las ficciones
televisivas, tanto en sus tramas como en la relevancia y el diseño de
los personajes femeninos.
Ya no se trata solo de ficciones centradas en historias de mujeres, sino que también abordan cuestiones relevantes de la agenda feminista, ya sea a partir de la revisión histórica, la ficción especulativa, la distopía, las adaptaciones de novelas o el drama.
Como una suerte de revisión de la frivolidad de Sexo en Nueva York, las seis temporadas de Girls han exhibido la angustia juvenil y mostrado algunos dilemas de la educación sentimental contemporánea gracias a un grupo de amigas perdidas en las expectativas incumplidas de los veintimuchos o treintaipocos.
Ese modelo del relato conjunto de varias mujeres sigue demostrando su eficacia narrativa.
En Big Little Lies, la fórmula se traslada de Nueva York a la Costa Oeste con actrices consagradas como Reese Witherspoon, Nicole Kidman y Laura Dern.
Las tres intérpretes encarnan a unas mujeres reunidas en torno a lo que, en un principio, parece un caso de acoso escolar.
Pero asoma una violencia latente que rompe el espejo de las apariencias en el momento más inesperado.
Otra ficción que se desarrolla en esa Costa Oeste, en concreto en Hollywood, es Feud: Bette and Joan.
Esta reconstrucción de la difícil y controvertida relación entre dos actrices míticas, Bette Davis y Joan Crawford, en la que lo interesante no es tanto recordar sus desencuentros feroces durante el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?, sino la mirada que lanza sobre las paradojas autodestructivas de la fama y el star system: atribuye el enfrentamiento mutuo no a sus egos, sino a una competitividad estimulada por los estudios, dirigidos por hombres, e instrumentalizada por la prensa rosa para encender las expectativas del público e incentivar la taquilla.
Para espectadores menos afines al Hollywood dorado que quieran atisbar el presente, está I Love Dick, dirigida por Jill Soloway.
La productora y guionista de Transparent ha reunido esta vez a Kathryn Hahn, Kevin Bacon y Griffin Dunne en la adaptación de la novela homónima de Chris Kraus de 1997, considerada de culto por el feminismo de la tercera ola, que busca la presencia e integración de distintas razas, etnias y orientaciones sexuales dentro del movimiento y da importancia a sus aspectos culturales.
En su libro, Kraus, escritora y directora de cine frustrada, contó como nadie el derrotero vital de una obsesión movida por la cáustica cultura del amor romántico.
En esa misma línea de adaptaciones de novelas, y para levantar la mirada del presente y dirigirla a un hipotético futuro, se encuentra The Handmaid’s Tale.
Esta inquietante ficción especulativa se basa en la novela homónima publicada por Margaret Atwood en 1985.
Una serie de atentados justifican el ascenso al poder de un régimen teocrático, conservador y puritano en Estados Unidos, al tiempo que la contaminación ha reducido al mínimo la fertilidad de la población.
En ese marco de rígida jerarquía social y poder masculino absoluto, mujeres fértiles son seleccionadas para asegurar a la reproducción de la especie.
Una de ellas centrará el foco de esta distopía sobre, entre otras cuestiones, la soberanía reproductiva y los dilemas éticos de la maternidad subrogada.
Ya no se trata solo de ficciones centradas en historias de mujeres, sino que también abordan cuestiones relevantes de la agenda feminista, ya sea a partir de la revisión histórica, la ficción especulativa, la distopía, las adaptaciones de novelas o el drama.
Como una suerte de revisión de la frivolidad de Sexo en Nueva York, las seis temporadas de Girls han exhibido la angustia juvenil y mostrado algunos dilemas de la educación sentimental contemporánea gracias a un grupo de amigas perdidas en las expectativas incumplidas de los veintimuchos o treintaipocos.
Ese modelo del relato conjunto de varias mujeres sigue demostrando su eficacia narrativa.
En Big Little Lies, la fórmula se traslada de Nueva York a la Costa Oeste con actrices consagradas como Reese Witherspoon, Nicole Kidman y Laura Dern.
Las tres intérpretes encarnan a unas mujeres reunidas en torno a lo que, en un principio, parece un caso de acoso escolar.
Pero asoma una violencia latente que rompe el espejo de las apariencias en el momento más inesperado.
Otra ficción que se desarrolla en esa Costa Oeste, en concreto en Hollywood, es Feud: Bette and Joan.
Esta reconstrucción de la difícil y controvertida relación entre dos actrices míticas, Bette Davis y Joan Crawford, en la que lo interesante no es tanto recordar sus desencuentros feroces durante el rodaje de ¿Qué fue de Baby Jane?, sino la mirada que lanza sobre las paradojas autodestructivas de la fama y el star system: atribuye el enfrentamiento mutuo no a sus egos, sino a una competitividad estimulada por los estudios, dirigidos por hombres, e instrumentalizada por la prensa rosa para encender las expectativas del público e incentivar la taquilla.
Para espectadores menos afines al Hollywood dorado que quieran atisbar el presente, está I Love Dick, dirigida por Jill Soloway.
La productora y guionista de Transparent ha reunido esta vez a Kathryn Hahn, Kevin Bacon y Griffin Dunne en la adaptación de la novela homónima de Chris Kraus de 1997, considerada de culto por el feminismo de la tercera ola, que busca la presencia e integración de distintas razas, etnias y orientaciones sexuales dentro del movimiento y da importancia a sus aspectos culturales.
En su libro, Kraus, escritora y directora de cine frustrada, contó como nadie el derrotero vital de una obsesión movida por la cáustica cultura del amor romántico.
En esa misma línea de adaptaciones de novelas, y para levantar la mirada del presente y dirigirla a un hipotético futuro, se encuentra The Handmaid’s Tale.
Esta inquietante ficción especulativa se basa en la novela homónima publicada por Margaret Atwood en 1985.
Una serie de atentados justifican el ascenso al poder de un régimen teocrático, conservador y puritano en Estados Unidos, al tiempo que la contaminación ha reducido al mínimo la fertilidad de la población.
En ese marco de rígida jerarquía social y poder masculino absoluto, mujeres fértiles son seleccionadas para asegurar a la reproducción de la especie.
Una de ellas centrará el foco de esta distopía sobre, entre otras cuestiones, la soberanía reproductiva y los dilemas éticos de la maternidad subrogada.
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