Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
30 dic 2016
Por qué se puede morir de pena al fallecer un ser querido.......Carlos Megía
Las muertes de Carrie Fisher y Debbie Reynolds han vuelto a poner de
actualidad la enfermedad del síndrome del corazón roto.
Analizamos su
veracidad científica y otros casos conocidos en la vida pública.
El fallecimiento sucesivo de Carrie Fisher y Debbie Reynolds ha conmocionado al mundo del cine.
Foto: Cordon Press
Morir de pena o por tener el corazón roto parece un veredicto tan lírico como poco científico.
La expresión ‘morir de pena’ tiene su base en una enfermedad
conocida como síndrome del corazón roto o miocardiopatía de Takot-Tsubo
(menos atractiva para incluirla en 140 caracteres). Esta presenta unos
síntomas parecidos a los de un infarto de miocardio común, pero con la
peculiaridad de que se produce por una detención momentánea del mismo,
no por una obstrucción en las venas.
En lugar de bombear el 60% de su volumen, el corazón pasaría a bombear solo entre un 20 y un 35, según apuntó a S Moda
el cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos, Iván Javier Núñez Gil.
De esta manera, se duplicaría el riesgo de sufrir un ataque al corazón.
En el artículo ¿Se puede morir de un corazón roto?, la
psicóloga Ángeles Sanz Yaque vinculaba la enfermedad a una impresión de
“profundo vacío” que se veía potenciada si la muerte había ocurrido de
forma inesperada (como la de Carrie Fisher).
Las mujeres son
más proclives a sufrir este síndrome (una razón abrumadora de nueve a
uno) por tener una “mayor vulnerabilidad emocional”
. Los sentimientos de
aflicción o amargura pueden provocar cambios “en la coagulación y la
presión sanguínea, los niveles de la hormona del estrés y en el ritmo
cardíaco”, resultando fatales para nuestra salud.
June Carter y Johnny Cash, pareja en los escenarios y fuera de ellos, que fallecieron con apenas cuatro meses de diferencia.
Foto: Cordon Press
El fallecimiento consecutivo de Carrie Fisher y Debbie
Reynolds es el último pero no el único sufrido por celebridades.
En el
apartado nacional, este mismo verano nos enteramos de la muerte del
filósofo y escritor Gustavo Bueno, en las 48 horas posteriores al
fallecimiento de su esposa.
Pero el caso más conocido sigue datando de
1995, cuando una sobredosis de barbitúricos, alcohol y medicamentos se
llevó a Antonio Flores a los 33 años.
El cantante estaba sumido
en una fuerte depresión durante las dos semanas que distanciaron su
fallecimiento del de su madre, Lola Flores.
En 2003, la voz por antonomasia de la música country, Johnny Cash, moría solo cuatro meses después de que lo hiciera su mujer, y figura clave en su carrera, June Carter.
Sus seguidores y amigos confesaron que el cantante tenía
“el corazón roto” desde entonces.
También el director Simon Monjack
desaparecía menos de un año después del fallecimiento de su pareja, la
actriz de 8 millas, Brittany Murphy.
Hace un año, el caso del jugador de futbol americano Doug Floutie conmocionó a todo el país.
Su
padre, enfermo por un largo período, murió de un ataque al corazón.
Durante la misma mañana, solo una hora después, otro infarto cardíaco se
llevó también a su madre.Es lógico sentir cierta atracción romántica por casos como
los de Cash y June Carter, imaginados como desafíos al rito católico que
sanciona cualquier relación con un “hasta que la muerte nos separe”. Pero a pesar de que el alarmismo mediático pueda hacernos pensar lo
contrario, en una mayoría de casos esta deficiencia cardíaca desaparece en un tiempo relativamente corto
(aproximadamente una semana). Además, como evidencian los nombres
mencionados en las anteriores líneas, la salud previa de los fallecidos
juega un papel fundamental, siendo mucho más común en pacientes de edad
avanzada o en aquellos que sufren de hipertensión (un 70% de los casos
analizados) o colesterol alto (un 40%).
Por qué se puede morir de pena al fallecer un ser querido
Las muertes de Carrie Fisher y Debbie Reynolds han vuelto a
poner de actualidad la enfermedad del síndrome del corazón roto.
Analizamos su veracidad científica y otros casos conocidos en la vida
pública.
Carlos Megía
El fallecimiento sucesivo de Carrie Fisher y Debbie Reynolds ha conmocionado al mundo del cine.
La expresión ‘morir de pena’ tiene su base en una
enfermedad conocida como síndrome del corazón roto o miocardiopatía de
Takot-Tsubo (menos atractiva para incluirla en 140 caracteres).
Esta presenta unos síntomas parecidos a los de un infarto de miocardio
común, pero con la peculiaridad de que se produce por una detención
momentánea del mismo, no por una obstrucción en las venas. En lugar de bombear el 60% de su volumen, el corazón pasaría a bombear solo entre un 20 y un 35, según apuntó a S Moda
el cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos, Iván Javier Núñez Gil.
De esta manera, se duplicaría el riesgo de sufrir un ataque al corazón.
Es lógico sentir cierta atracción romántica por casos como
los de Cash y June Carter, imaginados como desafíos al rito católico que
sanciona cualquier relación con un “hasta que la muerte nos separe”. Pero a pesar de que el alarmismo mediático pueda hacernos pensar lo
contrario, en una mayoría de casos esta deficiencia cardíaca desaparece en un tiempo relativamente corto
(aproximadamente una semana). Además, como evidencian los nombres
mencionados en las anteriores líneas, la salud previa de los fallecidos
juega un papel fundamental, siendo mucho más común en pacientes de edad
avanzada o en aquellos que sufren de hipertensión (un 70% de los casos
analizados) o colesterol alto (un 40%).
“Puede parecer que ocurre frecuentemente, pero es solo una
consecuencia de la selección de noticias de los medios de comunicación”,
afirma Dean Burnett en The Guardian.
“’Una
pareja de mayores muere con horas de diferencia’ es una historia de
interés humano. ‘Millones de personas sobreviven a su esposo durante más
de una década’ no lo es, así que solo oímos sobre los primeros casos”.
Morir por tener el corazón roto es posible pero solo en un 2% de los
casos.
Otra cosa es la recuperación emocional y psicológica, que puede
durar varios años.
Para ellos, y para todos aquellos que se sientan
afligidos por la muerte de la princesa Leia o algún otro ídolo, Spotify
tiene la solución.
Casi un millón de personas están suscritos a una
lista de canciones perfectas para el duelo como The scientist de Coldplay, Someone like you de Adele o el Cry me a river de Justin Timberlake, bajo el título –claro está– de Broken Heart.
De si es peor el remedio que la enfermedad, ya depende de cada uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario