Durante décadas, se ha perpetuado y legitimado la sexualización y juicio físico de las niñas famosas en su paso a la vida adulta.
Aunque mucha gente recuerde aquella portada como el día que Pepa Flores enterró a Marisol definitivamente, cuando la ex niña prodigió posó desnuda en Interviú en 1976 ya no era tan niña (tenía 28 años), se acababa de separar del bailarín Antonio Gades y su imagen en cueros suponía un desafío y una ruptura total con los convencionalismos de una época que había sembrado unas expectativas morales en su conducta desde su infancia.
Su portada, más que una sexualización explícita, llamaba a la rebelión, a aclarar que le importaba muy poco lo que el resto de españoles pensara de una mujer adulta y empoderada.
Al otro lado de la balanza, otra portada histórica de otra niña a la que España ha conocido desde siempre, la de Andrea Janeiro en Lecturas hace unos días.
La hija de Jesulín de Ubrique y Belén Esteban, figura más prominente de la generación pixel que ha protegido el rostro de los retoños en los medios, no ha posado sin ropa a lo Pepa Flores, pero su la imagen de su rostro sí lo simbolizaba.
Su desnudo fue su primer plano en portada. Y su exposición desencadenó una oleada de insultos y burlas sobre su físico, como si su mayoría de edad y su foto sin pixelar validase el bullying de patio de colegio o juicios voceados en redes sobre un supuesto rango de follabilidad.
Internet, de nuevo, como escaparate del sexismo con la imagen femenina.
El marketing de las ‘Lolitas’ de la famosos
Julio Iglesias dedicó su De niña a mujer a su hija Chábeli, que tenía unos 12 años cuando lo ideó.
Aquello era en 1981, ¿qué lamento escribiría ahora por la madurez de su estirpe si se lo dedicase a sus hijas más pequeñas, las gemelas, que tienen 16 años y sueñan con ser “influencers y modelos“?
Las aspiraciones profesionales de estas dos hermanas no van desencaminadas.
No hay nada que le guste más a la industria de la moda que la hija de una celeb en pleno desarrollo.
Alexander Wang fichó a Kaia Gerber (calcomanía viva de Cindy Crawford) con apenas 14 años para que posase comiéndose un donut de forma sugerente.
El mismo año, Miu Miu la zambulló en una piscina a cámara lenta mostrando erotizando sus piernas para su campaña de gafas de sol. Ahora es imagen de Daisy, el perfume de Marc Jacobs.
Con el caso de la hija de Cindy Crawford se evidenció ese ansia de relevo generacional imposible de saciar que la prensa y el gremio escenifican a la que empieza a visualizarse la explosión hormonal de las hijas de los iconos de otra era.
Hijas, en femenino, porque con ellos también pasa, pero de forma puramente anecdótica y con una media de edad bastante más adulta.
El desembarco de Scott Eastwood (el musculado hijo de Clint Eastwood), el de Dylan Brosnan (hijo de Pierce Brosnan) o el de Jack Kilmer (hijo de Val Kilmer) probando suerte como modelos en la industria ha sido un simple telegrama, mediáticamente hablando, comparado con la infinita cobertura que ocupan las primogénitas de celebrities –excluyendo a la prole masculina de los Beckham, caso aparte por su influencia constante en las redes sociales–.
Uno de los ejemplos más evidentes de esta obsesión temprana rozando lo enfermizo ha sido la fijación con Lily Rose-Depp. Antes de llegar a los 18, la hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis fue portada de Vanity Fair Francia, de Madame Figaro, de la revista Love y de V.
Chanel primeró le echó el ojo para su colección de gafas y la después la convirtió en la nueva imagen de l’Eau de la mítica Chanel nº 5.
A Lagerfeld le gustan jóvenes. Su nuevo capricho es Selah Marley, hija de Lauryn Hill y nieta de Bob Marley (17 años). También siente devoción por Willow Smith (16 años).
La hija de Will Smith es la versión más marciana y menos sexualizada de todas en esto del marketing lolitesco de las hijas de los famosos, que cada vez las elige más jóvenes y decide bautizar como ‘iconos de estilo’ a niñas precoces que se hacen selfies en Instagram con sus madres.
Vogue cree que Apple Martin (13 años), hija de Gwyneth Paltrow y Chris Martin, ya lo es.
Harper Beckham solo tiene 6 años, pero cuando tenía 3 ya se calculó lo que podrían embolsarse sus padres si decidiesen convertirla en una “modelo de estilo” (40 millones).
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