El hombre, de 38 años, dice que no podía aguantar más los malos tratos que sufría su madre en su casa de Cáceres.
Cáceres
Daniel Cortés, 38 años, agarró una escopeta de largo alcance y mató a
su padre la madrugada del pasado lunes en Cáceres.
A las 5.15 sonaba el teléfono de una comisaría: su hermana Lourdes, que también estaba en casa, alertaba de lo ocurrido. Cuando los agentes llegaron, la madre estaba abrazando al joven. Allí se encontraron al padre, Ángel Cortés, de 68 años, con una herida en el costado.
A Daniel le detuvieron, le requisaron el arma y desde el lunes duerme en prisión.
El juez ha dictaminado que la instrucción del caso no se hará pública, por ahora.
A las 5.15 sonaba el teléfono de una comisaría: su hermana Lourdes, que también estaba en casa, alertaba de lo ocurrido. Cuando los agentes llegaron, la madre estaba abrazando al joven. Allí se encontraron al padre, Ángel Cortés, de 68 años, con una herida en el costado.
A Daniel le detuvieron, le requisaron el arma y desde el lunes duerme en prisión.
El juez ha dictaminado que la instrucción del caso no se hará pública, por ahora.
“La madre nos dijo que era su hijo y que había matado a su
padre de un disparo”, cuenta Juan Manuel Cruz, jefe de prensa de la
Policía Nacional extremeña.
“Yo los conocía de vista. La madre iba siempre con la perrina sola, nunca vi al marido con ella”, cuenta una vecina de este edificio de 10 plantas.
“Ella era muy calladita y el marido muy ceporro.
El chaval es muy buena gente, encantador, no sabemos qué ha podido pasar”, añade otro.
La barriada cacereña de El Perú está asimilando lo sucedido. En los bares, en las calles y en los diversos locales de este distrito de clase media no se habla de otro asunto.
La tarde del crimen, Daniel estuvo con su novia y una amiga por el centro de la ciudad, según cuenta por teléfono un íntimo amigo que prefiere no dar su nombre.
Al llegar la noche, se fue con otro colega —que descarta hablar por el momento— y “se tomaron algo”.
Llegó a su casa sobre las tres de la madrugada, donde vivía junto a su hermana y sus padres.
Según fuentes de la investigación, Daniel reconoció en su declaración policial que sí, que aquella noche él mismo cogió el arma y lo mató. Que estaba harto de los malos tratos psicológicos que sufría su madre por parte de su padre
. Que la despreciaba, que la humillaba, que su padre dormía en la habitación y su madre en el salón, que, incluso, su hermana usaba tapones para poder dormir.
Así, dice, todos los días desde hace más de 30 años.
Que, pese a que tenía la ilusión de irse a vivir con su novia, no lo hacía porque quería proteger a su madre.
Que nunca han denunciado nada— la policía así lo confirma— por miedo a que su padre pudiera hacer algo peor.
Que, cuando llegó a su casa este lunes, entró en el baño y cerró la puerta.
Que su padre comenzó a insultar y a chillar desde fuera creyendo que era su madre la que estaba dentro.
Que no podía más. Que agarró el arma de la familia y le disparó. Y que, según las mismas fuentes, también confesó: “Ahora mi madre puede descansar”.
Daniel trabaja desde hace ocho años en la Armería Mostazo de Cáceres.
Su último turno fue este sábado, de 9.00 a 14.00.
“Es un chico sensacional y muy responsable, pero no solía hablar de las cosas de casa”, dice un compañero de trabajo que no quiere dar su nombre.
Le gusta tanto la caza y la pesca que ha llegado a colaborar en el programa Coto Abierto de Canal Extremadura.
Su padre, Ángel, estaba jubilado desde hace cinco años.
La última ocupación que tuvo fue la de vendedor ambulante de embutidos y carne por los distintos pueblos de la provincia de Cáceres.
“No tenía un carácter muy fuerte. Era agradable y simpático”, cuenta por teléfono Juan José Mallo, su último jefe.
