Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 jul 2017

"Intento utilizar la cabeza, pero al final siempre puede más el corazón"

El exclusivo relato de la vida de Isabel en primera persona: detalles de sus matrimonios y divorcios y pinceladas de una vida de la que queda mucho por contar. 

Son las nueve de la noche, acabamos de terminar la sesión de fotos y estamos sentados en el porche de Isabel Preysler con un zumo de pomelo y un sándwich frío de pollo, marca de la casa. 
Isabel es, en muchos sentidos, lo que uno se imagina después de años y portadas en los que no se han resentido ni la curiosidad que despierta en los lectores ni la rentabilidad que sigue garantizando a las marcas que la mantienen en sus campañas temporada tras temporada.
Contenida, disciplinada, cuidadosa hasta el extremo con todo lo que tenga que ver con su imagen, desde el escote de un estilismo hasta el matiz de una declaración.
 Isabel Preysler mide cada centímetro de piel y de alma que deja ver con el rigor de un físico cuántico. Una fórmula por la que pagaría cualquier asesor de imagen, con la que se ha mantenido como una marca impoluta y blanca, y a la vez como una mujer que conserva un interés continuo durante más de cuarenta años.

Tiene que ver, suponemos, con algo tan intangible como una vida en muchos momentos trepidante pasada por el férreo filtro de las buenas maneras. 
Y también con algo mucho más sencillo: que Isabel Preysler resulta una compañía divertida y esponjosa igual que su famoso pastel de melocotón.
Con un sentido del humor que uno nunca imaginaría detrás de la sonrisa de sus fotos.
 Esta noche empieza la conversación imitando a uno de nuestros personajes de portada y arrancándonos una carcajada. Es amable y firme en las respuestas, un sí es un sí y un no es un no. Seguramente, la misma firmeza con la que ha tomado muchas decisiones complicadas en su vida y que debieron resultar muy arriesgadas en el rígido entorno social que siempre ha sido su ambiente.
No sabemos si estos últimos años han sido los peores de su existencia, pero seguro que han resultado muy duros.
 Hablamos con calma de estos y otros muchos momentos. No es una entrevista al uso, sino un repaso por épocas y por imágenes que nos han parecido puntos y aparte en su vida.

Quizá por eso lo cuenta con más valentía que nunca. Un relato que hemos mantenido casi tal cual, en primera persona, lleno de detalles, de sentimientos, de contradicciones asumidas y de absoluta sinceridad. ¿Una confesión? Sí.
 Y una larga reflexión que la aleja por completo de los mitos y prejuicios del cuché. Si esto fuera una novela por entregas, el personaje no estaría agotado. 
Ni mucho menos.
 

Los 64 de Isabel

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