Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
16 feb 2017
Ernestina van de Noort, la más flamenca de Holanda
Filóloga hispánica y traductora, esta neerlandesa se enamoró del cante y
el baile gracias al cine de Carlos Saura. Desde 2006, impulsa la Bienal
de Flamenco en su país. La cita ha congregado este año a 20.000
espectadores .T ODO EMPEZÓ con Carmen, la película de Carlos Saura que en 1983 mezcló flamenco y ópera en su versión del drama de Prosper Mérimée. A la holandesa Ernestina van de Noort le
conmovió e intrigó a partes iguales la reacción visceral provocada por
lo que califica de arte vivo contemporáneo. “Una danza y un cante que no
dejan indiferente a nadie porque engloban todas las contrariedades de
la vida: desde el abismo más profundo a la alegría total”. El flechazo
fue irresistible y añadió el zapateado al ballet y el jazz que ya
bailaba desde niña. “La cultura del flamenco me cambió la vida, pero si
algo he intentado desde entonces es huir de los tópicos. Es mucho más
que la bata de lunares, que me encanta, por otro lado. Es un arte
escénico serio, y para introducirlo en Holanda, donde solo se programaba
clásico, danza moderna o de otros continentes, he tenido que combatir
esos prejuicios. Conquistar, literalmente, a dueños de teatros,
patrocinadores y al público, claro”.
Van de Noort, junto a la cantaora Rocío Márquez, durante una prueba de sonido. MARC DRIESSENFundadora y directora desde 2006 de la Bienal de Flamenco de Holanda,
que en su sexta edición, clausurada hace un par de semanas, arroja la
cifra récord de 20.000 espectadores. Gente de todas las edades, muchos
de los cuales se sientan con una educada curiosidad y acaban ovacionando
en pie a la cantaora Rocío Márquez; las bailaoras Sara Cano, Rocío
Molina o Isabel Bayón; los guitarristas Pepe Habichuela, Joselito Acedo y
Rafael Riqueni; las palmas de José Manuel Ramos, Oruco, o bien
al instrumentalista Alfonso Aroca, que lleva los ritmos flamencos al
teclado. Ernestina los conoce a todos y no para. Los recibe, escucha y
sigue su trabajo a lo largo del año (“soy una maniática del control”,
dice) y no descansa hasta oír por fin el liberador clap, clap de los
aplausos. En La Haya, cuando Isabel Bayón descendió entre el público con
un leve zapateado, luego vertiginoso en el escenario, un patio de
butacas rebosante que no esperaba vanguardismo contuvo el aliento al
verla girar y girar con Dju-Dju, la coreografía de Israel
Galván. Fue estrenada en la última Bienal de Sevilla, donde resultó
polémica. “Incluso hubo críticos que pensaron que se desviaba del
flamenco clásico. Para mí, sin embargo, resulta apasionante cómo esa
ruptura de los cánones puristas mantiene la esencia del verdadero
flamenco. Por eso lo mezclo con músicos del norte de África, Oriente
Próximo y los Balcanes”. Sentada en el Zuiderstrandtheater, plantado en el distrito costero de La
Haya, Van de Noort atiende el teléfono, se viste de negro con un solo
adorno dorado en los zapatos “para no llamar la atención en un entorno
tan vistoso”, posa para las fotos y no puede sustraerse de las voces y
palmas que llegan del camerino contiguo. Dju-Dju está en pleno
ensayo. Si pudiera, se desdoblaría para atender a todos sus
interlocutores a la vez. La verdad es que nada hacía pensar que una
traductora de inglés y francés, licenciada luego en Filología Hispánica,
acabaría con tacones y citando al antropólogo francés Claude
Lévi-Strauss, y hasta al filósofo Friedrich Nietzsche, en sus peticiones
de fondos a sus compatriotas. “Puedes hablar del duende y recordar lo
bonitos que son los faralaes, pero hay que ponerse en el lugar del que
te financiará el espectáculo. Si solo escribo que el flamenco es
visceral, me quedo en el casillero de las músicas del mundo. Si
recuerdo a García Lorca y su mención a Goethe cuando, al hablar de
Paganini, llama al duende ‘un poder misterioso que todos sienten y que
ningún filósofo explica’, entonces, capto la atención del patrocinador”.
Van de Noort, en bicicleta con la cantaora Rocío Márquez, invitada a la Bienal de Flamenco de Holanda. MARC DRIESSENValdría la pena echar un vistazo a estas peticiones, porque, a estas
alturas, la lista de apoyos financieros ocupa una página entera del
programa y es transversal, en el sentido menos político del término. Desde el Fondo para el Arte, y la Bienal de Cello, de Ámsterdam, a los
diarios De Volkskrant y Het Parool, el Fondo Cultural
Príncipe Bernardo o la cadena NH de hoteles. Otros, como el Ministerio
de Cultura español, el Instituto Andaluz del Flamenco y la Embajada
española y el Instituto Cervantes en Holanda, pueden resultar obvios,
“pero para mí lo que cuenta es el conjunto”. “Entiendo el flamenco como
algo clásico y rompedor a la vez. Es un tópico, lo sé, pero el baile y
la música son algo más que una válvula de escape. Te hacen sentir humano
y combatir las penas, y me gustaría que el público percibiera esa
fuerza. Porque los holandeses están demasiado apegados a sus agendas y
hay que sacarlos de quicio y conmoverlos. Y el buen flamenco, y solo hay
bueno o malo, es catártico”. Poco antes del espectáculo, Isabel Bayón mueve un sombrero
amarillo sin perder el ritmo del taconeo. En realidad, al son de los
tacones, mientras el Niño de Elche y Francisco Contreras cantan. Desde
la tramoya del teatro, la escena roza lo mágico. Y la sonrisa de
Ernestina se convierte en un modelo de contención: si pudiera, se
arrancaría a bailar con ella.
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