La vida del legendario y sarcástico Ray Davies ha sido de todo menos aburrida.
A punto de editar un disco tras ocho años de silencio, en esta conversación rememora algunos de los episodios clave de su recorrido vital.
CULTIVAR LA DIFERENCIA. No ser como los demás. No ser uno más.
A Ray Davies nunca le gustaron las soluciones fáciles, ni los atajos, y en esas sigue a sus 72 años.
Ahí está, de pie, erguido, frente a la ventana.
Hace una tarde gris en Londres, está empezando a chispear.
El legendario cantante de The Kinks, brillante compositor, sarcástico letrista, estandarte de las esencias brit en los sesenta y setenta, pionero de los discos conceptuales, otea el horizonte desde el Lauderdale House, centenario centro cultural de Waterlow Park, al norte de Londres.
Está acostumbrado a ver la ciudad desde las alturas.
A escasos tres kilómetros del lugar en que se desarrolla esta entrevista está Muswell Hill, el barrio obrero de su infancia, un lugar encaramado a una colina, a unos nueve kilómetros del centro, desde el que se ven a lo lejos las torres del núcleo financiero de Canary Wharf.
Muswell Hill sigue vivo en su memoria.
En este barrio se halla la casa baja de ladrillo rojo en la que se crio, en el número 6 de Denmark Terrace, frente al Clissold Arms, el pub en el que dio sus primeros guitarrazos junto a Dave, su antagonista en The Kinks, su hermano pequeño, el impetuoso guitarrista, el tipo con el que lleva peleándose toda la vida –en sus años mozos, a puñetazo limpio–.
“Jugaba a indios y vaqueros a escasos cien metros de mi casa, en un lugar en el que había caído una bomba durante la Segunda Guerra Mundial”, dice con una voz fina, delgada.
Ya desde entonces, cuenta, desde los 10 años, se dedicaba a inventarse las historias de los personajes que veía desfilar por su barrio, talento que desarrollaría hasta convertirse en uno de los letristas más afilados del pop rock británico.
La vida de sir Ray Davies ha sido todo menos aburrida. Grupo de éxito temprano que despuntó cuando el espigado Ray apenas tenía 19 años; tiempos tumultuosos de peleas, alcohol y rock and roll; tempestuosa relación con Chrissie Hynde, la cantante de The Pretenders; elevación a la categoría de padrino del brit pop; el disparo que recibió en las calles de Nueva Orleans durante un atraco… Todo ello buen material para escribir canciones.
Tras más de ocho años de silencio, publica el 21 de abril Americana (Sony Legacy), primera entrega de una colección de temas que se nutre de sus experiencias en territorio USA.
Texturas de canción sureña de carretera, pinceladas de music hall que traen ecos de la época de The Kinks e incluso algunos trazos de rock duro dibujan este disco poliédrico que evoca paisajes con puro sabor americano.
Le custodia en su aventura la potente y solvente banda norteamericana The Jayhawks.
Con su camisa azul a cuadros, sus vaqueros, sus zapatillas deportivas y su bufanda azul al cuello, Davies, que el pasado 16 de marzo fue nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico, contesta a las preguntas erguido, con levísimos movimientos de cara; cuando enfatiza, arquea las cejas, poco más.
El creador de You Really Got Me, fogonazo rockero del año 1965, y de la inolvidable Lola, narración de un confuso encuentro trans, demuestra que, aunque los años no pasen en balde, no ha perdido un ápice de ese sentido del humor que destilan sus canciones, espacios en los que la insolencia, el costumbrismo, la nostalgia y la englishness (esencia británica) encuentran acomodo.
La retranca y la sorna siguen vivas.
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