Cuando el alcohol suelta la lengua, la homofobia cultural sale de armario.
Cuando el alcohol suelta la lengua, la homofobia cultural
sale de armario
. Una cuadrilla de cincuentones comentaba en una sobremesa que la mayoría de los comentaristas y conductores de los programas faranduleros son gais dados al chisme aunque sean másteres en Exactas y Filosofía Pura.
Como los amigos eran progresistas y leídos, y uno de ellos homosexual, celebraban que España fuera paladín de la libertad y la tolerancia.
Aplaudieron el derecho a vivir emancipados de tabúes y a trabajar donde venga en gana; y si el contrato es suculento, como los de Jorge Javier Vázquez, Jordi González y Jesús Vázquez en Telecinco, pues miel sobre hojuelas.
La conversación se tornó en solidario debate a propósito de la entrevista de Luis Alegre en televisión subrayando que cada vez hay menos políticos en el armario y ni el PP oculta a sus gais.
El fundador de Podemos se movió en ambientes refractarios a la homofobia, pero el tarugo todavía peina el pelo de la dehesa.
“Los políticos homosexuales no sueltan pluma”, aplaudió un comensal.
La pluma y la carroza como obstáculos.
La cuadrilla reivindicó la razón del amaneramiento, pero si no se nota, mejor.
El debate se recondujo hacia el fútbol con la foto de Ibrahimovic y Piqué cogidos de la mano hace siete años.
Progresivamente, la ingesta de combinados y chupitos alborotó el parloteo, la homofobia pasó al olvido, y todos se entregaron al despellejamiento de un ausente, cerril de mollera.
Liberado el subconsciente, el hombre del Cromañón se hizo presente: “Me gustaría que le saliera un hijo maricón, a ver qué hacía”, terció uno.
¿¡Eeeh!? ¿Somos la peste o qué?, reaccionó el gay.
“No, perdona, es que me sale esa palabra sin pensar”.
Sale del armario el reflejo atávico.
La masculinidad de rebuzno nunca entró:
“Vente a mi casa y vas a ver si soy maricón”, espetó el sueco a la periodista que le preguntó por su foto con el culé.
. Una cuadrilla de cincuentones comentaba en una sobremesa que la mayoría de los comentaristas y conductores de los programas faranduleros son gais dados al chisme aunque sean másteres en Exactas y Filosofía Pura.
Como los amigos eran progresistas y leídos, y uno de ellos homosexual, celebraban que España fuera paladín de la libertad y la tolerancia.
Aplaudieron el derecho a vivir emancipados de tabúes y a trabajar donde venga en gana; y si el contrato es suculento, como los de Jorge Javier Vázquez, Jordi González y Jesús Vázquez en Telecinco, pues miel sobre hojuelas.
La conversación se tornó en solidario debate a propósito de la entrevista de Luis Alegre en televisión subrayando que cada vez hay menos políticos en el armario y ni el PP oculta a sus gais.
El fundador de Podemos se movió en ambientes refractarios a la homofobia, pero el tarugo todavía peina el pelo de la dehesa.
“Los políticos homosexuales no sueltan pluma”, aplaudió un comensal.
La pluma y la carroza como obstáculos.
La cuadrilla reivindicó la razón del amaneramiento, pero si no se nota, mejor.
El debate se recondujo hacia el fútbol con la foto de Ibrahimovic y Piqué cogidos de la mano hace siete años.
Progresivamente, la ingesta de combinados y chupitos alborotó el parloteo, la homofobia pasó al olvido, y todos se entregaron al despellejamiento de un ausente, cerril de mollera.
Liberado el subconsciente, el hombre del Cromañón se hizo presente: “Me gustaría que le saliera un hijo maricón, a ver qué hacía”, terció uno.
¿¡Eeeh!? ¿Somos la peste o qué?, reaccionó el gay.
“No, perdona, es que me sale esa palabra sin pensar”.
Sale del armario el reflejo atávico.
La masculinidad de rebuzno nunca entró:
“Vente a mi casa y vas a ver si soy maricón”, espetó el sueco a la periodista que le preguntó por su foto con el culé.
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