La investigación judicial reúne indicios de que la desaparición de la joven no fue voluntaria pero no incriminan a nadie.
“Los datos son múltiples, inmensos, y su
cruce nos tiene que llevar a resolver este caso”
. Estas palabras de
esperanza fueron pronunciadas por el delegado del Gobierno en Galicia,
Santiago Villanueva, solo dos meses antes de que el caso Diana Quer haya sido archivado.
El juez ha tirado la toalla, al menos provisionalmente,
después de ocho meses de 200 interrogatorios, rastreos por tierra, mar y
aire, supuestos testigos que acabaron perdiendo veracidad y vigilancia a
sospechosos que se quedaron simplemente en eso, en sospechosos. La
desaparición de esta joven madrileña de 18 años mientras volvía de una
verbena en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) en la madrugada del 22 de
agosto de 2016 seguirá por el momento inmersa en el más absoluto
misterio.
¿Qué le ocurrió a Diana Quer? ¿Cómo es posible que la repercusión
mediática del caso no haya traído ni la más mínima pista sobre su
paradero? ¿Cómo puede ser que nadie haya visto a esta mujer desde las
2.40 horas del 22 de agosto pasado?
El juez admite que “existen indicios
de la desaparición no voluntaria” y no descarta que la joven fuera
víctima de “ilícitos graves”.
Pero ese oscuro rastro no conduce a nadie.
Ni a un presunto autor, ni a un cómplice, ni tan siquiera a un
encubridor.
La Guardia Civil ha tomado declaración a varios sospechosos,
pero no ha reunido contra ellos pruebas que propicien siquiera su
imputación judicial.
Los ha vigilado con la esperanza de que cometieran
algún error incriminatorio, pero nada de eso ha ocurrido.
Esta es la razón por la que el instructor ha decidido cerrar provisionalmente la causa judicial, al margen de que prosigan las pesquisas policiales.
Es tal la cantidad de datos obtenidos en los rastreos telefónicos que
su análisis por parte de los investigadores para hallar cabos de los que
tirar podría hacer expirar los plazos máximos de instrucción marcados
por la ley.
Si las indagaciones de la Guardia Civil recabasen nuevas
pruebas de calado, el proceso penal se reabriría, explica el titular del
juzgado de instrucción número 1 de Ribeira (A Coruña), Félix Isaac
Alonso Peláez, en su auto de sobreseimiento provisional.
Quer fue vista por última vez a las 2.40
horas en el Paseo do Areal de A Pobra, cuando supuestamente regresaba
de una verbena al chalé adosado donde veraneaba con su madre y su
hermana.
El rastro seguido por la Guardia Civil se prolonga hasta cerca
de las cinco de la madrugada pero no es físico.
Es la señal de su
teléfono móvil, hallado en octubre por un mariscador en el fondo de la
ría de Arousa, la que hace suponer que la joven se subió, por voluntad
propia o no, a un coche que atravesó el limítrofe municipio de Boiro y
llegó a la zona de Taragoña, en el ayuntamiento de Rianxo.
Es el veloz
desplazamiento del celular el que permite deducir a los investigadores
que la muchacha iba en un vehículo, pero ningún testimonio lo acredita.
El teléfono acabó en el fondo del mar,
bajo el puente de la autovía que llega a Taragoña (Rianxo).
Nada
certifica que fue ella quien lo arrojó desde el coche, ni tampoco lo
contrario.
Los investigadores analizaron las grabaciones de las cámaras
de tráfico y la señal de los móviles de unas 80 personas que hicieron la
misma ruta entre las tres y las cinco de la madrugada de aquel 22 de
agosto.
Y pese a los intensos rastreos no se ha hallado ninguna pista
que reconstruya los pasos de Diana Quer más allá de ese viaducto. Como
si a la joven se la hubiese tragado la tierra.
La Guardia Civil mantiene todas las líneas de investigación abiertas,
incluido el secuestro pese a que nadie ha pedido un rescate.
La imagen
de la joven ha sido difundida por toda Europa,
por si hubiese sido víctima de una red de tráfico de mujeres.
La
presión sobre los investigadores y las autoridades también ha sido mucho
mayor que en el caso de las cuatro o cinco personas que desaparecen al
día en España sin que se vuelva a saber de ellas, según datos de SOS
Desaparecidos.
Pero nada ha sido suficiente para despejar el enigma de
Diana Quer.
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