Joaquín Sabina. Vivir para cantarlo
Su música forma parte de la banda sonora de tres generaciones. Ahora,
tras siete años de silencio, el cantante reaparece con ‘Lo niego todo’,
un testamento en el que se funde
lo confesional con el sarcasmo.
SEIS GATOS, una mesa de billar, sombreros, cajas antiguas, una primera edición de Madame Bovary,
el traje de grana y oro con restos de sangre que le regaló José Tomás…
Su casa, un edificio antiguo en pleno centro de Madrid al que le ha ido
ganando plantas, podría visitarse como un gabinete de curiosidades,
recuperadas por alguien que ha dado varias vueltas al mundo con “alma de
chamarilero”.
Joaquín Sabina
(Úbeda, 1949) recibe en el sofá con su atuendo de eterno adolescente,
su paquete de Ducados y un chupito de tequila bien frío que, al terminar
la charla, se habrá multiplicado por cinco.
Ha vendido 10 millones de discos y cuenta con un público que adora su
música y sus vicisitudes existenciales pese a que el paso del tiempo lo
ha encerrado en su casa, donde recibe a los amigos. Bueno, recibe o
cancela cita, porque tiene fama de ser el mejor cancelador del mundo.
Guasón, incontinente verbal y mujeriego, puede permitirse el lujo de
dormir cuando siente sueño y comer cuando tiene hambre.
Ya no sale solo
por miedo a perderse (“es que tengo mucho peligro”) y porque la cosa se
ha complicado con los selfies y el afecto de los seguidores
empeñados en demostrárselo, lo mismo en Madrid que México, Buenos Aires o
La Habana.
Hace más de una década que los amigos noctámbulos no
disponen de la llave del domicilio.
Jimena Coronado (la Jime, como llama
a la mujer que le salvó la vida) cambió la cerradura sin
contemplaciones.
Desde que dejó de perder gloriosamente la vida en los
bares, la fotógrafa peruana ejerce de amante y madre vigilante
. Viaja a
su lado incluso en las giras. Acaso sea ella la venus latina que le dio
la extremaunción.
Pero la tranquilidad y la felicidad doméstica “con minúsculas” no
favorecen la expresión artística.
A sus 68 años, Sabina sabe que la
vejez no resulta sexy, especialmente para los amantes del rock.
Después
de siete años de silencio musical, sentía que la desgana había hecho
mella en su trabajo como compositor.
Contar lo insoportablemente largas
que son las resacas cuando entras en esa etapa de la vida en la que ya
formas parte de la población de riesgo o el tiempo que dedicas a visitar
hospitales “no le importa a nadie un carajo”.
Hacer discos le parecía
casi un trabajo de oficina, le faltaba emoción e inspiración para
escribir y grabar.
Cada vez que escucha alguna canción antigua suya que
le gusta mucho, “que no las escucho aquí en casa”, piensa que ya es
incapaz de hacer una como esa.
Sin embargo, el nuevo disco parece
haberle devuelto cierto optimismo, ha recuperado la alegría de cantar
sus temas, algo que no le sucedía desde que grabó 19 días y 500 noches (1999), su trabajo más sólido.
Antes de arrancar con Lo niego todo, el decimoctavo disco de
estudio de su carrera, que se publica el 10 de marzo, decidió mirarse al
espejo y hacerle burla al “juglar del asfalto”, al “profeta del vicio”
que anunciaban los titulares de los periódicos hasta provocarle arcadas.
Quería negarlo todo, esos polvos y estos lodos.
Negarlo todo, incluso
la verdad, y para transformar ese universo viejuno en el sonido
de Sabina, con la rima y el adjetivo justo, decidió formar un trío
¡laboral! Buscó frescura en un compositor joven como Leiva, cantante de Pereza, que se ocupó de la producción, y la rima de un poeta amigo como Benjamín Prado, su escudero más fiel.
“Solo Leonard Cohen
ha hecho obras sobre la vejez absolutamente tristes, pero ha sido
porque nunca fue joven, desde que empezó fue un señor mayor”, añade con
sorna.
“Toda la vida he tenido encima eso de envejecer con dignidad y no
es la primera vez que hago ese verso. Hay una canción que escribí
cuando tenía 20 años que dice que envejecer con dignidad es una
blasfemia.
Somos una generación que nos planteamos envejecer sin
dignidad, seguir siendo jóvenes aunque por dentro estuviéramos hechos
mierda”.
Y ahí está sentado, haciendo honor a su leyenda de superviviente, completamente recuperado de una operación de divertículos.
Solo cuando
se encuentra de promoción, como ahora, recibe o se pliega a los horarios
que imponen las galas.
Latinoamérica primero y luego España podrán verlo en directo
durante los próximos meses.
La expectación que genera su vuelta al
ruedo ha superado todas las previsiones.
Con las entradas agotadas al
poco de ponerse a la venta, los promotores de la gira y la propia
oficina del cantante han denunciado la venta masiva de entradas en la
reventa, algunas falsas.
Sabina arranca la gira a pelo. Sin médico
personal, ni pruebas de sonido.
En el camerino necesita un espejo y
hacer gárgaras con sal y limón para preparar la voz.
Un detalle que,
dada su fama, le ha jugado malas pasadas. “Tenía un poco en un platito y
creían que me estaba metiendo cocaína. La sal ayuda a generar saliva y
que no se quede la boca como una alpargata.
En las primeras canciones se
me pega la lengua al paladar y te viene muy bien un poco… Me lo dijo la
Caballé, y ¡claro, si te lo dice la Caballé…!”. Bueno, un poco de sal
y, si acaso, un par de tequilas: “La mejor bebida del mundo para
cantar”.
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