“Mi mujer también lo conocía, pero con su familia apenas he tratado.
Tuvimos un encontronazo al final por un tema de la liquidación y bueno, al final lo resolvimos”.
Ángel era un forofo del Real Madrid.
Tenía prohibida la entrada en todos los bares del barrio menos en uno. “Daba muchas voces e insultaba todo el rato.
No sabía comportarse, por eso no le dejaba entrar”, cuenta Manolo, camarero del bar Santa Marta.
Un local de barrio, repleto de gente a las 14.00 de la tarde y que saluda a los clientes por su nombre.
“Su hijo no, su hijo es un chico encantador. Aún no me lo creo. Yo creo que se ha arruinado la vida”, dice mientras señala la porra semanal en la que el joven participó la semana pasada.
A menos de 500 metros está el bar Julián. La única taberna, repleta de cuadros de toros y toreros, a la que el padre tenía permitida la entrada. “Venía por aquí todos los días sobre las ocho”, cuenta Julián, el sirviente.
“Se tomaba su cafelito y un par de cervezas. No le dejaban entrar en los demás bares porque la liaba mucho cuando jugaba el Madrid. Pero yo no he tenido nunca ningún problema.
A la gente le gusta hablar y hablar… Se metía con el árbitro y tal”. Sin embargo, el íntimo amigo de Daniel, que prefiere no dar su nombre, cuenta que hasta le quitaron el fútbol en la televisión de casa por las voces que pegaba.
El abogado de Daniel cuenta por teléfono que su defensa girará en torno a la violencia machista que la madre sufría en casa.
Los amigos, mientras tanto, se están planteando recoger firmas para pedir su absolución.
Este periódico se ha puesto en contacto con la familia, que prefiere no hablar por el momento.
Daniel es el pequeño de tres hermanos.
De Lourdes, que vivía en casa; y de Ángel, el mayor, un reconocido artista extremeño que este viernes escribía un breve texto en su muro de Facebook: “Por ironías del destino, el guion de mi vida me tenía preparado terminar precisamente este cuadro justo unas horas antes de la tragedia vivida en mi familia e íntimamente relacionada con esta imagen [una mujer con una lágrima]. LA VIOLENCIA MACHISTA. Dedico este cuadro a la persona más NOBLE Y BUENA del mundo. Mi hermano DANIEL. Te queremos. Dani. Fuerza!!”.
Este lunes en el tanatorio no se hablaba del padre, sino del hijo. Cuenta el amigo que la madre, que vive ahora con una hermana, no estuvo presente y que un miembro de la familia dijo sobre las 22.00: “Vámonos para casa que a este no merece ni que le velen”. Y así fue. A la mañana siguiente solo acudieron 40 personas al funeral, según recogen los diarios regionales.
“Yo los conocía de vista. La madre iba siempre con la perrina sola, nunca vi al marido con ella”, cuenta una vecina de este edificio de 10 plantas.
“Ella era muy calladita y el marido muy ceporro.
El chaval es muy buena gente, encantador, no sabemos qué ha podido pasar”, añade otro.
La barriada cacereña de El Perú está asimilando lo sucedido. En los bares, en las calles y en los diversos locales de este distrito de clase media no se habla de otro asunto.
La tarde del crimen, Daniel estuvo con su novia y una amiga por el centro de la ciudad, según cuenta por teléfono un íntimo amigo que prefiere no dar su nombre.
Al llegar la noche, se fue con otro colega —que descarta hablar por el momento— y “se tomaron algo”.
Llegó a su casa sobre las tres de la madrugada, donde vivía junto a su hermana y sus padres.
Según fuentes de la investigación, Daniel reconoció en su declaración policial que sí, que aquella noche él mismo cogió el arma y lo mató. Que estaba harto de los malos tratos psicológicos que sufría su madre por parte de su padre
. Que la despreciaba, que la humillaba, que su padre dormía en la habitación y su madre en el salón, que, incluso, su hermana usaba tapones para poder dormir.
Así, dice, todos los días desde hace más de 30 años.
