Sugiero cambiar los nombres de los chistes de los que se habla ahora.
Cualquier nombre.
El de Franco por otro. El de Carrero por otro.
Y que los otros sean nombres que nos gusten. Verán el cambio de cara
del interlocutor.
Hagamos lo mismo con nombres menos comprometidos.
El
PP. Podemos. El PSOE. Izquierda Unida. La Falange.
Hagamos igual con
otros que ya irrumpieron, tristes, sádicos, en la historia.
El citado
Franco, el también citado Carrero. Videla. Pinochet. Tomemos con las
mismas pinzas estos nombres propios.
Fidel Castro. Raúl Castro.
Busquemos en el baúl de los recuerdos. Blas Piñar. Fraga. Carrillo. La
Pasionaria.
Todos los nombres tienen un rictus y, sin duda, su chiste
incorporado.
Pero vayamos más allá. Vayamos a lo blanco y a lo negro.
A Fidel
lo llamaban (en Cuba) Esteban.
Por Este Bandido. Ja ja ja.
De Franco
sabemos más chistes que de Jaimito. Y de Carrero, los que quieran.
De
Pinochet, un rato de chistes (en Chile). De Rajoy sabemos chistes.
De
Zapatero. De Aznar. Sabemos chistes hasta de De Gaulle. Y de Churchill.
Aquel que dice… ¿Cuántas veces no habremos contado chistes, digamos
blancos, sobre los que nos gustan? ¿Y sobre los que no nos gustan?
Defendíamos a Fidel con uñas y dientes…, hasta que ya nos reíamos con el
chiste y hasta con la burla.
Nos reíamos de Franco, a mandíbula
batiente. ¿Y de Chaves? Unos se ríen y otros se indignan con el chiste.
El chiste hace gracia según a quien le toque.
Imaginen un
chiste sobre el PP ante uno del PP o un chiste de Podemos ante uno de
Podemos.
O del PSOE. O un chiste de Izquierda Unida ante uno de
Izquierda Unida.
No suena igual cuando lo escucha quien se siente
herido. Hombre, ¿y por qué te sientes herido? Si era sólo un chiste…
Hagamos ahora otro ejercicio.
En lugar de chiste lo llamamos
insulto. Digamos que lo que has dicho de Carrillo, de Fraga, de los
muertos bien muertos o de los muertos que quieres o de los muertos que
desprecias no es un chiste sino un insulto.
Digamos que es un insulto.
¿Entonces? ¿Dirías que es lo mismo un chiste que un insulto?
Nos hemos enredado con un juguete.
Un chiste es una manera de aliviar el ambiente,
una metáfora cruel, un guiño.
Es muchas cosas un chiste. Es también un
insulto. ¿Hay que santificar el chiste como si fuera una obligación
social admitirlo en todos los términos?
En un tiempo se hablaba de
chistes de mal gusto.
Si ahora dices que un chiste es de mal gusto te
toman por el hombre de las cavernas.
En los chistes incriminados ahora
hay mucho mal gusto, dígase el chiste de Agamenón o de su porquero.
¿Hay
que aguantarlos, defenderlos, llevarlos al Parlamento para que los
santifiquen sus señorías? El chiste, rey del hemiciclo. Me la bufa, me
importa un huevo, la verdad.
No, llámenlos como quieran. Llámenlos chistes malos, porque
son chistes muy malos.
No condenen a los que los dicen, para qué, se
condena su sintaxis sucia o ensuciada.
Pero, ¿condenarlos? Para nada,
pues no tienen poco que hacer los jueces con el insulto mayor, la
violencia machista, la violencia total, la corrupción, el vicio de
odiar.
Ahora bien, piensen en el nombre del protagonista del chiste, pongámonos
en la piel de ese nombre y luego ya verán como no es lo mismo Agamenón
que su porquero.
)Pues no me ha gustado nada este árticulo, pero nada y eso de meter a Carrillo con Blas Piñar.....pues es de muy mal gusto, y tu lo sabes)
No creo que sobre esto se haga un chiste, nadie es reponsable de este terrible acto y jamás se hará un chisto, a Dios que lo permitió , pongo por testigo.
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