Que, pese a que tenía la ilusión de irse a vivir con su novia, no lo hacía porque quería proteger a su madre.
Que nunca han denunciado nada— la policía así lo confirma— por miedo a que su padre pudiera hacer algo peor.
Que, cuando llegó a su casa este lunes, entró en el baño y cerró la puerta.
Que su padre comenzó a insultar y a chillar desde fuera creyendo que era su madre la que estaba dentro.
Que no podía más. Que agarró el arma de la familia y le disparó. Y que, según las mismas fuentes, también confesó: “Ahora mi madre puede descansar”.
Daniel trabaja desde hace ocho años en la Armería Mostazo de Cáceres.
Su último turno fue este sábado, de 9.00 a 14.00.
“Es un chico sensacional y muy responsable, pero no solía hablar de las cosas de casa”, dice un compañero de trabajo que no quiere dar su nombre.
Le gusta tanto la caza y la pesca que ha llegado a colaborar en el programa Coto Abierto de Canal Extremadura.
Su padre, Ángel, estaba jubilado desde hace cinco años.
La última ocupación que tuvo fue la de vendedor ambulante de embutidos y carne por los distintos pueblos de la provincia de Cáceres.
“No tenía un carácter muy fuerte. Era agradable y simpático”, cuenta por teléfono Juan José Mallo, su último jefe.
“Mi mujer también lo conocía, pero con su familia apenas he tratado.
Tuvimos un encontronazo al final por un tema de la liquidación y bueno, al final lo resolvimos”.
Ángel era un forofo del Real Madrid.
Tenía prohibida la entrada en todos los bares del barrio menos en uno. “Daba muchas voces e insultaba todo el rato.
No sabía comportarse, por eso no le dejaba entrar”, cuenta Manolo, camarero del bar Santa Marta.
Un local de barrio, repleto de gente a las 14.00 de la tarde y que saluda a los clientes por su nombre.
“Su hijo no, su hijo es un chico encantador. Aún no me lo creo. Yo creo que se ha arruinado la vida”, dice mientras señala la porra semanal en la que el joven participó la semana pasada.
A menos de 500 metros está el bar Julián. La única taberna, repleta de cuadros de toros y toreros, a la que el padre tenía permitida la entrada. “Venía por aquí todos los días sobre las ocho”, cuenta Julián, el sirviente.
“Se tomaba su cafelito y un par de cervezas. No le dejaban entrar en los demás bares porque la liaba mucho cuando jugaba el Madrid. Pero yo no he tenido nunca ningún problema.
A la gente le gusta hablar y hablar… Se metía con el árbitro y tal”. Sin embargo, el íntimo amigo de Daniel, que prefiere no dar su nombre, cuenta que hasta le quitaron el fútbol en la televisión de casa por las voces que pegaba.
El abogado de Daniel cuenta por teléfono que su defensa girará en torno a la violencia machista que la madre sufría en casa.
Los amigos, mientras tanto, se están planteando recoger firmas para pedir su absolución.
Este periódico se ha puesto en contacto con la familia, que prefiere no hablar por el momento.
Daniel es el pequeño de tres hermanos.
De Lourdes, que vivía en casa; y de Ángel, el mayor, un reconocido artista extremeño que este viernes escribía un breve texto en su muro de Facebook: “Por ironías del destino, el guion de mi vida me tenía preparado terminar precisamente este cuadro justo unas horas antes de la tragedia vivida en mi familia e íntimamente relacionada con esta imagen [una mujer con una lágrima]. LA VIOLENCIA MACHISTA. Dedico este cuadro a la persona más NOBLE Y BUENA del mundo. Mi hermano DANIEL. Te queremos. Dani. Fuerza!!”.
Este lunes en el tanatorio no se hablaba del padre, sino del hijo. Cuenta el amigo que la madre, que vive ahora con una hermana, no estuvo presente y que un miembro de la familia dijo sobre las 22.00: “Vámonos para casa que a este no merece ni que le velen”. Y así fue. A la mañana siguiente solo acudieron 40 personas al funeral, según recogen los diarios regionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario